Dan Aykroyd fue el gran impulsor de este film que se convertiría en clásico, aunque debió sortear varios obstáculos antes de hacerse realidad
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Eran tres actores que venían del humor, de la televisión, de los clubes nocturnos. Su experiencia cinematográfica se limitaba a un puñado de comedias donde intentaban meter con fórceps su estilo poco ortodoxo con resultados dispares. Y sin embargo, una idea por la que nadie daba un peso, los colocó en un doble status: no solo se volvieron celebridades sino también que adquirieron prestigio. La historia de Los cazafantasmas tiene nombre y apellido: Dan Aykroyd, y también una fecha de inicio, finales del siglo XIX.
El actor y guionista del film lo cuenta en el documental de Netflix Las películas que nos formaron: “Mi bisabuelo era espiritista, tenía una pequeña granja y escribía diarios donde hablaba de la gente que pasaba por la ciudad, los que levitaban, los telépatas”. Incluso Peter Aykroyd llegó a escribir un libro sobre el tema, Una historia de fantasmas. “Era de esperar que hubiera algo ahí. También tenía revistas de la Sociedad de Investigación Psíquica. Había leído un artículo sobre física cuántica y parapsicología y pensé que sería genial usar toda esa investigación y hacer una película a la vieja usanza”, explica el actor.
La “vieja usanza” significó bucear en aquellos títulos que se habían tomado en broma la temática paranormal, como los films de la década del 40 de Abbot y Costello o Bob Hope. Especialmente este último, que en ese período hasta había hecho una película de diferente historia pero nombre inspirador: The Ghost Breakers.
Mientras trabajaba en el primer tratamiento del guion, Aykroyd empezó a llamar a aquellos amigos que creía ideales para los papeles. El primero fue John Belushi, con el que además ya había hecho la maravillosa The Blues Brothers, el otro fue Eddie Murphy. Pero la repentina muerte de Belushi, el 5 de marzo de 1982, puso en peligro la realización del proyecto, sumado a que Eddie Murphy no quiso saber nada. Deprimido y sin compañeros de ruta, el guionista y ahora único protagonista siguió adelante, pero sin saber si Los cazafantasmas iba a ser un sueño o una pesadilla.
Un guion sin terminar y un elenco inexistente
A mediados de 1982, Los cazafantasmas era poco más que una expresión de deseo. El entusiasmo estaba, el guion casi que también, del elenco protagonista ni noticias, y un director sin demasiadas jinetas pero con la impronta necesaria para entender el proyecto, Ivan Reitman. Así lo describía a pocos días de comenzar el rodaje: “Me parecía importante que realmente creyéramos en este tipo de hechos. Si le dijeras a alguien que hay un hombre de malvadisco de 50 metros caminando por el Central Park nadie lo creería. Entonces, había que cumplir una serie de pasos que hicieran creíble la premisa. Comenzamos ubicándolos en una situación mundana, muy real. Son científicos universitarios a los que no les va muy bien, y como los echan deciden abrir su propio negocio. Desde el comienzo la historia es muy creíble”. Hasta los temas sobrenaturales se volvieron lógicos en el universo que planteaba el guion. “Es algo cultural -explicaba Dan Aykoryd-. Cien años atrás las hadas eran reales, hoy lo son los alienígenas, los vemos representados en todas partes, hablamos de abducciones, todos saben sobre Roswell. No importa si las cosas sucedieron o no, ya son parte de nuestro folklore. Eso me parece sociológicamente interesante”.
Reitman venía de dirigir a Bill Murray y a Harold Ramis en El pelotón chiflado (Stripes, 1981), fue una cuestión de días para que ambos nombres se pusieran sobre la mesa, y los cazafantasmas volvieran a ser tres. Con el elenco casi resuelto, la producción retrocedió varios casilleros cuando finalmente Aykroyd mostró el guion final, y no le gustó a nadie: “La historia era muy extravagante. Espacio exterior, ciencia ficción, monstruos flotando en naves espaciales. Siempre tuve la idea de que había una forma de combinar la comedia con una historia de ciencia ficción exuberante pero contada de forma realista y natural. De repente ví una forma de cumplir con esta idea que tenía en la cabeza”, explicó Reitman. Conclusión: de la trama original no quedó casi nada, sumado a que Harold Ramis también se sumó a pulir la idea original. Dan Aykroyd no pudo decir nada, porque lo que llegó fue mucho mejor.
Mi amigo Bill
La llegada de Bill Murray al proyecto cambió por completo la dinámica del film, y a la vez la llevó a un nivel superlativo, que fue clave para el éxito. El actor era un viejo conocido del equipo, gracias a Saturday Night Live, y ese conocimiento traía aparejado un grado de imprevisibilidad; en otras palabras, estuvieron hasta el último minuto cortando clavos: “Siempre teníamos esa sensación de ‘sí, creo que va a estar, bueno, Danny dice que va a estar’”. Incluso cuando las conversaciones estaban dadas, Murray dejó de atender el teléfono y desapareció varios días. El primer día de rodaje, cuando el resto del equipo pensó que la película se cancelaba, apareció de la nada, con sus diálogos aprendidos y listo para filmar.
Pero el guion seguía sin terminarse: “Era un guion incompleto, tenía saltos de lógica, cosas que no funcionaban. Y especialmente The Marshmallow Man, que era el único salto lógico que me preocupaba”. y dicho sea de paso, era prácticamente lo único que había quedado de las ideas de Aykroyd.
