Las tentaciones de Juan Duarte
"Ay Juancito" (Argentina/2004). Dirección: Héctor Olivera. Con Adrián Navarro, Inés Estévez, Leticia Brédice, Laura Novoa, Jorge Marrale, Norma Aleandro, Alejandro Awada y otros. Libro cinematográfico: Héctor Olivera y José Pablo Feinmann. Fotografía: Willi Behnisch. Música: Osvaldo Montes. Dirección de vestuario: Horace Lannes. Presentada por Aries Cinematográfica Argentina. Duración: 115 minutos. Calificación: sólo apta para mayores de 16 años.
Nuestra opinión: buena
Durante la época dorada de la presidencia de Juan Domingo Perón, muchos nombres se ligaron a esos años en que ese general, tan amado como repudiado, fue sinónimo de poder absoluto en el país. Pero, posiblemente, Juan Duarte dominó como pocos el amplio espectro en el que se movían, entre sombras, escándalos y corrupciones, algunos políticos y funcionarios sedientos de dinero .
¿Cómo llegó Juan Duarte a la cima de esa montaña edificada sobre promesas incumplidas y mentiras cotidianas? ¿De qué forma se transformó, de simple vendedor callejero de jabones, en secretario privado de Perón? ¿Qué oscuros caminos lo acercaron a la gloria y lo llevaron a una muerte tan misteriosa como, todavía hoy, escondida en los pliegues más insondables de la historia?
Soltero, seductor, buen mozo y simpático, Juan Duarte entró de la mano de su hermana Eva a ese mundo en el que la ambición y la política repartían dádivas y miraban distraídas el dinero que se escurría de las arcas del Estado. Juan Duarte -Juancito para los íntimos- deseaba tanto el poder como esa sensación de ser invencible en sus caprichos y en sus decisiones. Eran años en que el cine argentino hacía refulgir a las estrellas más hermosas y fotogénicas en las pantallas de toda América, y ahí estaba Juancito con su sonrisa compradora y su estampa varonil para conquistar a las actrices de moda. Dividía sus deseos sexuales entre una rubia comprensiva y una pelirroja celosa, sin desperdiciar conquistas ocasionales que abarcaban desde jovencitas deseosas de triunfar en la pantalla de plata hasta empresarias maduras sedientas de caricias.
Describir el ascenso y el ocaso de Juan Duarte fue, para el director Héctor Olivera, un desafío que venía acariciando desde hace mucho tiempo. Y el realizador de "La Patagonia rebelde", "La noche de los lápices" y "El caso María Soledad", por nombrar sólo algunos títulos de su impecable filmografía, logró, finalmente, convertir en realidad su viejo sueño. No era tarea fácil reconstruir un Buenos Aires de las décadas del cuarenta y del cincuenta y dotarlo de ese clima tan popular como frívolo en que se desarrollaba el gobierno peronista y, dentro de él, se movía ese Juancito entre el lujo de su departamento y de sus automóviles último modelo. No era tampoco fácil recrear a ese personaje y a su entorno dentro de situaciones que la historia todavía no pudo o no supo esclarecer.
Si bien Olivera logró, con la ayuda de una excelente escenografía, de un impecable vestuario de Horace Lannes y de una ajustada música de Osvaldo Montes, un marco visual y auditivo de primer nivel, el guión, que el cineasta compartió con José Pablo Feinmann, se apoyó en un derrotero demasiado simplista para desarrollar la apasionada existencia de ese Juancito que, en la piel de Adrián Navarro, se acerca más a la maqueta que a la sinceridad.
Por momentos, el film apunta a la visión espontánea y permite seducir con su engranaje de verdades y mentiras y, a veces, cae en innecesarios golpes melodramáticos -las secuencias de su muerte son evidentes ejemplos de ello- que lo alejan de su auténtico rumbo. Pero mucho más allá de estas puntualizaciones y objeciones, "Ay Juancito" demuestra, una vez más, que Héctor Olivera retoma su senda para presentar en la pantalla grande hechos y figuras que, entre la polémica y la nostalgia, retratan una Argentina tan reciente como dramática. Si bien la labor de Adrián Navarro, un actor que aquí hace su debut cinematográfico, adolece de cierto esquematismo, los trabajos de Inés Estévez, Leticia Brédice y Norma Aleandro se lucen en intensidad y pasión, en tanto que Laura Novoa compone con capacidad profesional a una Eva Perón de tensa humanidad. Pero sin duda el trabajo de Jorge Marrale (un Perón impecable) sobresale por su contenida composición, atenta a los más sutiles toques de veracidad. Sin lograr totalmente su cometido, "Ay Juancito" es una producción que vale tanto por su esfuerzo como por su intención valorativa de un personaje que, desde las sombras, ocupó un lugar de privilegio en los años más ardorosos del peronismo.
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