La sátira sobre el poder y el lujo protagonizada por Anya Taylor-Joy, Nicholas Hoult y Ralph Fiennes, y el debut en Netflix de la sobrenatural 1899, entre los lanzamientos más destacados
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Esta semana, El menú -protagonizada por Anya Taylor-Joy, Nicholas Hoult y Ralph Fiennes- se convirtió en el estreno más importante en salas. La magnética presencia de la actriz estadounidense que vivió gran parte de su infancia en la Argentina suma atención a un film que aborda con enorme ironía algunos hábitos de consumo reservados a algunos sectores sociales con acceso al dinero y al poder. En streaming, en tanto, la esperada 1899 -creada por Jantje Friese y Baran bo Odar, la dupla detrás de la serie Dark- se presenta como una aventura de ciencia ficción en la que lo sobrenatural le abre paso a diversas subtramas y enigmas por resolver.
Cine
El menú. A cambio de un precio inconcebible (por lo elevado), solo doce personas tienen acceso al exclusivo menú de gastronomía molecular en varios pasos preparado por el chef Slowik (Ralph Fiennes) en una remota isla. Allí se cultivan, se cuidan y se preparan todos los ingredientes con la misma meticulosidad empleada para servirlos.
Los invitados se someten al elaborado ritual y a la autoridad indiscutida del veleidoso chef, convencidos de que así marcan todavía más diferencias con el resto del mundo. En esta feria de vanidades hay jóvenes empresarios de la multimillonaria economía de las finanzas, alguna estrella de cine venida a menos, un adinerado matrimonio hundido en el tedio, una crítica culinaria tan fatua como el chef y un muchacho con aires de pedante connoisseur (Nicolas Hoult), que cambió a última hora a su acompañante (Anya Taylor-Joy).
Ella es el único pez fuera del agua en un escenario que se irá tornando cada vez más inquietante y terrorífico. El juego funciona muy bien al principio, entre apuntes burlones a la conducta de los dueños del dinero, la puesta en funcionamiento de las reglas impuestas por Slowik en su cocina, bastante humor negro y una trama diabólica que empieza a develarse, cuenta Marcelo Stiletano en su crítica.
Streaming
1899. Este jueves, la plataforma de streaming estrenó la flamante ficción de los creadores de Dark quienes, aunque hayan intentado emanciparse de su gran éxito, también establecen varios puntos de contacto entre ambas producciones. 1899 adolece de la suma de narrativas que en ocasiones resultan gratuitas, con tan solo seis episodios para dar a conocer un amplio abanicos de personajes. La ficción, ambientada de manera excluyente en un barco a vapor, el Kerberos, nació de la idea de la dupla creativa de hermanar no solo a individuos con disímiles traumas a cuestas sino también a tripulantes nacidos en distintos países (y con realidades socioeconómicas contrapuestas) como Francia, Polonia, Dinamarca y España, por mencionar solo algunos.
En el primer episodio ya percibimos cómo la ficción busca hacer una suerte de paneo de sus personajes, una apuesta arriesgada que implica un compromiso con cada uno de ellos. Para el cuarto capítulo, son muy pocos los que despuntan con una “historia de origen” atractiva, como el caso del capitán del barco, Eyk Larsen (el alemán Andreas Pietschmann), de Ling Yi (Isabella Wei, en una bienvenida actuación sin afecciones) como una geisha en constante estado de opresión, y de Maura Franklin (Beecham, excelente como siempre), una médica que se enfrenta a los prejuicios masculinos en el momento de ejercer su profesión cuando el viaje a Nueva York que emprende el Keberos empieza a enrarecerse. 1899 reúne a sus personajes cuando ellos mismos -quienes eluden la interacción con terceros por los demonios que acarrean- no hallan otra alternativa más que la de diseccionar por qué, cuatro meses después de su desaparición, el infame barco Prometeo se aproxima con un pedido de auxilio al que muy pocos quieren atender.
En su crítica, Milagros Amondaray explica que, al igual que Dark, en 1899 los personajes se encuentran encerrados en un micromundo que solo podrán destrabar si indagan en lo que acontece en otro plano. En este caso, en ese barco a la deriva cuyo único sobreviviente es un niño. La presencia disruptiva del pequeño es el puntapié de esa fusión entre pasado y presente, cuando las vivencias más abyectas de esos emigrantes dejan de ser un recuerdo abstracto para cobrar peso y, con aplomo, atormentarlos en ese escenario en el que cada recoveco parece esconder símbolos que los interpelan. En sintonía con esto, cada capítulo de 1899 concluye con un montaje en el que se nos revela un hecho con una canción que hace que cada tragedia adquiera una proporción épica, uno de los sellos de los showrunners.
