Los actores ya no son intocables: del star system al brand system
Hollywood ha abandonado a sus estrellas como argumentos de venta de sus películas y se ha concentrado en reciclar franquicias y secuelas
Si uno está interesado en el cine, Los intocables –que cumplió muy lozanamente 30 años hace unos meses– es una película que suele volver, que nunca queda en el olvido. Puede ser porque Brian De Palma nunca se aleja del todo. O porque recordamos el momento de justicia del Oscar otorgado a Sean Connery como mejor actor de reparto. O porque pensamos en cómo De Palma cita la historia del cine y nos la exhibe con placer y fruición, en especial con las escaleras que nos llevan a El acorazado Potemkin, de Eisenstein.
Y vuelve a esta columna, además, porque es una de esas películas que en 1987 se conectaba con la idea de un star system, un sistema industrial de cine que se apoyaba fuertemente en sus estrellas. Una película que proponía una versión fílmica de una serie pero que sobre todo vendía el protagónico de Kevin Costner , estrella del momento, y su interacción con Connery, y además contaba la presencia de Robert De Niro como villano. Si uno revisa la taquilla de ese año en los Estados Unidos, verá que Los intocables fue la sexta película más vista. Arriba de la obra maestra de De Palma estaban Tres hombres y un bebé, que tenía a actores taquilleros del momento como Tom Selleck y Steve Guttenberg; Atracción fatal, con Michael Douglas y la consagración para Glenn Close; Un detective suelto en Hollywood II, con Eddie Murphy, notoriamente exitoso en los ochenta; Buenos días, Vietnam, con Robin Williams; Hechizo de luna con Cher, Nicolas Cage, Olympia Dukakis y Danny Aiello, que obtuvo sendos Oscar para las actrices. Abajo de Los intocables venían El secreto de mi éxito con Michael Fox; Dos policías al acecho, protagonizada por Richard Dreyfuss y Emilio Estevez; Arma mortal, con Mel Gibson y Danny Glover; y Dirty Dancing con Patrick Swayze. Con distintos niveles de importancia en cada caso, eran películas que tenían actores y actrices para identificarse, para presentarse, para venderse, tanto es así que al ver los afiches detectamos el peso insoslayable de sus figuras, la preponderancia de sus cuerpos, de sus rostros.
Corte. En el presente, en noviembre de 2017. Han pasado tres décadas y las diez películas más vistas hasta este momento en el año en curso son éstas: La Bella y la Bestia, que en términos de estrella actoral ofrece a Emma Watson; Mujer Maravilla, que presentó a una casi desconocida como Gal Gadot en el rol protagónico; Guardianes de la Galaxia vol. 2, que tiene a Chris Pratt, Zoe Saldana, Kurt Russell y las voces de Vin Diesel y Bradley Cooper; Spider-Man: de regreso a casa, cuyo protagonista es Tom Holland y tiene algunos nombres más famosos en roles secundarios; la animada Mi villano favorito 3, que en inglés puede promocionarse con las voces de Steve Carell y Kristen Wiig pero que en otros idiomas no las tiene; Logan que ofrece a Hugh Jackman; Rápidos y furiosos 8, serie de películas que ha sobrevivido incluso a la muerte de uno de sus protagonistas y en el camino fue ubicando más en el centro de las peripecias a Dwayne Johnson y Vin Diesel; Dunkerque, que hasta se ha jactado de no tener actores famosos en sus roles protagónicos; la animada Lego Batman: la película, que para sus voces en inglés ofrece algunos nombres conocidos; y por último ¡Huye!, gran sorpresa independiente cuya actriz más famosa es Catherine Keener. Si si vemos los afiches de las ganadoras de este año cerca de terminar, el peso de los actores y actrices es muy distinto al de las diez más vistas de 1987. Lo más destacable es el rostro de uno de los protagonistas de Dunkerque, y el cuerpo (pero a contraluz) de Jackman en Logan. No parece ser casual. En 1987 las estrellas estaban por encima de los personajes, en parte por una razón muy sencilla: en la mayoría de los casos a esos personajes no los conocíamos. 2017 plantea otras coordenadas: importa que reconozcamos no solo al personaje que viene de películas anteriores sino que además notemos velozmente una marca reconocible, un diseño al que estamos habituados, un logo, algún rasgo que nos diga que la propuesta en cuestión no es del todo nueva y que es parte de algo ya probado con éxito.
De las 10 del top ten de 1987 había una remake de un éxito francés (Tres hombres y un bebé), una película basada en una serie (Los intocables) y una secuela (Un detective suelto en Hollywood II). Las otras siete eran propuestas de alguna manera “novedosas” (claro está que estéticamente era mucho más novedosa Los intocables que un artefacto como Atracción fatal, pero esa es otra discusión). En 2017, de las 10 más exitosas tenemos ocho películas en modo remake / secuela / marca previa / universo previamente probado y/o asociado a otras películas con el mismo sello de venta, la misma marca en el orillo. Sólo dos de las diez son propuestas originales que no cuentan con ese apoyo: Dunkerque y ¡Huye!, que ocupan los puestos 8 y 10.
No se puede decir que sea ilógico. En 1987, en una industria en la que los actores y las actrices todavía tenían peso y llevaban gente a las películas por el atractivo de su presencia, era más viable presentar propuestas nuevas. Hoy, en un cine en el que la marca a vender está en primer plano, casi de forma ostentosa, deja de ser tan importante quién encarna a los personajes, dejan de ser tan fuertes los intérpretes (por poner un solo ejemplo, desde 2002 llevamos tres actores distintos para el Hombre Araña).
Y volvamos a Los intocables: además de sus numerosos méritos, nos revelaba a un actor extraordinario que estaba en ascenso y que tendría sus años de mayor éxito entre fines de los ochenta y principios de los noventa. Se trataba de Andy Garcia, que poco después tendría un lugar central en El Padrino III. Su carrera posterior, desde mediados de los 90, no estuvo a la altura de lo que prometía, de lo que queríamos de él: ¿se habrá equivocado al elegir sus roles o tuvo la mala suerte de surgir en un momento en el que el cine entraba en crisis, para luego dar paso a un star system que empezaba a subordinarse cada vez más al sistema de las marcas reconocibles, a las franquicias, o algo que podríamos denominar llamar brand system? Al verlo lucirse como presidente de los Estados Unidos en la reciente Geo-tormenta nos damos cuenta, una vez más, de cuánto de Andy Garcia nos hemos perdido.
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