Con su mejor film en años, se acerca a su primer Oscar pero él sólo quiere salvar el planeta
Los padres de Leonardo Wilhelm DiCaprio tenían un cuadro sobre su cuna, en el sucio barrio de East Hollywood en Los Angeles en los 70, cuando él era un bebé. La pintura no tenía algo de Peter Rabbit o Jorge el Curioso. No, era una reproducción del pintor holandés El Bosco, los tres paneles de "El jardín de las delicias", una descripción distópica del Paraíso encontrado y perdido. Es uno de los primeros recuerdos de DiCaprio.
"Ves literalmente a Adán y Eva recibiendo el Paraíso", dice DiCaprio, con sus ojos azules mirando de cerca por encima de unos anteojos de sol en un restaurante de Miami Beach que de algún modo logró meter "SoHo" en su nombre. Debajo de la mesa mueve nerviosamente los pies, adentro y afuera de sus alpargatas. Por un momento se distrae del tema de la pintura. DiCaprio acaba de terminar de rodar una entrevista para una película sobre el cambio climático que él mismo está haciendo (el título tentativo: ¿Estamos jodidos?). Estuvo en zonas inundadas en India y en el casquete polar ártico, y ahora está no muy lejos del barrio de Miami en el que una vez, según dicen, se fue de una discoteca con todas las mujeres del VIP. Todos estos lugares, según DiCaprio, pueden ser arrasados por el agua.
Vuelve a la pintura. "Después ves en el medio una sobrepoblación y un exceso, gente disfrutando de los frutos que nos dio el ambiente", dice. Se ríe con una risa triste, puntuada por la sonrisa de DiCaprio que puede ser confundida con una mueca. "El último panel es un cielo negro y chamuscado, con un apocalipsis." Para por un segundo, y se encoge de hombros. "Es mi cuadro preferido."
Leonardo DiCaprio no está tristemente dividido, perdido entre la luz de su vida –un Oscar inminente, una colección personal de fósiles, un Tesla alquilado con chofer–, y la desolación del mundo sobrecalentado en el que vive, con republicanos negadores, y una costa en Bangladesh que puede quedar un 25% bajo el agua para 2050. Quiere que dejemos de usar combustible fósil por completo, y se pregunta dónde estaríamos si hubiéramos destinado miles de millones para encontrar fuentes de energía renovables antes que en la Guerra de Irak.
"Tiene una inquietud intelectual", dice Martin Scorsese, que trabajó mucho tiempo con él. "Devora libros, textos e información."
Un amigo puede decirle a DiCaprio que se relaje, pero eso no va a pasar. "Hay poca gente que tiene la misma comprensión del cambio climático que tiene este tipo. Leo es un nerd", dice Mark Ruffalo, quien acaba de unir fuerzas con DiCaprio para el Solutions Project, un grupo de científicos y estrellas que esperan llevar a Estados Unidos hacia el uso completo de energía renovable. "Se está jugando el pellejo."
La perspectiva de "la vida es corta y salvaje" según DiCaprio permeó todas sus elecciones cinematográficas desde Titanic, especialmente en su trabajo con Scorsese, desde Pandillas de Nueva York hasta El lobo de Wall Street. Ahora protagoniza Revenant: El renacido, la desalentadora historia de un cazador, Hugh Glass, cuyo cuerpo es arruinado por una osa muy enojada, y quien pierde a su familia en manos de la malicia del Hombre Blanco. (Para peor, debe usar una barba de Moisés.)
Eventualmente, Glass es traicionado por un hombre con medio cuero cabelludo. Lo dejan para que se muera, salta con un caballo por un acantilado, duerme sobre su cadáver y mastica el hígado de un bisonte. Permanece en silencio durante semanas. Estos son los momentos más livianos, entre flechas que revientan arterias y cuchillos que extirpan testículos. Durante la toma estilo Fitzcarraldo en las Rockies canadienses y en Argentina, el director Alejandro González Iñárritu agotó a su equipo. Iñárritu dice que en los descansos, DiCaprio y él se mordían su propio vello facial para pasar el tiempo.