1899 está disponible en Netflix. Nuestra opinión: buena.
El prodigio. En una aldea irlandesa, poco después de una gigantesca hambruna que golpeó a la región alrededor de 1860, vive Anne O’Donnell, una niña a la que sus coterráneos le atribuyen un milagro: lleva varias semanas sin comer sin que su cuerpo haya acusado de manera visible esa anomalía. La connotación religiosa que en principio tiene ese comportamiento lleva a que el grupo de “notables” del lugar decida convocar a una monja con el fin de observar a la niña y entender, entre otras cosas, por qué dice que su único alimento es “maná del cielo”.
No es la única. Junto a ella también llega al lugar desde Londres Lib Wright (Florence Pugh), una enfermera profesional. En ese comité que dirige de algún modo los destinos del lugar, además del alcalde, del párroco y del dueño de la única posada-hotel del lugar, también hay un médico. Alguna explicación de parte de la ciencia parece necesaria para completar el cuadro.
La niña y la enfermera empezarán a construir un extraño e incómodo vínculo basado en lo poco que tienen en común: el dolor por una pérdida, un sentimiento de culpa que no deja de crecer y la necesidad de algún tipo de expiación. “El dolor es la espada de Dios”, musita en un momento Anna desde su lecho de enferma. La representación sagrada que hace la niña en sus rezos es la más lacerante. Invoca todo el tiempo la protección de la cruz, que deja a la vista las huellas “de la valiosa sangre de Jesús”.
Detrás de esas palabras se instala uno de los temas preferidos del realizador chileno Sebastián Lelio: la religiosidad exacerbada, casi mística, impuesta como mandato rector de la vida cotidiana y fórmula capaz de reemplazar a la verdad. “Sus acciones son la fe y la oración”, dicen en un momento para explicar su conducta. La película entera se dedica a interpelar ese tipo de afirmaciones. Antes que nada se pregunta sobre el sentido de sostener una existencia completa desde un único fundamento. Una razón de ser basada exclusivamente en los preceptos religiosos y el mundo entendido como camino doliente hacia el paraíso definitivo, escribe en su crítica Marcelo Stiletano.
El prodigio está disponible en Netflix. Nuestra opinión: muy buena.
Teatro
Baltasar contra el olvido. Es una conmovedora crónica sobre la tristeza, la pérdida. La tristeza de haber perdido a una madre que supo criar a sus hijos sola, sólo a fuerza de sacrificio y hacer trabajos, el que fuera, para afuera. Por ser sola y con hijos, en un pueblo de Entre Ríos y por salir con hombres, le pusieron la etiqueta de puta. Y esa insignia, a Renata, según lo detalla su hijo Baltasar, el protagonista de esta pieza, a ella no le importaba. Sabía con la sociedad que tenía que lidiar, en gran parte, hipócrita, de “buena gente” que escondía uno y mil secretos y callaban cuando tenían que hablar. Pero claro… Renata era una mujer sola con dos hijos chicos… y la víctima termina siendo la culpable. Más aún cuando se presume que el asesinato no fue obra de uno sólo, sino de varios. Porque el cadáver de Renata, golpeado hasta el hartazgo, demostró que fue violada. En el pueblo, según relata su hijo, saben quiénes fueron los culpables, pero nunca lo van a decir, hay un callar que encubre. Baltasar se propuso no olvidar y mirar en silencio y a la cara a los culpables cuando se los cruce en alguna calle de ese pueblo en el que nació, en la provincia de Entre Ríos.
La obra parte de la novela de Mauricio Koch –publicada en 2020–, que según dicen está basada en hechos reales. Y si no fuera así, lo que se relata es parte de las crónicas de los diarios. Es un clisé que se repite y se dice que se hace para que eso no suceda más, pero casos como éste siguen nutriendo las crónicas policiales de todos los días. Los que quedan y estuvieron ligados a la víctima, como el hijo de Renata, Baltasar, atesora recuerdos de su madre, de su hermano con problemas mentales, de su abuela muerta. “Tengo rabia acumulada en las tripas”, dice ese muchacho casi adolescente, mientras relata al público los detalles que anota en un cuaderno de tapas azules. Los recuerdos que en sus noches de insomnio acumula o intenta fijar en su mente para no olvidar, no olvidar nunca a su madre. Esa madre que les hacía pororó a él y su hermano, o que les decía `opa`, pero nunca los dejaba solos, destaca el crítico Juan Carlos Fontana.
Baltasar contra el olvido puede verse en Área 623. Nuestra opinión: muy buena.
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