Lavado de cerebro para borrar penas
"Eterno resplandor de una mente sin recuerdos" ("Eternal Sunshine of the Spotless Mind", EE.UU./2004, color), Dirección: Michel Gondry. Con Jim Carrey, Kate Winslet, Kirsten Dunst, Mark Ruffalo, Elijah Wood, Tom Wilkinson. Guión: Charlie Kaufman, sobre un argumento de Kaufman, Michael Gondry y Pierre Bismuth. Fotografía: Ellen Kuras. Música: Jon Brion. Edición: Valdis Oskarsdottir. Presentada por United International Pictures. Duración: 107 minutos. Sólo apta para mayores de 13 años.
Nuestra opinión: muy buena
Cuando es de verdad, el amor puede resistir un lavado de cerebro. Por lo menos, es una de las hipótesis que propone este rompecabezas delirante, construido con habilidad e inteligencia, envuelto en un tibio clima romántico y no carente de algún dejo de ligera melancolía.
Resultado del feliz encuentro entre el ingenioso Charlie Kaufman y el realizador francés Michel Gondry, cuya inventiva visual descolló en decenas de clips musicales, "Eterno resplandor de una mente sin recuerdos" no es un film de ciencia ficción aunque su enredo tenga como eje una intervención cerebral mediante la cual es posible borrar el contenido de determinados sectores de la memoria. El artificio sirve como pretexto para deconstruir una historia de amor e investigar todo lo que incide en nuestra conducta amorosa, desde las propias experiencias afectivas hasta las emociones más recónditas almacenadas en el inconsciente. Una parte importante del film transcurre en el interior de la mente, territorio familiar para Kaufman, según lo prueban sus provocativas ficciones de "¿Quieres ser John Malkovich?", "El ladrón de orquídeas" o "Confesiones de una mente sin recuerdos". Y hasta allí se llega, gracias a la técnica desarrollada por una compañía nada casualmente llamada Lacuna, que ofrece sus servicios a quienes deseen suprimir de su memoria episodios de su vida que les resulten dolorosos. Es una compleja técnica que se vale de la más avanzada tecnología para determinar la ubicación dentro del cerebro de cuanta imagen se relacione con dicho episodio, o más precisamente con el personaje que se quiere olvidar, ya que los pacientes del imperturbable doctor Mierzwiak suelen acudir agobiados por penas de amor y decididos a suprimir de su cerebro a quien despertó ese sentimiento antes tan luminoso y hoy tan desgarrador.
Como el film invita a entrar y salir en un laberinto mental colmado de sorpresas surrealistas, de saltos en el tiempo y cambios de perspectiva, sería poco prudente adelantar demasiados detalles anecdóticos. En un principio sólo vemos al timorato Joel despertar una mañana con visible malestar, decidir un brusco cambio de andén cuando debe tomar el tren para ir a su trabajo y aparecer en una playa donde tras algún titubeo inicia una aventura amorosa con Clementine, una muchacha excéntrica y vivaz que suele cambiar de humor con la misma frecuencia con que cambia el color de su pelo. Pronto, sin embargo, cuando de buenas a primeras ella lo desconozca, sabremos que ya ha habido entre ellos una larga relación, que el final fue desdichado y que por eso la chica ha recurrido a Lacuna para liberarse del doloroso recuerdo de su ex. Y también que a Joel no le ha quedado otro remedio que intentar lo mismo, aunque en medio del tratamiento vacile acerca de la sensatez de su decisión y ofrezca tenaz resistencia. La compleja estructura del film permite reconocer dos niveles: uno transcurre íntegramente dentro del cerebro de Joel; en el otro vemos "trabajar" a los informales asistentes del doctor Mierzwiak (y después, cuando las cosas se complican, al propio facultativo) mientras vigilan que los recuerdos vayan apagándose en riguroso orden, comenzando por los más frescos y avanzando siempre hacia el pasado.
El film alterna la realidad y el delirio mental, juega con los tiempos, repite situaciones cambiándoles la perspectiva o alterándolas parcialmente, pone las mismas líneas de diálogo en distintas voces. Bien puede suceder que ese ir y venir vertiginoso (que a veces reitera ideas o se vuelve más complejo de lo necesario) genere en el espectador alguna sensación de extravío. Pero el viaje es fascinante, y no sólo por los hábiles planteos de Kaufman, que rozan muchos temas arduos y cuya inventiva brilla especialmente desde el momento en que el muchacho decide conservar su amor y busca proteger el recuerdo de su chica escondiéndola de sus "perseguidores" en los rincones de su memoria donde nunca pudo haber estado (por ejemplo, en la infancia). Lo es en buena medida también porque Gondry concibe las más sorprendentes imágenes para hacer visible el proceso que se desarrolla en el cerebro y porque consigue dar coherencia formal al rompecabezas sin desatender el delicado tono romántico que justifica todo, sin el cual el film podría reducirse a un show de ingenio desprovisto de emoción. A esto contribuyen decididamente los actores y en especial la notable química que se percibe entre los dos protagonistas: un Jim Carrey volcado hacia adentro, casi susurrante y sorprendentemente sutil al traducir sus emociones, y una Kate Winslet, que tiene la vitalidad de Clementine, su desparpajo, su inestabilidad y también su sensibilidad a flor de piel. Tom Wilkinson le presta su mansa autoridad al "liberador" de recuerdos penosos, y Mark Ruffalo, Elijah Wood y Kirsten Dunst son los colaboradores que de uno u otro modo hacen posible que el amor supere la prueba del lavado de cerebro, aunque atreverse a vivirlo signifique exponerse al riesgo del desgaste, la rutina, el desapego y el dolor.
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