Después de esta experiencia, ¿DiCaprio hará una comedia liviana del estilo de Atrápame si puedes? De ninguna manera.
"Me gustaría hacer algo aun más oscuro", dice DiCaprio con una sonrisa diabólica. Sabe que suena un poco loco. "No sé, por ejemplo, ¿cómo se podría entrar en la mente de alguien como Travis Bickle en Taxi Driver? Hay una palabra en alemán que no existe en inglés que es schadenfreude. Significa ‘placer por la desgracia ajena’." Sonríe. "Es lo que veo a veces cuando veo a algunos políticos, pero se puede hacer en películas, como cuando Travis Bickle lleva a Cybill [Shepherd] al cine porno para su primera cita. Vos pensás: ‘¡No, Dios, no hagas eso por favor!’."
No todo es tan oscuro. Todavía hay actrices jóvenes, buceo y amigos empresarios industriales llamados Vlad con yates gigantes. Le pregunto, más tarde, si tiene miedo de caer en un crepúsculo, como el personaje de una película sobre un desafortunado viaje en barco de 1912.
"Me esfuerzo por crear un equilibrio."
¿Exitoso?
"Veremos."
Se disculpa y se para. Es hora de subirse a un helicóptero y mirar la expansión suburbana que está amenazando a los Everglades. Le da una pitada a un vaporizador, y exhala un olor a jarabe que me hace querer comer panqueques. Se pone una gorra y sale por la puerta de atrás del restaurante. Su Tesla con chofer sale volando al helipuerto. Un tipo que quedó atrás habla a un aparato en su muñeca, probando sin querer que Leonardo DiCaprio no es sólo un hombre, sino una mercancía orgánica que puede usarse para hacer el bien o el mal.
"Ya salió el paquete. Repito: salió el paquete."
***
Aqui está la pregunta provisoria: ¿Es este el año en el que Leonardo DiCaprio finalmente gana un Oscar, luego de cuatro nominaciones?
"Claro, a todo el mundo le gusta que lo reconozcan, pero eso no está en mis manos. Otra gente controla esas cosas", me dice DiCaprio mientras se prepara para una entrevista con un experto en huracanes. "Eso ayudaría a la película, la acercaría a más gente."
El renacido es como un guacamole gratis para los críticos de cine, con el director de Birdman, Iñárritu, al volante, y el mejor director de fotografía vivo, Emmanuel Lubezki, rodando paisajes que son más Terrence Malick que el propio Malick. Pero puede ser algo difícil de venderles a los clientes que quieren ir a gastar su dinero en una cita en el cine. Hay sólo dos personajes femeninos en la película. Una es asesinada; la otra es violada por una pandilla de cazadores franceses. La película dura 156 minutos y se vuelve rápidamente evidente que cualquier personaje blanco que no se llame Hugh Glass va a hacer la peor elección moral que te puedas imaginar. Pero la interpretación de DiCaprio es lo que sostiene a este paisaje cinematográfico infernal. (Cuando Iñárritu lo vio con la barba larga, se regocijó: "¡Este tipo es un puto cazador!".) DiCaprio pasa gran parte de la película en silencio, una proeza más difícil de lo que parece.
"Usa su cuerpo, que está herido, y un par de ojos para expresar tantas emociones en planos de hasta seis u ocho minutos", dice Iñárritu. "Tiene que hacernos creer que tiene frío, que está herido, que está devastado, que está enojado, que perdió la esperanza. Sin una palabra, tenés que entender lo que este tipo está pensando y sintiendo." Hay una escena en la que DiCaprio encuentra a su hijo muerto y se quiebra. Pero escucha un cuervo cantando más allá de los árboles. Podés verlo absorbiendo la vida y la muerte al mismo tiempo.
