
Los recuerdos de tiempos difíciles
Llega el documental de Julio Raffo
En Parque Patricios, a metros de la intersección de la avenida Caseros con Pasco, próximas a los hospitales Muñiz, Udaondo y Garrahan, a la espera de ser demolidas desde 2000, se recortan dos monumentales torres abominables. Son las que por más de dos décadas ocupó la conocida cárcel de Caseros. Sus ventanas no están a la altura de los ojos, sino junto al techo de cada nivel, y trazan cintas que surcan sus cuatro caras. En las zonas comunes, los gruesos muros están atravesados por pequeños cilindros de cristal, que permiten la entrada de luz. El color gris cemento, por fuera y por dentro, acentúa la frialdad del destino de ese penal que comenzó a construirse durante el gobierno de Arturo Frondizi, para finalmente ser inaugurado en 1979, durante la última dictadura militar. Allí, donde fueron a parar presos por delitos comunes en trámite de juicio, estaban confinados políticos que sufrían el encierro desde antes del golpe de 1976, en otras jurisdicciones. El abogado Julio Raffo (especialista en temas que tienen que ver con la industria cinematográfica) conocía en parte la historia de esas celdas y también la de algunos de los militantes del peronismo y de la izquierda de distintos grupos que pasaron por allí –Dante Gullo, Hernán Invernizzi, Ernesto Villanueva, Alberto Piccinini, Antonio Puigjané, Hugo Soriani y Pedro Avalos, entre otros– y los reunió en 2001 en esas edificaciones que comenzaban a ser desguasadas para hacer memoria. El resultado fue "Caseros, en la cárcel", que mañana estrenará Distribution Company.
El documental sigue el relato de los mismos ex reclusos a partir de sus recuerdos, con la ayuda de textos en off que sirven para entender la historia política detrás de esas construcciones, y entender el uso que se les dio hasta su cierre definitivo. En diálogo con LA NACION, Raffo recuerda su propia experiencia frente a los recuerdos.
Memorias del dolor
–¿Qué lo impulsó a investigar el tema?
–A la vuelta de mi propio exilio empecé a trabajar en derechos humanos con Augusto Conte y Adolfo Pérez Esquivel, y abogados del Centro de Estudios Legales y Sociales. Como durante el período de Alfonsin no se anularon fallos de los tribunales militares que condenaban a civiles, muchos presos políticos siguieron en prisión. Era un tema que estaba en mi cabeza.
–¿Cómo nació la película?
–Un día abro el diario y dice que se va a demoler la cárcel de Caseros y pensé que había que preservar estas historias para la memoria y que había que llevar a los sobrevivientes allí. La llamé a Patricia Bullrich, a la que conocía de mi exilio, que entonces era secretaria de Políticas Penitenciarias, y me dijo que lo filme rápido porque la cárcel iba a ser demolida y ya le estaban arrancando las rejas. Hablé con la gente de la Universidad de Lomas de Zamora, donde fui rector entre 1973 y 1974, y ellos me proporcionaron equipos y técnicos. Un acierto fue no hacer un cuestionario, sino que los convocados hablaran lo que sintieran. La estructura nació e de los temas recurrentes.
–¿Qué cosas descubrió haciéndola?
–Hubo testimonios muy dolorosos, y soñaba con ellos. Viéndola una y otra vez, era como multiplicar el dolor. Algunas historias me dejaron helado, como la de los suicidios inducidos. Sí estaba al tanto del sistema de comunicación clandestina por las cañerías de los inodoros, las visitas de los familiares y cómo sacaban documentos. Fue emocionante sentir los olores de la cárcel, esa humedad y la emoción de esos hombres que pasaron muchos años de su vida encerrados allí en situaciones inhumanas, ahora entrando como señores del lugar. Fue muy fuerte.
–¿Qué piensa ahora de todo eso?
–Como decía Leon Pommer, fue una "racional organización de la irracionalidad para someter a la sociedad", y si no hay límite entre quienes pueden desaparecer o no, todos están atemorizados. Fue organizar que no hubiese reglas y eso alteró el sentido común de la gente. En la película hay una frase clave que dice Vllanueva: "Cada rincón, cada pedazo de cárcel es dolor de un ser humano". Ahora sé que tiene razón.