El fenómeno que generó la película de 1984 comenzó una historia de voluntades encontradas para continuar con la serie de films, que llegó hasta la actualidad con el reciente estreno de Ghostbusters: apocalipsis fantasma
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Hubo un tiempo en el que las películas eran creadas a partir de ideas originales, que se presentaban en toda su frescura frente a un público dispuesto a descubrir algo nuevo. Por supuesto que las adaptaciones de novelas y obras de teatro son una tradición que comenzó con el propio nacimiento del cine; y también, ya hubo en el Hollywood clásico series de films centradas en los mismos personajes (como las de Abbott y Costello y la que protagonizaron Bing Crosby y Bob Hope, iniciada por Camino a Singapur). Sin embargo, para la industria bastaba con contar una historia original, que terminaba cuando aparecía en la pantalla la palabra fin.
Durante los primeros años de la década del 80, los estudios apostaron con más fuerza a continuar aquellas historias que les habían dado grandes éxitos. La guerra de las galaxias (1978) tuvo su continuación con El imperio contraataca (1980); las aventuras de Superman (1978) siguieron en Superman II (1980); Rocky se enfrentó a Apollo de nuevo en Rocky II (1979) y para Rocky III (1982) ya eran amigos. Y, así, Hollywood inventó el concepto de franquicia.
Cuando Los Cazafantasmas se estrenó, en 1984, era considerada una comedia con perfil alto, debido a sus protagonistas y equipo creativo. Pero nadie hubiese adivinado en ese entonces que se convertiría en una marca, que incluye series animadas, videojuegos y montones de merchandising, todos sostenidos por una serie de películas que llegaría hasta la actualidad. Cuarenta años después de su estreno, Ghostbusters: apocalipsis fantasma llegó a los cines, apelando a la nostalgia de los fans originales y con nuevos personajes jóvenes para atraer a un público de otra generación.
La historia de Los Cazafantasmas está marcada por los altibajos propios de un fenómeno que creció más allá de las expectativas y planes originales de quienes la crearon. En estas cuatro décadas, los esfuerzos por continuar la franquicia se enfrentaron con la reticencia de algún miembro del elenco original, los cambios de paradigma en los estudios, intentos renovadores que se convirtieron en una batalla cultural, y una nueva iteración de la mano de viejos conocidos.
Nada de eso podría imaginar Dan Aykroyd cuando se le ocurrió escribir un guion basado en su interés por los fantasmas. Lo sobrenatural le llamaba la atención desde chico y venía de familia, empezando por su bisabuelo, quien se escribía cartas con Arthur Conan Doyle, otro aficionado al tema. El pequeño Aykroyd espiaba las sesiones de espiritismo en la casa vacacional de la familia y tenía a su disposición la vasta biblioteca de su bisabuelo, repleta de volúmenes dedicados a la parapsicología.
Luego del éxito de Los hermanos caradura (1980) y la decepcionante performance en la taquilla de Vecinos (1981), el actor y guionista pensaba que su comedia sobrenatural podría ser una nueva oportunidad para demostrar su propio talento y el de John Belushi, con quien había trabajado en ambas películas. Sus planes se vinieron abajo cuando Belushi murió de una sobredosis, el 5 de marzo de 1982. Aykroyd perdió a su mejor amigo, su socio, y su compañero de elenco para los dos guiones que estaba escribiendo.
El proyecto, que tenía como título Ghost Smashers, quedó de lado por un tiempo. Hasta que Aykroyd reclutó a Ivan Reitman y Harold Ramis para que lo ayuden. Uno de los primeros cambios realizados por el trío fue el título, que pasó a ser Ghostbusters.
Los nuevos colaboradores de Aykroyd habían tenido éxito en el terreno de la comedia, con películas como Colegio de animales (1978) y El pelotón chiflado (1981), ambas producidas por Reitman, que también dirigió la segunda, y escritas por Ramis, quien también actuó en esta última. Los tres eran parte de una nueva camada que estaba cambiando la comedia norteamericana.
Los antecedentes del trío y una nueva versión del guion convencieron a Columbia de que financiara la película, con un presupuesto de 25 millones de dólares. El siguiente y crucial paso era elegir al elenco, el cual estaría encabezado por Aykroyd y Ramis, como dos de los cazafantasmas titulares. Rick Moranis fue elegido para el papel del vecino contador, Sigourney Weaver se quedó con el rol femenino principal y luego se sumó Ernie Hudson, el cuarto cazafantasma. Lo más difícil era elegir a un actor que pudiera ocupar el papel que Aykroyd había escrito originalmente para Belushi.