"Escuchaba e interactuaba con cada fragmento de la naturaleza y del viento, y reaccionaba a eso", recuerda Iñárritu. "Es lo más difícil de hacer, y en el momento en que lo hizo, yo dije: ‘Este tipo está realmente presente. Tiene éste ritmo, es dueño de ese ritmo’."
***
Para DiCaprio, las raíces de el renacido y de su trabajo con el medio ambiente empezaron con un encuentro con el entonces vicepresidente Al Gore, en 1998. DiCaprio se había criado con una melancolía por criaturas extintas: una vez impresionó a Kirk Johnson, el director del Museo Nacional de Historia Natural, con su conocimiento del alca, un ave que había sido cazada hasta su extinción en el siglo XIX.
"Me acuerdo de que lo que más triste me ponía cuando era chiquito era la pérdida de especies como resultado de la intrusión de los hombres en la naturaleza", dice DiCaprio, cuya casa en Los Angeles tiene una enorme colección de fósiles. Luego menciona tres especies, entre las cuales yo sólo había escuchado de una: "Como la quagga, o el tigre de Tasmania o el pájaro dodo".
Titanic salió en 1997, y DiCaprio pasó de ser una promesa actoral de su generación a ser una de las caras más famosas del planeta. Se dieron las necesarias noticias de mal comportamiento y un montón de novias modelos, algunas de las cuales todavía se filtran en la prensa amarillista, mientras él sigue soltero. Podés preguntarle por eso, pero se lo saca de encima diciendo: "Me gustaba cuando ibas a ver una película y no sabías todo acerca de los actores".
Como Warren Beatty, Robert Redford y Paul Newman antes que él, DiCaprio siempre quiso que lo vieran como algo más que un rompecorazones. Un amigo le arregló una reunión con Gore. El vicepresidente dibujó el planeta y la atmósfera en un pizarrón y le dijo al actor: "¿Vos querés involucrarte en asuntos ambientales? Esto es lo más importante que enfrenta la humanidad y el futuro".
Al principio, fueron sólo apariciones en eventos del Día de la Tierra, y algunas conferencias ocasionales, y después fue la narración de la película sobre el cambio climático, La última hora, en 2007. Pero en la última década, pasó de ser una pasión a convertirse en una obsesión. "Estoy obsesionado con esto", dice DiCaprio. "No hay día en el que no pase un par de horas pensando en esto. Es algo que quema lentamente. No es ‘los aliens están invadiendo nuestro planeta la semana que viene y tenemos que levantarnos y pelear’, pero es algo inevitable, y es horroroso."
Hace un par de años, DiCaprio se encontró con un amigo casual, el actor Fisher Stevens, alguna vez conocido por ser el ex de Michelle Pfeiffer, y la estrella étnicamente ambigua de Cortocircuito 2, pero que ahora es un exitoso productor de documentales. Los dos habían vuelto a conectar mientras filmaban los arrecifes en desaparición en Galápagos, un acontecimiento que se volvió memorable porque el tanque de buceo de DiCaprio se rompió mientras rodaban y DiCaprio tuvo que buscar desesperadamente alguien que lo ayudara. Por supuesto, encontró a Edward Norton, quien compartió su aire con DiCaprio mientras subían lentamente a la superficie evitando golpearse con alguna piedra en el camino.
Stevens y DiCaprio hablaron sobre rodar una película sobre el cambio climático que tuviera a DiCaprio en el rol de un hombre que busca la verdad globalmente. La película sería al mismo tiempo periodismo gonzo y absurda, y tendría testimonios de científicos y líderes como para que te cagaras en las patas. (Tiene algo de los films de Joaquin Phoenix, pero con un DiCaprio con el aspecto andrajoso de El renacido, entrevistando a un limpio Bill Clinton con los edificios de Nueva York detrás.)
