Los Looney Tunes cavernícolas
Los Croods permite descubrir el trabajo de su director, Chris Sanders
¿A usted le parece que en la cartelera de hoy hay mucha mayor presencia del cine de animación que en la de hace unos 20 años? Sí, está en lo cierto. Disney estaba produciendo su seguidilla de éxitos de los noventa, su gran regreso de fin de siglo iniciado con La sirenita y La bella y la bestia. Pero Pixar ni siquiera había estrenado Toy Story, su primer largometraje. DreamWorks Animation no existía, no tenía una Pixar fulgurante a la que competirle con ganas. Hoy la animación mainstream se multiplica y multiplica ganancias: pocas zonas del cine son globalmente tan rendidoras en términos económicos. Hay muchas películas de animación y, como pasa en cualquier zona del cine, los títulos destacados son minoría. Los Croods, de DreamWorks Animation ahora distribuida por Fox, es una de esas que se ubican por encima del promedio. Esta nota dice –supone– que se destaca gracias a uno de sus directores.
¿A usted le parece que las de animación suelen tener más de un director con mayor frecuencia que las películas de acción en vivo? Sí, está en lo cierto. Ratatouille tuvo dos directores, Cars también, Madagascar también, los mismos que hicieron Madagascar 2. Para Madagascar 3 fueron tres. Lilo & Stitch (¿la última gran película de animación tradicional de Disney?) tuvo dos directores. También los tuvo Cómo entrenar a tu dragón (una de las mejores y más valoradas de DreamWorks). Y Los Croods, bueno, también. Uno de ellos, Chris Sanders, solo –pero no solo– realizó las tres últimas películas mencionadas (de 2002, 2010 y 2013 respectivamente). Las dos primeras las hizo con Dean DeBlois, y Los Croods, con Kirk De Micco. De Micco tiene un solo antecedente, que dirigió en soledad. No sabemos si su apellido lo signó de alguna manera, pero fue una película sobre chimpancés llamada Space Chimps, que no recibió demasiados elogios y acá salió directo a DVD con el título de Chimps (o sea, ni en castellano ni en idioma original).
Híperkinético
Las tres películas que dirigió Sanders (bueno, sí, ok, que co-dirigió) tienen en común varias cosas. Una es bastante evidente, y suele estar en muchas películas animadas: el centro puesto en la familia. La familia era en Lilo & Stitch un anhelo muy presente, incluso en su leit motiv ("Ohana significa familia y tu familia nunca te abandona ni te olvida"). En Cómo entrenar a tu dragón, el protagonista (bah, los protagonistas, el chico y el dragón) tenían que hacer crecer su amistad en medio de fuertes mandatos familiares y sociales que no la favorecían. Y bien mirados, el dragón Chimuelo
Furia nocturna y Stitch se parecían en la forma del rostro, y en una actitud chúcara y a la vez simpática de particular encanto. El rostro ancho, de forma ovoide horizontal que compartían Chimuelo y Stitch reaparece en Los Croods, pero no en un animal sino en la protagonista, Eep, la hija mayor, que en idioma original lleva la hermosa voz de Emma Stone. No pocos chistes de Los Croods se basan en el primitivismo casi animal de esta familia cavernícola. Y, como ocurría en Cómo entrenar a tu dragón y en Lilo y Stitch, la noción de mascota es crucial. Los Croods no tienen mascotas, ni siquiera entienden el concepto. Cuando el que viene de afuera de la familia –el único personaje humano de todo el relato que no es un Crood– intente explicarles el concepto, les preguntará: ¿no tienen animales que no sean para comer? Y la abuela Crood (todavía con cola de reptil, cosas de la evolución según la película) dirá: "sí, tenemos: los llamamos niños." El cine de Sanders –o el que le asignamos a Sanders un poco más que a sus compañeros de equipo– tiene también otras características distintivas. Algo así como una energía que, licencia más, licencia menos, llamaremos "de cafeína" en honor a Stitch: a Lilo no se ocurría mejor idea que darle una mamadera de café a lo que ya era un ser híperenergético. Esa energía extrema, esa híper velocidad están también en Los Croods, que luego de una primera secuencia de un despliegue visual en 3D directamente frenético, digno de unos Looney Tunes aún más enloquecidos, mantiene un ritmo acelerado pero con el cuidado necesario para que no destruya ni las emociones ni los chistes, muchos y bien plantados entre bichos y más bichos, algunos de los cuales, por supuesto, se convertirán en mascotas. Con humanos y animales que se mueven con rápida gracia, el cine de Sanders –sea quien sea su coequiper y ya sea trabajando para Disney o para DreamWorks– se distingue entre la abundancia de la animación nuestra de cada día.
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