El recién formado equipo de efectos especiales, escisión de Industrial Light and Magic, tenía la experiencia de haber trabajado con George Lucas, con Steven Spielberg, y por eso fueron los únicos capaces de convertir el absurdo en realidad. Richard Edlund, a cargo de dirigir a sus compañeros, decidió seguir la misma idea de Reitman: “Los efectos que hicimos para Los cazafantasmas requerían de un ingenio totalmente diferente al de ahora. Terminaron costando 5.6 millones de dólares, si hubiéramos hecho el guion original de Dan habrían costado 40. Cuando Harold Ramis empezó a trabajar con Ivan Reitman para pulir el guion les dijimos cosas como: ‘no queremos que el Marshmallow Man salga de East River, porque no tenía sentido”.
Y aunque hoy es un elemento imprescindible para los amantes de la saga, entonces despertó las dudas de sus más acérrimos defensores: “Caminaba rebotando como un personaje de dibujos animados. Recuerdo que Ivan vio las pruebas y dijo: ‘Dios mío, ¿cómo puede ser este el final de mi película? Estaba realmente preocupado y muy nervioso. Pero le dijimos: ‘Va a quedar mejor cuando lo veas completo’. Hicimos un disfraz de 30 mil dólares, fabricamos tres iguales. Cuando prendimos fuego al primero el actor se tiró al suelo desesperado, porque estaba en problemas. Había salido todo mal. Por suerte teníamos otros, pero ese día tiramos a la basura todo ese dinero. Recién salió bien a la tercera vez”.
Así, con los contratiempos propios de un grupo de amigos que querían revolucionar el cine “a su manera” comenzó, continuó y terminó de la misma manera: con cambios de último momento (Rick Moranis ocupó el lugar pensado para John Candy), problemas con el título que llevaron a filmar las mismas escenas más de una vez, y un homenaje a John Belushi en la personalidad del fantasma Slimer. Aunque estos fueron detalles que se conocieron después. Al momento de su estreno, Los cazafantasmas fue una película fascinante por sus personajes, por su sentido de humor nada conservador. Todo eso, más un detalle que también hizo la diferencia.
Un clásico… del plagio
¿Podría haber sido Los cazafantasmas la película que fue sin su característico tema musical? Probablemente sea una pregunta que entusiasme a los acérrimos defensores, tanto de los huevos como de las gallinas. Porque si bien el nacimiento del tema de Ray Parker Jr. estuvo estrechamente ligado al film, apenas estrenado adquirió un vuelo propio que lo convirtió en uno de los más emblemáticos de la década. Tanto la melodía como su videoclip sonó ininterrumpidamente en la radio y en la televisión de los 80, al punto de que si alguien no estaba enterado de que existía la película, después de tres minutos quedaba entusiasmado con ir a verla, con el estribillo repercutiendo en el cerebro.
Recuerda el cantante y compositor: “Me reuní con Ivan Reitman, y él me insistió mucho en que la palabra ‘cazafantasmas’ tenía que estar en la canción, y era imposible”. Trabajando contrarreloj, con el estreno encima, el artista tuvo una idea: “Estaba cansado, agotado, la música fue muy fácil pero no tenía ideas para la letra. No importaba cómo lo cantaba, nada funcionaba, no era una buena palabra. Hasta que recordé a los tipos que estaban ahí, con el número de teléfono abajo, como los fumigadores que ves a las cuatro de la mañana en televisión, diciendo que los llames si tienes un problema en los desagües. Y ahí me dí cuenta: ‘¿A quién vas a llamar?’ A los cazafantasmas”.
A la presentación de la composición le siguió la aprobación de todos los involucrados, e inmediatamente la realización de un videoclip que contó con la presencia de muchos amigos de los protagonistas, como Chevy Chase, Danny De Vito, Irene Cara, John Candy, y hasta Peter “Columbo” Falk. Lo único que tenían que hacer era mirar a la cámara y decir “Ghostbusters”, ¿para qué más?
Vale la pena repasar las palabras de Ray Parker Jr, especialmente cuando dice “la música fue muy fácil”, porque al parecer le salió tan, pero tan fácil que le trajo una disputa legal con otro ídolo de la época bastante más famoso que él: Huey Lewis.
Sucede que apenas estrenado el tema “Ghostbusters”, Lewis demandó a Ray Parker Jr. por plagio. El hombre que le había aportado su impronta a la banda de sonido de Volver al futuro, aseguraba que el nuevo hit era demasiado parecido a su canción “I Want A New Drug”, estrenada un año antes.
El escándalo tuvo su repercusión en los medios de entonces, pero enseguida quedó tapado por el estreno y posterior suceso del film. Al menos hasta 2001, cuando Huey Lewis declaró en una entrevista que había llegado a un interesante arreglo económico a su favor. Sin embargo, el tiro le salió por la culata. Porque aparentemente los términos de aquel arreglo eran confidenciales (de ahí que no se supiera más nada) y Ray Parker Jr. lo llevó a la justicia por incumplimiento del contrato. Nuevamente los protagonistas se llamaron a silencio, aunque trascendió que el ofendido recibió una compensación sustancial debido al exabrupto de su colega. Que, entre otras cosas, le debe haber venido muy bien, porque al menos por estas latitudes hace más de 30 años que no se sabe nada de él.
Videojuegos, fan films, libros, juguetes, merchandising de todo tipo, una secuela, uno (o dos) reboots, la estela de Los cazafantasmas se ha sostenido en el tiempo con notable solidez. Aquella película que nació como un encuentro entre amigos, que tenían ganas de pervertir al cine tomándoselo muy en serio los marcó para siempre. “Mi carrera cambió completamente después de la primera película. Me dio fama como guionista”, reflexionó Dan Aykroyd. “Cuando tienes una película que es un fenómeno en todo el mundo es maravilloso. Te alegra sentir que puedes influir en la cultura”, agregó Ivan Reitman. Y Los cazafantasmas fue eso, una aventura cuya creación fue tan disruptiva como su resultado.
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