Cuando empezaba la pre-producción para la película, aparecieron los fondos para El renacido. En lugar de rechazar uno de los dos proyectos, DiCaprio eligió ver una simetría entre ellos, con Hugh Glass representando a un hombre en la primera parte de la destrucción occidental de la tierra y la exterminación de otras culturas, y el documental ambientado dos siglos después cuando al mundo le llega la factura por todas las violaciones y saqueos. Los vínculos se volvieron más fuertes cuando DiCaprio visitó las infernales arenas petrolíferas de Alberta, Canadá, varias horas al norte de las apasionantes montañas y ríos del set de El renacido. Mientras tanto, la filmación fue obstaculizada varias veces por la falta de nieve, dado que Alberta "disfrutaba" del invierno más caluroso del que se tenga registro. Las conexiones hacían que Iñárritu y DiCaprio sacudieran la cabeza, mientras padecían múltiples retrasos.
"Era un universo paralelo", recuerda Iñárritu. "Lo discutíamos en profundidad. Daba miedo estar retratando cómo empezó todo en este país, y ahora estamos sufriendo, 200 años después las consecuencias de ello. Era un espejo. Fue divertido y horroroso."
"Fuimos ahí con el propósito de descubrir algo y ver lo que la naturaleza estaba diciendo", dice DiCaprio sobre el rodaje. Abre y cierra las manos con frustración. "Eso nunca se articuló directamente, pero fue como: ‘OK, ¿qué pasa si nos ponemos a nosotros en los elementos? ¿Qué vamos a descubrir?’. Lo que me dejó fue un mensaje loco de la naturaleza defendiéndose, y esencialmente deteniendo la producción." Más tarde lo dice sin rodeos. "La gran pregunta es: ¿Es demasiado tarde?"
Mientras el equipo del documental viaja de un lugar desalentador a otro, Stevens tuvo que recordarle a DiCaprio que no se regodeara demasiado en la desesperanza. "Yo soy más luminoso, y él es oscuro", dice Stevens con una sonrisa. "Yo siempre digo: ‘No seas tan jodidamente pesimista, man. Si hacemos una película en la que ya es demasiado tarde, ¿para qué la estamos haciendo?’", Stevens sonríe con esperanza. "Leo entiende eso."
Veremos. DiCaprio tiene la última palabra.
***
Es el domingo después del Día de Acción de Gracias, y Miami Beach está en un interludio somnoliento entre el pavo y las hordas que llegarán más tarde para Art Basel, que es el Sundance del mundo del arte. Stevens y su equipo están preparándose en las oficinas del ayuntamiento del alcalde Philip Levine para preguntarle cómo está amenazando a la ciudad la subida del agua (una línea de investigación parcialmente inspirada en un artículo que escribió Jeff Goodell para Rolling Stone en 2013). DiCaprio llega con aspecto cansado, con una camisa azul a lunares blancos y jeans caídos que dejan ver sus boxers celestes. Se estira teatralmente.
"Creo que anoche dormí demasiado."
Stevens se ríe. "Sería la primera vez."
DiCaprio está con obligaciones paralelas, mientras detalles de El renacido empiezan a filtrarse y su gente tiene que apagar rumores de que él había sido abusado sexualmente por una osa en uno de los pasajes más sangrientos de la película ("No pasa eso"). Después un veterano blogger y crítico de cine dice que le encantó la película pero que no hay modo de que las mujeres se sienten a ver ese festín sanguinario. "Creo que es tonto, y creo que todas las mujeres con las que hablé disfrutaron la película", dice DiCaprio.
Pero después de una rápida sesión de peinado, DiCaprio se pasa al modo guerrero ambiental. Stevens le da una lista de preguntas, pero DiCaprio apenas la lee. Primero, él y Levine hablan sobre amigos en común, incluyendo a Vladislav Doronin, el magnate ruso de la construcción.
"Nuestro amigo en común Vlad te manda saludos", dice Levine, antes de contar una historia de cuando Doronin le ofreció llevarlo a nadar al océano, y Levine hizo un chiste, de que tenía miedo de no volver.
"Vlad es muy divertido", admite DiCaprio, y agrega cuánto le gustan los Aman Resorts, de Doronin, unos hoteles de siete estrellas desparramados por el mundo.