La respuesta estaba en alguien muy cercano a todos ellos, un comediante talentosísimo y singular: Bill Murray. Pero convencerlo no fue tan fácil y sus dudas iniciales se convirtieron luego en una constante pelea en cada negociación por las secuelas.
Después de brillar en Saturday Night Live, en Los locos del golf y El pelotón chiflado, Murray quería dedicarse a roles dramáticos. Ya había intentado alejarse del tipo de comedias que lo hicieron conocido interpretando a Hunter S. Thompson en Donde vaga el búfalo (1980), de Art Linson, pero la taquilla no acompañó sus ambiciones. Cuando recibió la oferta de Los azafantasmas, Murray estaba intentando conseguir financiación para una adaptación al cine de El filo de la navaja, un libro de W. Somerset Maugham. Aykroyd lo convenció de que negociara con el estudio su participación en la película, a cambio de que produjeran su proyecto, según cuenta Nick De Semlyen, en su libro Wild and Crazy Guys.
La negociación resultó tan bien que el rodaje de Los Cazafantasmas fue demorado hasta que Murray terminara de filmar El filo de la navaja en locaciones lejanas. Cuando el rodaje concluyó, Murray se quedó encerrado cuatro días descansando en un hotel de la India y luego se fue a Londres a ver un primer corte de la película. A mediados de octubre de 1983, el actor llegó a Nueva York para comenzar a filmar Los Cazafantasmas, la historia de un grupo de científicos dedicados a estudiar lo paranormal que, como si fueran fumigadores, se dedican a eliminar fantasmas con herramientas creadas por ellos mismos.
“Los vi caminando hacia mí por la avenida Madison para entrar en el plano y me recorrió un escalofrío por la espalda -cuenta Reitman en el libro de Semlyen, sobre la primera vez que vio a Aykroyd, Ramis y Murray con el vestuario-. Los tres en esos trajes, con Manhattan como telón de fondo, pensé: ‘Tenemos algo muy especial acá’”.
La ciudad recibió con entusiasmo el rodaje del film y los festejaban a donde fueran (excepto por Isaac Asimov, que se enojó cuando quedó atascado en el tránsito por el rodaje). Ese apoyo popular ayudó a que Murray se fuera aclimatando al trabajo, luego de un comienzo en el que el cansancio acumulado hacía que le costara salir de su trailer.
Después de cuatro semanas en las locaciones de Manhattan, el equipo se fue a Los Ángeles para filmar escenas en un estudio en Burbank. La película requería una buena cantidad de efectos visuales, incluido el famoso Hombre de Malvavisco gigante, y el presupuesto subió a 33 millones de dólares, lo cual preocupó a Aykroyd, a quien Murray, convertido en creyente para el final del rodaje, consoló diciéndole que se relaje porque había escrito una de las mejores comedias de todos los tiempos.
El público estuvo de acuerdo. Durante la primera semana de su estreno en los Estados Unidos, en junio de 1984, la película recaudó 23 millones de dólares y se mantuvo siete semanas al tope de la taquilla. El éxito se repitió en todo el mundo y el total de la taquilla internacional fue de más de 295 millones de dólares (datos de The Numbers).
El impacto cultural fue enorme, empezando por la canción de Ray Parker Jr., que fue un hit instantáneo y tuvo un famoso videoclip. El logo redondo con el fantasma cruzado por una franja roja, como una señal de “prohibido fantasmas”, se repitió en remeras y todo tipo de merchandising. El alcance del público familiar abrió la puerta para vender también juguetes y, dos años más tarde, inspiró una exitosa serie de animación para TV, llamada The Real Ghostbusters.
La lógica de la industria indicaba que valía la pena hacer una secuela. Sin embargo, un par de obstáculos demoraron la llegada de la esperada segunda parte. El primero era Bill Murray, a quien Aykroyd no podía convencer de volver a interpretar a Peter Venkman. Pero también hubo oposición por parte de quien era entonces el jefe de Columbia, David Puttnam, un productor británico que tenía problemas con Aykroyd y Murray y consideraba que la continuación podía hacerse con un elenco más joven y barato.
