Legítimo rey: en Netflix, una "secuela" de Corazón valiente con Chris Pine
Legítimo rey (Outlaw King, EE. UU.-Reino Unido/2018). Dirección: David Mackenzie. Guion: Bathsheba Doran, David Mackenzie, James MacInnes, David Harrower y Mark Bomback. Fotografía: Barry Ackroyd. Dirección de arte: Donald Graham Burt. Música: Tony Doogan y Lucie Treacher. Edición: Jake Roberts. Elenco: Chris Pine, Florence Pugh, Aaron Taylor-Johnson, Billy Howle, Stephen Dillane, Tony Curran. Duración: 121 minutos. Disponible en Netflix . Nuestra opinión: buena
Para todos los escoceses, Robert the Bruce (1274-1329) fue un rey legítimo con todas las letras. La historia lo ratifica: se hizo coronar en 1306 y su reinado como Robert I puso fin a la ocupación inglesa en Escocia. En ese sentido, Robert es considerado como un héroe nacional, detrás por supuesto del legendario William Wallace, aquél personaje de estatura mítica que Mel Gibson transformó en gran héroe universal del cine gracias a Corazón valiente (1994). Después de que Wallace fue capturado y ejecutado en Londres, Robert the Bruce personificó esa causa y la lideró.
Ahora, Robert the Bruce tiene su propia película, una especie de secuela no oficial de Corazón valiente, estrenada por Netflix en la Argentina con un título que seguramente desagradaría a cualquier escocés. No es por la falta de sustento de las aspiraciones monárquicas de Bruce (la historia termina avalando su legitimidad, como dijimos), sino porque lo de "legítimo rey" contradice de manera flagrante el título original. En la trama de esta ambiciosa producción angloestadounidense dirigida por David Mackenzie (autor de la magistral Sin nada que perder), Robert es una persona fuera de la ley (traducción literal del inglés "outlaw"), un forajido y un criminal para las fuerzas de ocupación inglesas. Un rey proscripto, adjetivo mucho más apropiado al que recurrió la plataforma para su estreno en España.
Lejos de la libertad y la fusión de géneros que convirtieron a Sin nada que perder en una de las grandes películas del cine estadounidense independiente de los últimos tiempos, Mackenzie instaló en su Escocia natal un relato histórico más bien convencional, con la crudeza imaginable de los tiempos medievales. Esta representación alcanza su clímax en la extensa secuencia que reconstruye con feroz, brutal y sangriento realismo la batalla de Loudoun Hill (1307). En esta postura, Legítimo rey parece seguir los pasos de Corazón valiente, pero lejos de la intensidad y el magnetismo de la película de Gibson. Aquí todo resulta bastante más esquemático en términos de conflictos y en las motivaciones de los personajes. Con un plantel de cinco guionistas, como ocurre en este caso, parece difícil llegar a otra cosa.
Lo que sí consigue Mackenzie es conferirle un envoltorio visual bastante atractivo a algunas acciones clave, como las batallas y la descripción de ciertos rituales y ceremonias. También hay abundancia de tomas aéreas en la majestuosa geografía escocesa, un paisaje que en ciertos momentos (no muchos) de genuina inspiración parece fusionarse con el temperamento de los personajes. Pero ese despliegue termina siendo casi incompatible con las dimensiones de las pantallas en las que se verá esta película. El lugar natural para ver Legítimo rey es una sala de cine de grandes dimensiones, pero esa oportunidad sólo estuvo al alcance de unas pocas centenas de espectadores en los festivales de Toronto (donde la vio el autor de estas líneas) y de Londres.
La comparación con Corazón valiente también aparece inevitable en el caso del protagonista. Hace casi 25 años, Gibson hizo un retrato inolvidable de Wallace. Podemos descubrir todo el tiempo el arrojo y las convicciones más profundas del personaje. A Chris Pine , en cambio, Robert the Bruce parece quedarle un poco grande, al punto de que se habla más de su brevísimo desnudo frontal que del resto de las características del personaje y el modo elegido por el actor para encarnarlo. Mientras tanto, ya se habla de dos secuelas para los próximos años.
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