Después empiezan a hablar. DiCaprio le pregunta a Levine si le preocupa la caída en los precios del negocio inmobiliario.
"No voy a hacer que Miami Beach se vuelva una Venecia", dice Levine. "Creo que las propiedades van a seguir subiendo."
DiCaprio no está de acuerdo, y dice que él ya habría abandonado su casa en la playa: "No correría ese riesgo".
Levine quiere mostrarle a DiCaprio el trabajo que la ciudad ostentosa está haciendo para disminuir el impacto de la suba en las mareas, así que nos metemos en el Tesla mientras el alcalde viaja en un SUV negro. DiCaprio entiende que ningún alcalde va a aparecer en público diciendo: "Vendé tu departamento, estamos jodidos", pero no comparte su optimismo. "¿Sabés lo que están haciendo ahora?", pregunta DiCaprio. "Están construyendo edificios altos en los que el lobby puede inundarse y el resto del edificio puede seguir funcionando. Pero tiene razón, los precios siguen subiendo. Es increíble."
Paramos en una sección de calles que la ciudad elevó más de un metro para proveer un bastión contra el mar. Los dos hablan y caminan, mientras la gente que estaba haciendo su brunch dominical mira boquiabierta a una distancia prudente.
Eventualmente llegamos al agua, y es horroroso de una manera afluente. El nivel del agua subió casi al nivel de los muelles, haciendo que las escaleras que bajan al océano sean irrelevantes. DiCaprio y Levine caminan hacia una pared delgada contra el mar, y miran, a través de la bahía, a donde, de casualidad, el yate de su amigo Vlad brilla con luz matinal. El alcalde admite que la ciudad necesita 400 millones de dólares para construir nuevos muros y un sistema de bombas, y para elevar las rutas. Y ese número ni siquiera incluye la arena de las Bahamas.
DiCaprio casi escupe lo que estaba bebiendo.
"¿Las Bahamas?"
El alcalde asiente y dice que la arena de las Bahamas puede ser más barata que la de Estados Unidos.
Durante una pausa en la entrevista, DiCaprio señala a un hombre mayor, tostado, que peina sus lujosas canas en un balcón de un edificio alto.
"Mirá a ese tipo", dice DiCaprio. "No tiene idea de lo que está pasando." DiCaprio lo observa con fascinación, por un momento, y después hace un chiste. "Probablemente sepa que va a morirse pronto, y que no va a tener que preocuparse por esto." Se despide con tristeza del alcalde, y se lleva su botín de gorras de Miami Beach y gemelos al baúl del auto.
Se sienta en el Tesla.
"Las Bahamas, ¿escuchaste eso?"
La conversación vira hacia lugares como Bangladesh, que no tienen el dinero para lidiar con la suba de las aguas. "La historia con el cambio climático va a ser que los lugares con mayor poderío militar van a proteger sus propios recursos", dice DiCaprio, y le da a su vaporizador. "Los miles de millones de personas que no contribuyeron a este problema van a ser los primeros en sufrirlo."
Arriba, el sol intenta atravesar nubes matinales y llevar luz al opaco techo del Tesla. No tiene éxito.
***
La imagen de DiCaprio como un libertino vacío, dándose atracones en su propio jardín de las delicias terrenales –imagen que le quedó de los 90, cuando salía con un montón de rufianes apodados, con sorna, la Pussy Posse– no es más verdadera ni falsa que la que tenían estrellas anteriores como Redford y George Clooney. (DiCaprio terminó hace poco su relación con la modelo Kelly Rohrbach; antes de eso, el mejor rumor era una relación casual con Rihanna.) ¿Fue un mujeriego sórdido? Quizás, pero DiCaprio estaba y está soltero, y podés ver un montón de mujeriegos sórdidos en Buffalo Wild Wings un jueves a la noche. Tuvo un par de merecidos; en 2005, DiCaprio recibió más de una docena de puntos en su rostro de miles de millones de dólares luego de una fiesta en Hollywood Hills en la que una ex modelo lo golpeó con un vaso de vidrio roto, un golpe que probablemente estuviera dirigido a otra persona.
