A las cinco de la tarde de un jueves, en un barcito de Belgrano -el barrio donde creció- Lorenzo "Toto" Ferro se arma un cigarrillo de tabaco. Se termina, para él, un año distinto a los otros 19 que le han tocado vivir. Es el año de los cinco millones de espectadores para el cine argentino, de los cuales El Ángel, la película que Ferro protagoniza, se lleva 1.300.000. Con la calma de alguien que parece tener las cosas bajo control, Ferro termina de rolar su seda, la enciende, la fuma.
Ah, fumás en serio. Pensé que solo en la película.
No, sí, fumo. Igual para la película usé unos cigarrillos medio mentirosos, eran de hierba.
¿De hierba?
Sí, legales, ja. No sé dónde los pidió el Chino Darín, de España se lo mandaban. Le dije: pedime unos a mí también. Imaginate que en una escena te terminás fumando un atado a las siete de la mañana, no podés.
Toto dice que escucha Dylan y Atahualpa Yupanqui. Que mira Kubrick. Que del freestyle (solía batallar en las plazas) y el trap (acaba de lanzar un video donde incursiona en el género) se fue moviendo hacia los grandes clásicos. Es un chico que está armando su bliblioteca imprescindible, como si supiera que la ruta es larga. Todo esto en el año en que irrumpió en la escena del espectáculo con un carisma singular y una convicción no muy frecuente a esa edad.
¿Cuál fue la experiencia íntima de la fama masiva?
Bueno, tiene su lado bueno. A todo el mundo le gustó la película y en la calle te paran, te felicitan y no es que te vieron en la tele y no saben bien quién sos, pero te felicitan igual. Es que te reconocen, reconocen tu laburo y te lo dicen.
¿Qué sentís ahí?
Al principio, te llena el corazón. Después, el corazón se automatiza un poco y solo dice "gracias" por naturaleza. Escuchaste tantas veces que a alguien le gustó la película, que un poco te anestesiás. Después viene alguien que te dice algo nuevo, te da un enfoque distinto, y ahí volvés a escuchar.
¿Y el lado malo?
Y, la gente está un poco inconsciente, te tratan como un animal. Ya ni te piden una foto, vienen y te la sacan de una, quieras o no.
Te la arrancan.
Claro. Te hacen sentir un fenómeno de circo. El otro día salgo del cumpleaños de Charly (García) y estaban los fotógrafos. Uno me saca y yo me tapé la cara, porque no quería salir, no tenía ganas. "En la presentación de tu película te hacés el buena onda, pero ahora no. Flaco, a vos te falta mucha humildad. Tenés que ser más respetuoso con nosotros", me gritó.
¿Y vos?
No debería haberlo hecho, pero le contesté. "No me hago, soy buena onda. Y en la presentación, estoy vendiendo mi película. Y vos acá querés vender tus fotos a costa de mi vida privada".
Parece la vieja pugna entre los públicos, las multitudes, que piden sangre (ese fotógrafo de algún modo los representa). Y el artista que busca refugio de esa ansiedad.
Sí, yo sé que hoy todo funciona así, pero quisiera quedar lo más afuera posible de esto. Los paparazzis, los medios en general, están acostumbrados a que la gente quiere aparecer, quiere figurar.
Todos lo quieren hasta que aparecen, hasta que figuran. Vos, antes de El Ángel, ¿no querías también?
No sé si aparecer, pero reconozco que me daba intriga conocer de qué se trataba. En mi cabeza, me decía: "Toto, disfrutá ahora porque después este subte, por un tiempo, no te lo vas a poder tomar. Este colectivo, tampoco".
Y cuando empezó a pasar...
Me di cuenta de que no estaba tan bueno. E igual en el cine, después la gente se va olvidando. No es como Tinelli, que no baja nunca.
¿Cómo sigue tu trabajo, qué te gustaría que pasara a partir de ahora?
Me gustaría que siguieran apareciendo personajes interesantes, que la verdad no pasa mucho eso en el mercado argentino. Me ofrecieron mil cosas, pero no vi nada que me tentara.
¿Qué te ofrecieron?
Me ofrecieron un papel en una serie de Netflix, Elite, que ahora en la segunda temporada incorpora un personaje. Era un montón de plata y los de Netflix estaban encantados. Vi la serie y dije: ‘No, no me interesa’.
Es una decisión pesada.
Sí, mi mamá me decía: "Pero Toti, es un montón de plata". Yo le contestaba: "Sí, má, pero si me voy cinco meses a hacer algo que no quiero, voy a sufrir".
Recién vas a cumplir 20 años y ya tenés tu primer NO grande. Contame la cocina de esa decisión.
Dolió. Hubiera sido una gran experiencia irse a España a filmar, conocer un montón de gente. Pensá que me compraba un departamento. Pero me vi al mes de estar ahí con ganas de irme a la mierda. Yo soy muy impulsivo, ¿sabés? Además, en el fondo, no podía engañar: si no me gusta, yo sé que lo voy a hacer mal.
Este fue un año especialmente picante en la Argentina. Un poco como siempre, pero tal vez un poco más. Temas como el aborto legal se llevaron puesta la agenda. ¿Te cruzan a vos las cuestiones del país?
Sí, claro. Aborto, especialmente. Como varón, lo que siento que puedo hacer es apoyar a las mujeres. Creo que el protagonismo es de ellas. Es una lucha de ellas. Y este año la juventud feminista hizo historia.
Las pibas.
Sí, las pibas. Nadie se va a olvidar de lo que hicieron este año. Y tampoco es que queda acá.
¿Fuiste a alguna marcha?
Sí, estuve. Incluso me crucé al lado celeste, para verlos de cerca. Es increíble cómo niegan la realidad. Nacieron con la iglesia, son del año cero, y se quedaron ahí, dentro de su zona de confort.
¿Qué puede hacer un artista joven con esa pugna?
Apoyar las causas, hacerle entender a la gente. Es sería el lado bueno de bla fama, de tener seguidores en Instagram, de que te estén mirando todo el tiempo. Podés aprovechar para impulsar lo que te parece mejor para todos.
¿Tenés Twitter?
Tampoco. Agustín Almodóvar, el productor, el hermano de Pedro, me empezó a seguir y le pareció raro las cosas que yo escribía, no entendía cómo yo podía poner ciertas cosas. Cuando nos cruzamos le dije: es una cuenta fake.
Hay un universo entero que es un fake.
Lo sé. Y no quiero formar parte de él.