La película dirigida por el recordado Richard Donner es uno de los mayores clásicos de los años ochenta
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Un grupo de chicos a punto de perder sus casas se sumerge en la aventura de encontrar el tesoro de un viejo pirata. A lo largo de ese camino, se enfrentarán a una peligrosa familia de criminales y descubrirán el poder de la amistad. Esa descripción, tan a tono con una carátula típica de un VHS, esconde una de las grandes piezas de culto de los años ochenta, un título que surgió de una divertida premisa y que llevó a Steven Spielberg y al director Richard Donner, dos hombres de miradas distintas, a forjar una fructífera sociedad.
A comienzos de los años ochenta, Chris Columbus era una de las grandes promesas de Hollywood. Con poco más de veinte años, el guionista había llegado a sorprender al propio Spielberg, con la escritura de Gremlins, una ingeniosa propuesta que combinaba el terror con el humor y que el director Joe Dante convirtió en uno de los mayores éxitos de 1984. Muy confiado en su talento, Spielberg apostó por Columbus nuevamente en 1985, cuando leyó el libreto de una divertida aventura protagonizada por un grupo de valientes niños.
La premisa no era muy original, pero el carácter de la historia y la frescura de sus protagonistas, prometía darle al film un valor distinto al de otras propuestas similares. Columbus confesó que la idea se le ocurrió a partir de un sencillo disparador, que fue el preguntarse qué haría un grupo de amigos si estuvieran aburridos durante una tarde de lluvia. Originalmente titulada The Goon Kids, el guionista se inspiró en su infancia en Ohio, un lugar en el que abundaban las fábricas y las minas de carbón, sitios que conocía mucho porque allí jugaba con sus amigos cuando estaba aburrido; de hecho, originalmente la historia debía transcurrir en una mina.
Interesado en sagas protagonizadas por niños, Spielberg detectó inmediatamente el potencial del relato y puso en marcha la producción de ese libreto, que pronto fue rebautizado como Los Goonies (también produjo otra idea de Columbus, El secreto de la pirámide, que terminó pasando inadvertida). El director de E.T. aportó varios cambios en la historia y, junto a su equipo, empezó a elaborar una lista de posibles protagonistas. Sin embargo, la gran sorpresa fue el nombre que Spielberg sugirió como realizador, un profesional asociado a temáticas que oscilaban entre la fantasía y el terror.
Richard Donner era un nombre importante en Hollywood, y éxitos como Superman o La profecía lo habían catapultado a lo más alto de la industria. Pero no era alguien cuya obra estuviera vinculada a las aventuras familiares y, por ese motivo, Donner confesó: “Lo primero que pensé fue, por qué yo. Porque Steven Spielberg era el responsable detrás de las mejores películas para chicos. ¿Entonces por qué me daba esto a mí? Y me dijo que se debía a que estaba ocupado haciendo otra cosa, y que me veía a mí como un niño en tamaño adulto, y que por eso me entregaba este proyecto”. Luego de pensarlo un tiempo, Donner aceptó la propuesta, que como bien sospechaba, iba a dar inicio a una de las experiencias más atípicas de su carrera como director.
Buscando a los Goonies
No era sencilla la tarea de buscar a los actores que le dieran vida a los intrépidos héroes. Y Spielberg y Donner se enfrentaron al dilema de apostar por muchas caras nuevas, cuya experiencia era prácticamente nula. Del grupo central había cuatro integrantes que, o eran debutantes o tenían una trayectoria muy corta.
Jeff Cohen, el divertido Chunk, solo había hecho un proyecto para televisión, y la euforia que le significó ser elegido para ese papel lo llevó a ocultarle a la producción que había contraído varicela pocos días antes de que comenzara la filmación. Por su parte, Josh Brolin y Kerri Green también eran debutantes. Sean Astin tampoco había actuado profesionalmente y en su casting estaba tan nervioso que olvidó la letra y debió cortar la prueba. Sin embargo, Spielberg vio en él esa candidez que caracterizaba a Mikey, el protagonista de la historia. Según confesó en alguna oportunidad, Astin estaba algo nervioso por ese trabajo, pero la posibilidad de darle un beso a Kerri Green le sirvió como incentivo durante buena parte del rodaje (mientras que, entre risas, ella respondía que su entusiasmo era más el de besar a Josh Brolin).
En el grupo de los relativamente experimentados, se encontraban solo tres nombres. Ke Huy Quan era un conocido de Spielberg debido a su participación como Short Round en Indiana Jones y el Templo de la perdición, mientras que Martha Plimpton había hecho algunas pocas apariciones en televisión y cine. Distinto era el caso de Corey Feldman, el pequeño actor que interpretaba a Boca y que no solo había actuado en Gremlins y Cuenta Conmigo, sino también en más de una decena de ficciones televisivas.
Otro nombre que no contaba con una vasta experiencia fue el del jugador de fútbol americano, John Matuszak, que todos los días se sometía a una sesión de maquillaje de cinco horas para ponerse en la piel del icónico Sloth. En el bando de los villanos, Anne Ramsey era Mamá Fratelli, mientras que Robert Davi y Joe Pantoliano componían a dos hermanos que delante de cámara tenían una relación igual de conflictiva como la que esos actores mantuvieron durante toda la filmación.