Debajo de esa reputación, hubo un actor dedicado a su arte desde la adolescencia. DiCaprio fue parcialmente criado por un artista underground, su padre, George DiCaprio, un autor y distribuidor de libros de comics. Leo creció en Los Angeles, pero no la Los Angeles de Hollywoodland. Cuando era chico, veía drogadictos en la calle y prostitutas en los hoteles cercanos. Luego de una breve estadía en una escuela progresista cerca de la UCLA, volvió a la escuela de su barrio para terminar la secundaria, donde lo golpeaban con regularidad.
"Yo era un poco bocón, y estaba en un ambiente en el que los elementos se alineaban para tener chicos cagándome a palos cada tanto", me cuenta DiCaprio con una sonrisa.
DiCaprio encontró refugio en las clases de actuación, y empezó a ir a castings, llevado por su madre, Irmelin, su seguidora y crítica más paciente. (Se sabe que ella criticó la autenticidad en el vestuario de sus películas.) Hubo audiciones abiertas, una publicidad de Matchbox, y un año en el que no lo llamaron para nada. Entonces se metió en su cuarto y pasó un año mirando películas bajo la guía de su padre, desarrollando un gusto por películas como Al este del paraíso y A Face in the Crowd.
Sabía que lo que quería hacer era actuar, y empezó a volverse amigo de otros soñadores en los castings, como Tobey Maguire. "Me hice muchos nuevos amigos con los años, pero algunos los mantuve por 25 años", dice DiCaprio. "Hay un nivel de comodidad inherente que no puede ser duplicado ni fabricado. No tenés que ponerte al día, estamos siempre al día."
Tuvo un papel en la sitcom de ABC de 1990, Growing Pains, en el rol que siempre levanta el rating: un chico sin hogar. Pero todo cambió cuando le ganó a Maguire y a otros para el rol principal en la adaptación de Mi vida como hijo, de Tobias Wolff, que protagonizó junto a Robert De Niro. El padre de DiCaprio había llevado a su hijo a una proyección de Fuga a la medianoche un par de años antes, y le había dicho que si quería ser actor, había que mirar a De Niro. DiCaprio pensó que había arruinado el casting por haber gritado sus parlamentos, pero a De Niro le gustó su intensidad.
De Niro le recomendó a Scorsese que contratara a DiCaprio, y cuando el actor y el director trabajaron juntos por primera vez, en Pandillas de Nueva York, de 2002, fue un DiCaprio de 26 años al que mandaron al brownstone neoyorquino de Daniel Day Lewis para convencerlo de que no se retirara, sentado con él en un banco en Central Park.
DiCaprio es reservado acerca de su próxima película, pero estuvo buscando un proyecto que se relacionara con sus ideas políticas. Sueña con lanzar su documental junto con la edición en video de El renacido, y ya compró los derechos para un libro, todavía no escrito, sobre el escándalo de las emisiones de Volkswagen. Todavía falta hacer una buena película narrativa sobre el medio ambiente, insiste DiCaprio; es cuestión de encontrar el proyecto adecuado.
"Todavía no sé cómo hacer esto, pero me encantaría hacer algo que no sean olas golpeando contra el Empire State", dice.
Estamos comiendo en un restaurante elegante de Miami, y merodea una chica perdida, que no tiene idea de que está observando a una de las estrellas de cine más famosas del mundo. DiCaprio se saca los anteojos y ofrece un largo aww. Le pregunto si ve tiempo en su vida para tener una familia. Contesta de manera abrupta, la única vez en nuestros dos días juntos.
"¿Me estás preguntando si quiero traer chicos a un mundo así?", dice DiCaprio. "Si pasa, pasa. Prefiero no entrar en detalles, sólo porque después se vuelve algo que sacan de contexto. Pero sí." Cambia de posición, de manera incómoda, en su silla. "No sé. Articular cómo me siento sobre eso sólo va a traer malentendidos."
