Las fantásticas y grandes batallas de la Tierra Media
LA NACION adelanta hoy la crítica de "El señor de los anillos: las dos torres", debido a que la segunda parte de la saga de Tolkien se estrena mañana, 1° de enero, día en que no habrá diarios. También se estrenará "°Al ataque!", cuya crítica se publicará el jueves.
"El señor de los anillos: las dos torres" ("The lord of the rings: the two towers", Estados Unidos/2002). Dirección: Peter Jackson. Con Elijah Wood, Viggo Mortensen, Ian McKellen, Sean Astin, Liv Tyler, Cate Blanchett, John Rhys-Davies, Bernard Hill y Christopher Lee. Guión: Peter Jackson, Fran Walsh, Philippa Boyens y Stephen Sinclair, basado en el libro de J. R. R. Tolkien. Fotografía: Andrew Lesnie. Música: Howard Shore. Edición: Michael Horton y Jabez Olssen. Diseño de producción: Grant Major. Producción de New Line presentada para Warner Bros. Duración: 179 minutos. Para mayores de 13 años.
Nuestra opinión: muy buena.
Grandiosa, megalómana, imponente, ambiciosa. Sólo adjetivos de esa magnitud admite esta segunda entrega cinematográfica basada en la trilogía de Tolkien: una película en la que el realizador neozelandés Peter Jackson alcanza a traducir en imágenes siempre espectaculares la compleja imaginería visual y filosófica de un autor al que evidentemente admira y venera.
Tres horas de largas, cruentas y multitudinarias batallas y de aventuras fantásticas en las que aparecen horripilantes orcos que brotan de la tierra, jinetes negros sin rostro, monstruos demoníacos, espectros alados, olifantes (elefantes gigantes) y árboles que hablan, caminan y hasta luchan.
Esa es la propuesta de "Las dos torres", un largometraje destinado a la fascinación y al fanatismo del público que ya ha incursionado en el universo mitológico de Tolkien y, probablemente, a la perplejidad de los abrumados espectadores que poco o nada saben de hobbits, elfos y uruk-hais.
Las subtramas
"Las dos torres" trabaja sobre media docena de subtramas narradas de forma paralela: desde el tortuoso viaje del hobbit Frodo (Elijah Wood) y su ladero Sam (Sean Astin) para llegar hasta la Puerta Negra de Mordor y destruir allí el anillo del título, cuyo poder es capaz de dominar y destruir al mundo, hasta los heroicos esfuerzos del guerrero Aragorn (Viggo Mortensen), acompañado por el arquero elfo Legolas (Orlando Bloom) y el hilarante enano escocés Gimli (John Rhys-Davies), para ayudar al rey Theoden (Bernard Hill) a defender una imponente fortaleza atacada por decenas de miles de soldados uruk-hais; pasando por un triángulo amoroso con veta onírica incluida entre Aragorn, la elfa Arwen (Liv Tyler) y la aristócrata Eowyn (Miranda Otto), y por las desventuras de los pequeños Merry y Pippin en medio de un bosque encantado.
Batalla de fuerzas
El film, de todas maneras, vuelve a concentrar la mayor parte de sus esfuerzos técnicos y de su metraje en el enfrentamiento por el control de la Tierra Media. La luche entre las fuerzas del Bien, lideradas por el mago Gandalf (Ian McKellen), y las del Mal, que responden al hechicero Saruman (Christopher Lee), una suerte de Hitler al comando de un ejército que forma al estilo nazi.
Son precisamente esas interminables batallas de características épicas, que remiten al cine de Sergei Eisenstein, William Wyler o Fritz Lang, las que entregan toda la potencia propia de las escenas de masas, aquí amplificadas por miles de pequeños y grandes efectos generados a partir de la enorme parafernalia tecnológica puesta a disposición del cine moderno. En el terreno de los efectos digitales hay en "Las dos torres" un enorme logro: el personaje de Gollum, un otrora hobbit ya consumido por el poder del anillo, que guía a Frodo y Sam mientras lucha internamente contra una personalidad escindida que se debate entre servir a sus amos o traicionarlos para quedarse con el preciado elemento, que también amenaza con poseer a Frodo y llevarlo hasta la locura.
Gollum es el primer personaje enteramente construido por computadora verdaderamente exitoso en la historia del cine, ya que alcanza una credibilidad visual y una complejidad psicológica muy superiores a la del penoso Jar Jar Binks en "Star Wars" y también a la burda imitación que es el Dobby de "Harry Potter y la cámara secreta".
Película de una oscuridad casi opresiva y con cierta tendencia a caer en excesos de sadismo y crueldad, "Las dos torres" apuesta también a un tono elegíaco con un rey devastado por la muerte de su hijo y con éxodos masivos de miles de mujeres y niños que dejan atrás pueblos y bosques arrasados (hay una didáctica veta ecologista muy a tono con estos tiempos de corrección política).
El gran héroe bélico
En el terreno actoral se impone la magnética presencia de Viggo Mortensen en el papel del héroe bélico y romántico, mientras que se extraña la escasa participación de esos dos inmensos intérpretes que son Ian McKellen y Christopher Lee. No resulta demasiado afortunada la tarea de Elijah Wood, que ofrece un único gesto torturado y de mirada perdida, mientras que las actrices Liv Tyler y Cate Blanchett quedan reducidas a mínimas participaciones.
Más allá del inevitable gigantismo de esta superproducción, del estilo poético y recargado de los diálogos surgidos de la prosa de Tolkien, el trabajo de Jackson y su equipo conformado por mayoría de técnicos neozelandeses roza la perfección, especialmente en los casos del fotógrafo Andrew Lesnie y el diseñador de producción Grant Major. La banda sonora compuesta por el gran Howard Shore sirve como refuerzo para los distintos tonos del relato: música marcial como fondo para los temibles uruk-hais, bellas melodías celtas para acompañar las tomas panorámicas y las aventuras de nuestros héroes y toques new-age para las escenas oníricas y románticas.
La devoción con que Jackson y su equipo han encarado esta titánica empresa de filmar tres películas (nueve horas) juntas hace que cualquier limitación, exceso o redundancia que pueda encontrárseles resulte insignificante en comparación con sus logros. El otrora inabarcable e inaccesible mundo de Tolkien ha encontrado a sus mejores cultores y traductores posibles. Se trata de unos talentosos artistas neozelandeses que le han dado a Hollywood una verdadera lección acerca de cómo es posible aplicar nobles recursos artísticos para conseguir lo que, en definitiva, todos buscan: un inmenso éxito comercial.
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