Los inútiles: el rodaje de la película que se convirtió en un dolor de cabeza para Federico Fellini, pero lo terminó consagrando como director
En el día en que el realizador italiano cumpliría 102 años, el recuerdo del film que lo llevó a ganar el León de Plata en el Festival de Venecia de 1953
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Fue su segunda película como realizador en solitario – y su tercera labor contando una “ópera prima” en colaboración- pero fue, sin lugar a dudas, su primer gran éxito. Volver una y otra vez a Federico Fellini es sonreír ante el recuerdo de un creador único. También es adentrase en un universo del que todo se ha dicho y asimismo nada alcanza. Con un imaginario nuevo cumpleaños del gran creador italiano (20 de enero de 1920, Rimini), la oportunidad de ver la copia remasterizada de Los inútiles (1953) también es la posibilidad de reconocer una película de transición entre la mirada a la clase trabajadora del neorrealismo al cual el director había brindado una fecunda labor como guionista, como así también encontrar las primeras e indubitables señales de un cine que de la mano de lo onírico crearía toda una concepción y estilo propio.
I Vitelloni -“los terneros grandes”, que en la jerga de provincia define a esos hijos desempleados sin horizonte ni aspiraciones pero cuyo pasar les permitía huir de la pobreza sin nunca abrazar un ínfimo indicio de prosperidad-, fue una película que tuvo muchos problemas para rodarse, otros tantos para estrenarse y que, para colmo, en el legado de los tiempos quedaría inmediatamente eclipsada un año después por La Strada. Insólitamente, el guion de esa película estuvo listo y terminado antes de que Fellini siquiera pensara en Los inútiles, pero Luigi Rovere lo rechazó de plano y también lo hizo Lorenzo Pegoraro, a quien le había hecho llegar el libreto, aunque este solicitó que escribiera otra historia más cercana a una comedia. Así las cosas, Fellini con Tullio Pinelli y Ennio Flaiano –guionistas de La Strada- desarrollaron velozmente un argumento que mezclaba recuerdos personales e historias inventadas sobre esos jóvenes sin rumbo en una ciudad de provincia.
“Pensar en Rimini. Rimini: una palabra hecha de astas, de soldaditos en fila. No consigo ser objetivo. Rimini es un menjunje confuso, miedoso, tierno, con este gran respiro que es el vacío abierto del mar. La nostalgia es allí más clara, especialmente el mar en invierno, las crestas blancas, el gran viento como lo vi por primera vez”, escribió el cineasta en el libro Fellini por Fellini. Parte de las escenas más célebres de Los inútiles vendrán de la ráfaga contundente y el mar abierto en bella desolación.
Aceptado el argumento y con personajes sin rostro, Fellini se dedicó a seleccionar un elenco que parecía una propuesta lindante con lo absurdo en virtud de su insólita mezcla: Franco Fabrizi, un actor con papeles menores en el cine italiano y fundamentalmente conocido por fotonovelas; Leonora Ruffo, que venía de hacer de la reina en la película de aventuras La regina di Saba; Alberto Sordi, seguramente el único reconocido aunque odiado por el productor; Franco Interlenghi, un actor meridionalmente conocido dentro de la usina del cine italiano pero no por el gran público; y dos “figuras” de distinto orden: Leopoldo Trieste, que había sido el protagonista de El sheik blanco, rotundo fracaso de taquilla, y la actriz checa Lida Baarová, que fue famosa por su tumultuoso romance con el ministro de propaganda nazi Josef Goebbels y que en años previos a esta película había vivido en extrema pobreza en la Argentina. Eso no era todo: uno de los “vitelloni” era Riccardo Fellini, hermano del realizador.
Para Pegoraro fue demasiado la combinación de un título incomprensible con un elenco desconocido y reclamó al menos “una estrella”. Fellini lo intentó tentando a Vittorio de Sica para el rol del veterano y célebre actor que llega a la ciudad y se muestra deslumbrado con el libreto que Leopoldo Vannucci, otro de estos perdedores, cree que el popular actor Sergio Natali desea interpretar. Según anota Tulio Kezich, De Sica rechazó el papel “preocupado por ser marcado como realmente homosexual” y el personaje terminó interpretado por Achille Majeroni. Las cartas estaban echadas y, con más resignación que entusiasmo, Pegoraro aceptó las condiciones de Fellini. Pero aún habría más.