Hay una cosa clara: no se va a retirar y encadenarse a la puerta de una planta petrolífera. Tiene que haber una estrategia.
"Tengo un amigo que me dijo: ‘Bueno, si sos realmente un apasionado del ambientalismo, dejá la actuación’", dice. "Pero después te das cuenta de que una cosa va con la otra, y ser artista te da una plataforma." Hace una pausa y exhibe las palmas de sus manos hacia arriba. "No es que la gente necesariamente se tome en serio todo lo que yo digo, pero te da una voz."
***
Una tarde, DiCaprio se dirige en el Tesla a otro encuentro, y quiere dejar algo muy en claro.
"Esta no es mi vida", dice DiCaprio, vestido con la misma ropa del día anterior para mantener continuidad en el rodaje. Me mira atentamente. "No me persiguen publicistas, guardias de seguridad, conductores y todo eso. Esa no es mi vida cotidiana: es mi vida profesional."
La charla pasa a lo que más le gusta hacer: bucear en lugares exóticos. Estuvo en Australia, las Galápagos y varios lugares en el Caribe. Incluso haber tenido que contar con la amabilidad de Edward Norton para sobrevivir no disminuyó su amor por el buceo.
"Debajo de la superficie del mundo en el que vivimos hay un ecosistema hipnótico e increíblemente hermoso", dice DiCaprio, y su rostro se relaja notablemente. "Es un escape total de absolutamente todo."
Hoy se trata de un escape de otro tipo. DiCaprio está parado en una pasarela fuera de un tanque de vidrio gigantesco que simula un huracán en la University of Miami. Mientras el agua golpea una casa modelo en una playa modelo, él hace una broma: "Pasé mucho tiempo en un tanque así para Titanic". Durante 45 minutos, un científico le cuenta a DiCaprio sobre los golpes que recibirá Florida durante el próximo huracán. DiCaprio le da al vaporizador durante una pausa e intercambia una mirada con Stevens que sugiere: "Intentá ponerle un final feliz a esto".
DiCaprio se despide del equipo y dice que los verá de nuevo en París para la conferencia sobre el cambio climático. Sabe que una de las primeras cosas que le van a enrostrar los conservadores es la cantidad de combustible usada por los asistentes.
"No hay modo de que no seamos todos unos hipócritas", dice DiCaprio. "Construimos esto. Nuestra sociedad entera está basada en el petróleo. Todo lo que ves existe por los combustibles fósiles. El día que haya un modo sustentable de viajar, seré el primero en la fila."
Para DiCaprio, el viaje valió la pena. Luego de que se firmara el Acuerdo de París, declaró: "Esto nos da una oportunidad de salvar el planeta. No hay tiempo que perder. Esto marca el final de la era del combustible fósil."
Pero para eso falta una semana. Ahora tiene un par de horas de descanso con sus amigos del arte. En el camino al centro de la ciudad, le digo que su intensidad sobre el calentamiento global es, bueno, intensa.
"¿Te diste cuenta, no?", dice. "Esto tiene que ser el mayor movimiento humano de la historia, y se necesita que participen todas las religiones, todos los países y todos los individuos."
Llegamos a una galería de arte elegante que no exhibe ninguna señal del apocalipsis inminente. Los guardias de seguridad rodean el auto. Empiezo a despedirme, pero DiCaprio me pone la mano en el brazo. "No te preocupes, no voy a saltar del auto." Sigue un par de minutos más, hablando de un nuevo aliado en la pelea. "Finalmente tenemos un Papa por primera vez que habla, a través de su encíclicas, y que se alineó con la ciencia moderna."
Alguien golpea la ventana. Es hora de irse. DiCaprio abre la puerta, y el probable próximo ganador del Oscar al Mejor Actor está inmediatamente rodeado de asistentes. Se da vuelta y grita, por encima de su hombro, con una sonrisa: "¡Fue un placer hablar con vos, bro!".
Por un momento, Leonardo DiCaprio parece un chico sin preocupaciones.
Por Stephen Rodrick
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