Las pandemias según Hollywood, de Contagio a La peste
A pesar de la distancia y del calor sofocante que, en teoría, iban a actuar como barreras protectoras, el Covid-19, conocido familiarmente como "el coronavirus" (aunque es apenas uno de los muchos coronavirus existentes), llegó a la Argentina. Ya veníamos sufriendo un contagioso brote de paranoia alimentado diariamente por las imágenes de los noticieros, que actualizan en tiempo real la cifra global de infectados, y por el sostenido consumo de relatos apocalípticos al que nos entregamos en nuestras pantallas gracias a las redes sociales.
Netflix hizo su oportuno aporte con el estreno de una serie documental titulada Pandemic, cuya contribución para llevar tranquilidad al público es la hipótesis de que en cualquier momento el mundo será golpeado por un virus contra el que nada se podrá hacer y morirán millones de personas ("no es cuestión de preguntarse si sucederá sino cuándo lo hará", dice un especialista en el programa, replicando una expresión usada habitualmente por los profetas del impacto de un asteroide). La plataforma de streaming también repuso Epidemia (Wolfgang Petersen, 1995), un thriller con Dustin Hoffman sobre la aparición de un virus africano con "100% de mortalidad" en un pueblo de los Estados Unidos, y Flu (Kim Sung Soo, 2013), film surcoreano que narra el contagio masivo de una nueva y mucho más infecciosa cepa de gripe A, cuya mezcla de humor infantil, acción y melodrama puede provocar síntomas similares a los del coronavirus en el espectador incauto.
En Pánico en las calles, film noir del gran realizador Elia Kazan estrenado en 1950, Richard Widmark interpreta a un oficial de sanidad que tiene 48 horas para identificar el origen de un brote de peste bubónica en Nueva Orleans, antes de que se desate una histeria masiva. Previsiblemente, descubre que el paciente cero es un inmigrante ilegal que ingresó a los Estados Unidos en un barco mercante. La búsqueda de otros infectados se realiza en los bajos fondos, habitados por personajes oscuros de gruesos acentos eslavos. El extranjero es aquí no sólo el origen de la plaga sino también una amenaza para la seguridad nacional, ideas que estaban imponiéndose en esos años de la Guerra Fría, impulsadas por el entonces director del FBI J. Edgar Hoover y que llevaron a la caza de brujas del macartismo, con el que Kazan fue acusado de colaborar. Esta película no solo establece claramente el vínculo entre extranjería y enfermedad sino que inaugura la serie de relatos paranoicos y anticomunistas de la década del 50, en los que el mayor peligro para los Estados Unidos proviene de un "otro", generalmente un alien (que obviamente también quiere decir "extranjero" en inglés), infiltrado entre los verdaderos norteamericanos.
En 1977, Susan Sontag publicó un ensayo titulado La enfermedad y sus metáforas (expandido una década más tarde con un segundo ensayo sobre el SIDA), tras sobrevivir a un cáncer de mama. En el texto, Sontag advierte que en el lenguaje cotidiano nos referimos a la enfermedad (y a la epidemia) con un conjunto de metáforas militares que derivan de aquella noción del mal como extranjero: la enfermedad es una "invasión" contra la que se "lucha" y que debe ser "derrotada". Incluso las nominaciones caprichosas que identifican a los virus públicamente confirman la persistencia de uno de los mitos más sólidos con los que les damos sentido a los malestares globales, uno que verificamos todo el tiempo en la ficción: el mal siempre viene de afuera. El uso de estas metáforas también tiene el fin de culpabilizar al enfermo de su condición: si a la enfermedad se le da "batalla", evidentemente quien la pierde no tenía la fuerza o la inteligencia necesarias para lograr otro resultado.
Los prejuicios inventariados por Sontag se ven reforzados cada vez que el cine o la TV representan una epidemia, dado que todo ese conjunto de metáforas comunes citadas por la ensayista son convertidas en acontecimientos de la trama en la ficción. Por ejemplo, así como el discurso sobre la enfermedad está regido por la metáfora militar, en casi todas las películas sobre pandemias se muestra también una inmediata militarización de la sociedad. En films como Guerra mundial Z (Marc Forster, 2013), 28 días después (Danny Boyle, 2002), Soy leyenda (Francis Lawrence, 2007, disponible en Amazon Prime Video) o en la ya citada Epidemia, al brote de la plaga sigue la desintegración social y la desaparición de las instituciones democráticas. En su lugar, las fuerzas armadas imponen un régimen autoritario en el intento de restablecer algún tipo de orden. A medida que avanza la epidemia, el dominio de la cultura humana es reemplazado por el imperio de la biología, que rige la existencia del virus y de los infectados y cuyas leyes no dependen de la moral, ni contemplan la tolerancia o la protección a los más débiles. A la cruel estratificación del régimen natural que toma el control solo se puede oponer un régimen igualmente fuerte e implacable, el marcial. De este modo, las películas sobre epidemias trafican con la idea, ya planteada por el filósofo jurídico (y prominente afiliado al partido nazi) Carl Schmitt, de que la democracia pluralista y liberal no sirve para enfrentar las grandes crisis.
Un vínculo entre epidemia y autoritarismo más cercano a nosotros se da en La peste, película de Luis Puenzo estrenada en 1992 e inspirada en la novela homónima de Albert Camus, que ha regresado a las listas de best sellers gracias al coronavirus. Como Invasión, el clásico de Hugo Santiago, esta historia sucede en una Buenos Aires transformada y que lleva otro nombre (Orán, como la ciudad argelina de la novela). Aquí, de modo análogo al texto de Camus, que suele ser leído como una metáfora sobre la invasión nazi a Francia, la peste que desencadena la presencia opresiva de militares y la acumulación de víctimas anónimas se vuelve una evidente referencia a la dictadura iniciada en 1976.
Las películas sobre epidemias también tienden a culpabilizar a los infectados. En estos días se señaló que Contagio, film de 2011 dirigido por Steven Soderbergh, profetizó el coronavirus(la película está disponible en Flow). En realidad, la película se inspiró en la, por entonces, reciente gripe A para exponer un cuidadoso relato de sus inicios (aunque exportando, predeciblemente, el origen de Estados Unidos a China) y multiplicando sus consecuencias.
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Es un ambicioso y logrado relato coral que sigue a múltiples personajes a medida que son golpeados por la epidemia. Comienza con la responsable de ingresar el virus a los Estados Unidos, la paciente cero, interpretada por Gwyneth Paltrow, sobre quien se nos ofrece una información que parece completamente irrelevante en el contexto de esta historia, pero no lo es: viaja para ser infiel a su marido. Es decir, la primera infectada que desencadenó la pandemia no es alguien inocente sino que tiene una falla moral. Se trata, desde luego, de una actualización de la admonición bíblica: la plaga es un castigo por nuestro pecados. Somos doblemente culpables: nuestra culpabilidad también trajo la desgracia sobre nosotros. Ante todo esto, entre noticieros que nos aterran y películas que nos estigmatizan, acaso el mejor acto de prevención que podemos realizar para permanecer sanos sea apagar la tele.
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