Sordi aceptó filmar Los inútiles, pero con la situación de hacerla en los ratos libres que le brindaba la gira que desarrollaba por toda Italia. Así, de una realización pensada como una evocación del Rímini de provincia de Fellini, I Vitelloni fue una producción que recorrió casi todo el país: con un brillante punto de partida en el teatro Goldoni de Firenze se desarrolla el baile de máscaras, rodado en diciembre de 1952; el rodaje se reanudó el 15 de enero de 1953 en el muelle de Ostia, a lo que siguió la ciudad de Fiumicino y también filmaciones en Viterbo y Roma. En rigor, el título evoca una jerga de Pescara donde Flaiano había pensado por primera vez el desarrollo de la historia, cuyo rodaje duró seis meses e involucró variado equipo técnico.
Pero el título volvió a ser un problema cuando se tentó a los distribuidores para su estreno, tal como rememoraba el director en diálogo con Torino Einaudi para su libro Federico Fellini fare un film, de 1980: “A Los inútiles no la quería distribuir nadie. Estuvimos mendigando y buscando a alguien como desesperados. Recuerdo ciertas proyecciones alucinantes. Los asistentes, al final de la película, me miraban mal y le apretaban la mano, doloridos, al productor Pegoraro, como si estuviéramos asistiendo a una inundación o a una tragedia. Recuerdo sus nombres pero, si los recuerdo, es mejor no revelarlos”.
“Recuerdo una proyección que se organizó a las dos de la tarde en verano para el presidente de una gran sociedad. Vino de buen paso, era moreno, súper bronceado, tenía una pulsera de oro en la muñeca, era el típico vendedor de automóviles que tanto les gusta a las mujeres. [...] No la tomaron”, continuaba Fellini, sobre el derrotero. “Fue a parar a otra distribuidora que no quería que el título fuese Los inútiles. Nos aconsejaban otro título: ¡Vagabundos!, con el signo de exclamación. Les dije que estaba bien, pero les aconsejé que reforzaran la inventiva con un vozarrón de ogro que en la banda sonora dijera ‘¡Vagabundos!’. Aceptaron el título original solo cuando Pegoraro les dio otras dos películas que para ellos eran totalmente comerciales. Pero en los primeros carteles y en los primeros ejemplares no quisieron poner el nombre de Alberto Sordi; ‘la gente se va a escapa’r, decían, ‘es antipático, el público no lo aguanta’”. La primera proyección privada en suelo italiano fue en la Porta de San Paolo, en Roma, donde fue recibida con frialdad.
Los inútiles fue la primera película de Fellini en ser distribuida internacionalmente y su estreno un año después en la Argentina fue un rotundo suceso. Ya para entonces venía precedida de excelentes críticas y de su momento de gloria de la mano del León de Plata que obtuvo la película en el Festival de Venecia, en un año cuyo León de Oro quedó vacante de acuerdo con la decisión de un jurado presidido por el premio Nobel Eugenio Montale. Con tan solo 32 años, Federico Fellini superaba en la Competencia Oficial a afirmados nombres del cine internacional como Aleksandr Ford, Vsevolod Pudovkin, Yves Allegret, Vincente Minelli, Ingmar Bergman, William Wyler, o Josef von Sternberg. En aquella ocasión, la Argentina compitió por primera vez por un trofeo contra Fellini con La pasión desnuda, de Luis César Amadori, que protagonizaron María Félix y Carlos Thompson; la hazaña volvería a repetirse más de dos décadas después, cuando Sergio Renán obtuvo la primera nominación al Oscar para nuestro país con La tregua y Fellini se llevó ese trofeo por la memorable Amarcord. Sin embargo, gracias a Los inútiles, Fellini estuvo por primera vez cerca de acariciar su propio premio de la Academia de Hollywood, al recibir una nominación a mejor guion en 1958.
Fellini recomendaba ver la película rodeado de público popular y no del selecto mundo del cine de autor, para seguramente disfrutar la estruendosa carcajada del “corte de manga” cuando Alberto Sordi grita socarronamente “Lavoratori” en una carretera.
Empero, además del éxito, la película inspiró a una notable cantidad de realizadores como Pier Paolo Pasolini, cuyo Accattone -su debut como director- se inspiraba en el film. De hecho, Fellini se negó a producirlo luego de ver las primeras tomas rodadas. Pasolini no fue el único: desde Juan Antonio Bardem a George Lucas, pasando por Stanley Kubrick, han reconocido su poderosa influencia.
Pero toda esa gloria estaba lejana cuando Fellini tenía que suspender el rodaje al no contar con fondos para seguir rodando o por tener que ir detrás de uno de sus protagonistas. Diez veces Los inútiles estuvo en la cuerda floja, mezclando poderosamente la biografía ampliada de recuerdos de provincia con una realidad que parecía un sueño inalcanzable por más de que -como en la película- un viaje acercara el aparente éxito de las luces de la gran ciudad.
Los inútiles (I Vitelloni), de Federico Fellini, se encuentra disponible en xiclos.com
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