Cuando la legendaria Dawn Steele reemplazó a Putnam en la jefatura del estudio, la secuela de Los Cazafantasmas volvió a ser prioridad. Reitman, Ramis, Aykroyd y Murray, además de dos de los agentes más importantes de esa época, se reunieron en el salón privado de Jimmy’s, un histórico restaurante de Beverly Hills, decorado por pedido del estudio con merchadising de la película. El almuerzo duró cuatro horas y logró lo impensado: Los Cazafantasmas II estaba en marcha.
Segundas partes, nunca fueron...
Aykroyd y Ramis escribieron el guion, mientras que Reitman volvió a hacerse cargo de la dirección. El estudio quería estrenar el film en julio de 1989 y el rodaje estaba planeado para fin de noviembre de 1988. La presión obligó a todos a trabajar muy rápido, empezando por los guionistas.
Murray no ayudó a la causa con sus comentarios a un periodista, a quien le dijo que el guion no estaba listo y tenían que empezar a filmar pronto, lo cual era más presión y “lo resolverían o no”. Además, dijo que la película no se iba a llamar Los Cazafantasmas II, agregando: Nos quemaremos en el infierno si se llama Los Cazafantasmas II. Yo sugerí El último de los Cazafantasmas, para asegurarme de que no haya nada como Los Cazafantasmas III”.
A esta altura, la marca de Los Cazafantasmas era más grande que la suma de sus partes (incluso que la fama de sus protagonistas, incluido Murray), gracias al éxito de la película original, la serie animada y la cantidad de merchadising vendido. La ciudad los recibió con furor, festejando cada vez que los actores pasaban en el peculiar vehículo de los protagonistas, el Ecto-1. El rodaje concluyó de nuevo en un estudio en Los Ángeles y el equipo de efectos visuales tuvo que correr para completar numerosas escenas, como aquella en la que la Estatua de la Libertad camina por las calles de Manhattan.
La secuela no tuvo la misma recepción entusiasta que la primera, aunque recaudó 215 millones de dólares en la taquilla mundial, una diferencia considerable con los casi 300 millones que recaudó la original. “Las actuaciones están realmente bien, francamente, mejor, creo, que en la primera película -dice Reitman en Wild and Crazy Guys-. Pero emular la estructura del primer film tanto como lo hice fue un error. Batman estaba por estrenarse y era la cosa nueva brillante, cínica, oscura y sangrienta. La nuestra era una película familiar. Y, por supuesto, no tenía a mi disposición los trucos y sorpresas maravillosas de la primera película”.
Murray opinaba que no se había mantenido el equilibrio entre los efectos visuales y la comedia, lo cual había afectado a la película. Su intención de que no hubiese más films de Los Cazafantasmas se acercaba a la realidad.
Y una más
Pero Aykroyd siguió insistiendo y escribió el guion de Ghostbusters 3: Hellbent, que nunca llegó a filmarse. Muchos años después, el guionista y actor reveló en una entrevista que el villano del film estaba basado en Donald Trump y quería que lo interpretara Alec Baldwin. En 2016, el empresario se convirtió en el presidente de los Estados Unidos y el actor que Aykroyd había elegido para interpretarlo encarnó al mandatario en las parodias de Saturday Night Live.
Ese mismo año volvió la marca Ghostbusters a los cines, aunque con cambios fundamentales, que desataron un ridícula batalla cultural. Paul Feig y Katie Dipold escribieron el reboot de Los Cazafantasmas con mujeres en los papeles protagónicos. El director de Damas en guerra reunió a un elenco encabezado por gigantes de la comedia como Melissa McCarthy y Kristen Wiig, acompañadas por nuevos y brillantes talentos como Kate McKinnon y Leslie Jones. Algunos de los actores originales aparecieron en pequeños cameos: Aykroyd, Murray, Hudson, Weaver y Annie Potts.
Antes de que se estrenara la película, un grupo de “fanáticos” comenzó una campaña en redes sociales contra las Cazafantasmas mujeres. Al grito de “arruinaron mi infancia” (una idea extraña, teniendo en cuenta que la película original y su secuela no fueron modificadas y pueden verse en cualquier momento), estas personas se quejaron del cambio e insultaron a todos los involucrados en el proyecto. Jones, una comediante afroamericana muy celebrada por su trabajo en Saturday Night Live, abandonó Twitter, afectada por los mensajes misóginos y racistas que le llegaron.
Esta batalla insólita puede comprenderse un poco mejor si se la lee dentro del contexto político y social de los Estados Unidos en ese momento cercano a las elecciones que enfrentaron a Trump y Hillary Clinton. Las cazafantasmas representaron para una parte de la sociedad norteamericana la agenda progresista de Hollywood.