Un rodaje atravesado por la indisciplina, pero también por la amistad
Hacer Los Goonies no fue sencillo y la producción corría contrarreloj para terminar la construcción de los inmensos decorados. Con el fin de ayudar a los chicos a establecer un vínculo de grupo, Donner y Spielberg decidieron filmar la historia de manera cronológica, algo muy poco habitual en la planificación de un largometraje. También había mucha reescritura del guion y, en varios casos, los chicos no sabían casi hasta último momento cómo iban a evolucionar sus personajes. Fueron cinco meses de un rodaje intenso, pero que llevó a la pantalla los resultados buscados. Aunque para Donner hubo momentos de gran alegría, como otros que le significaron grandes dolores de cabeza.
En una entrevista de la época, el realizador confesó: “Lo que más me irritaba era la falta total de disciplina, que a la vez era lo que le daba tanta autenticidad a todo, porque ellos no eran profesionales. Sus actuaciones nacían del instinto y eso era algo hermoso. Pero ese instinto les impedía tener la disciplina de actor profesional, entrenado para saber cuándo debía hacer un gesto determinado. Y por eso es que ninguna toma salía igual que la anterior. El instinto de los chicos funcionaba, pero yo me volví loco en el camino”.
La producción de Los Goonies duró cinco meses y culminó con la imponente escena en la que el grupo descubre el galeón pirata de Willy el tuerto. Donner le ocultó a los chicos la fabricación de ese barco, y la sorpresa de ellos en cámara fue totalmente espontánea, ya que no habían estado en ese set jamás (la reacción de Brolin, que no pudo evitar exclamar: “¡Holy Shit!”, quedó lógicamente afuera del film). También con el objetivo de reforzar una interpretación auténtica por parte de los jóvenes, Donner y Spielberg convocaron a sus familiares para realizar la escena final, donde los Goonies se reúnen con sus padres, madres y hermanos.
Uno de los interrogantes alrededor del film tiene que ver con el rol de Spielberg no solo en la producción, sino también en la dirección. Aunque oficialmente Donner siempre figuró como el realizador a cargo, Sean Astin reveló que el creador de Indiana Jones tuvo una participación notable durante el rodaje, al punto de considerarlo el codirector. Y en muchas oportunidades, el director de Tiburón, que es famoso por saber trabajar con niños, se ocupó de coordinarlos en varias escenas. Al respecto de eso, Josh Brolin comentó: “Recuerdo acercarme a Spielberg, ya que por algún motivo extraño, yo quería trepar las paredes de una caverna pensando en que era como ascender por el vientre de mi madre. Su respuesta simplemente fue decirme: “¿Y por qué simplemente no actúas como si fuera una caverna?”. Aunque pensó que no le sucedería, Donner terminó muy encariñado con sus pequeños protagonistas y, cuando la filmación terminó y el director se fue a descansar a su casa de Hawai, todos los chicos le organizaron una fiesta sorpresa.
Sin lugar a dudas, la mística Goonie, ese vínculo de amistad que tanto celebra la historia, fue el resultado de un trabajo en conjunto entre Spielberg, Donner y ese elenco tan indisciplinado que logró una de las películas más entrañables del Hollywood de esa época.
Goonies para siempre
Cualquiera que haya transitado parte de su infancia durante los ochenta, en alguna oportunidad alquiló el VHS de Los Goonies. Era un título ideal para maridar con Laberinto o La historia sin fin, para ver y rever durante un sábado por la noche. Al momento de su estreno, el largometraje fue un éxito comercial y varios productos vinculados gozaron de la misma popularidad, desde un ambicioso videoclip de Cindy Lauper a una novelización del relato (que incluía un capítulo extra, en el que se revelaba que la familia de Chunk adoptaba formalmente a Sloath).
En la ciudad de Oregon, donde se filmó la historia, un alcalde declaró el 7 de junio como el Día Goonie (en homenaje a la fecha en la que dio inicio el rodaje), y los dueños de la casa que sirve como el hogar de Mickey le pidieron a los turistas que por favor dejaran de tocar timbre para entrar a sacarse fotos.
Con el tiempo, Corey Feldman, Josh Brolin, Sean Astin y otros miembros del elenco tuvieron distinta suerte en el medio. Algunos fueron muy famosos y otros se dedicaron a otros rubros (como Jeff Cohen, que actualmente es un prestigioso abogado de temas vinculados al espectáculo). Pero vayan a donde vayan, los adultos que fueron Goonies no dejan de ser recordados por ese título. Durante mucho tiempo se habló de la posibilidad de alguna secuela. En recientes entrevistas, Sean Astin y Ke Quan aseguraron que el proyecto nunca fue cancelado y la posibilidad de una serie o película basada en una nueva generación de Goonies es un hecho muy probable (por lo pronto, en IMDB figura una secuela). Y mientras muchos confían en que esa continuación se haga realidad, el público que hoy se encuentra en sus cuarenta y cortos le hereda a una nueva generación de espectadores el amor por ese film que, como el tesoro del pirata Willy, cada vez gana más valor con el paso de los años.
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