La película en sí misma no tuvo la fuerza necesaria para contrarrestar el discurso que acompañó su estreno. Si bien el elenco se luce, el film no logra despegar y queda en un segundo plano detrás de otras grandes comedias escritas y dirigidas por Feig, como Spy: una espía despistada o Chicas armadas y peligrosas. No es casual que esos dos títulos sean ideas originales y no un intento de revivir una franquicia con más de 30 años.
Cazafantasmas recaudó 229 millones en la taquilla mundial, un número que no está nada mal, pero teniendo en cuenta su presupuesto de 144 millones, está claro que no fue el éxito que el estudio y los productores esperaban.
Ese resultado podría indicar que la franquicia de Los Cazafantasmas quedaría guardada en el arcón de los recuerdos. Pero Hollywood siempre pide revancha para seguir exprimiendo el material que alguna vez le dio dinero. Y esta vez, el hidalgo concepto de “cuidar el legado” sería la excusa perfecta para el regreso.
Jason Reitman, hijo de Ivan, ya había construido una filmografía propia, interesante aunque despareja, cuando decidió encarar el proyecto de una nueva película de Los Cazafantasmas. El guionista y director de Gracias por fumar, Juno y Amor sin escalas, entre otros films, estaba acostumbrado a películas de menor presupuesto, con efectos visuales mínimos y un tono más cercano a la comedia dramática para adultos que al entretenimiento familiar. Sin embargo, tomó la posta de su padre.
Ghostbusters: el legado pone en el centro de la escena a la familia de Egon Spengler, el personaje interpretado por Harold Ramis, quien murió en 2014, a los 69 años. La acción se muda de Nueva York a Oklahoma e introduce una serie de personajes nuevos: la hija de Spengler (Carrie Coon) y sus hijos adolescentes, Trevor (Finn Wolfhard) y Phoebe (McKenna Grace), con un look que la convierte en un calco de Ramis. Es ella quien se interesa por el legado de su abuelo como uno de los Cazafantasmas, ayudada por su profesor Gary, interpretado por Paul Rudd.
El elenco se completa con otros dos personajes adolescentes y, lo más importante para apaciguar a ciertos fans, vuelven Hudson, Aykroyd, Potts, Weaver y, sí, también Murray, quien no debe poder creer que aun esté haciendo películas de los Cazafantasmas.
El film de Jason Reitman ignora los eventos de la película de Feig, retomando la historia como si nada hubiese pasado en el universo Ghostbusters luego de la secuela de 1989. “Es mi carta de amor a Los Cazafantasmas… Quiero hacer una película para mis compañeros fanáticos de Los cazafantasmas”, dijo Jason Reitman, citado por la revista People, sobre el proyecto, lo cual despertó polémica, porque se entendió que quería decir que el film de 2016 no había tenido en cuenta a los fans. El director aclaró luego en Twitter que no pensaba eso y expresó su admiración por Feig.
La explicación no fue suficiente para Leslie Jones, quien escribió sobre el tema en su autobiografía: “Traer la idea de ‘devolverle la película a los fans’ es un claro reconocimiento a todos esos perdedores que nos atacaron por hacer una película con protagonistas mujeres”.
Más allá de la polémica, Ghostbusters: el legado tuvo un buen rendimiento en la taquilla, a pesar de haber recaudado menos que Cazafantasmas. Con algo más de 203 millones de dólares en la taquilla mundial, su presupuesto de 75 millones aseguró una ganancia aceptable.
De hecho, el resultado fue suficiente para que el estudio le diera luz verde a una nueva película, Ghostbusters: apocalipsis fantasma, que se acaba de estrenar en la Argentina. Jason Reitman escribió el guión junto con Gil Kenan, quien dirigió el film. Con el regreso de los mismos personajes de la película anterior y los actores que los interpretan, incluidos los Cazafantasmas originales, el volumen de la nostalgia se subió un poco más, regresando a Nueva York y a la estación de bomberos de la original. La novedad pass por un nuevo villano, una especie de super-espíritu cuyo poder es matar de miedo y congelar todo lo que se cruza.
La más reciente adición al universo Ghostbusters es una nueva búsqueda del equilibrio entre la nostalgia y la novedad, ese punto justo para que todos queden contentos. Claro que es difícil de conseguir y pocas películas lo logran, pero eso no inhibe a la industria cinematográfica de seguir enfocándose en las franquicias. Así, Los Cazafantasmas parecen condenados al eterno retorno.
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