Las cinco decisiones más polémicas de Star Wars: los últimos Jedis
Repasamos los aspectos que más discusión generaron de la película dirigida por Rian Johnson; atención, ¡hay spoilers!
Todo era paz y amor en El despertar de la fuerza. Los fans de Star Wars se habían encontrado con una atractiva galería de personajes nuevos, con un villano de gran carisma como Kylo Ren (Adam Driver), y con una continuación que no alteraba el canon del universo creado por George Lucas. Pero con el estreno de Los últimos Jedis, la luna de miel terminó. Una gran parte del público se enamoró del nuevo camino que tomó la saga, mientras que la otra mitad la repudió e incluso pidió quitarla de la continuidad. Y ante esa guerra civil repasamos cuáles fueron los ingredientes más polémicos de este nuevo episodio.
Muerte y resurrección de Leia
Cuando la película aún está calentando motores aparece la primera gran polémica: Leia ( Carrie Fisher ) flotando en el espacio y haciendo uso de algún tipo de habilidad Jedi. Teniendo en cuenta que la ex princesa prácticamente jamás había demostrado poseer ningún talento especial (quizá la vez que funcionó de antena receptora de Luke en el final de El imperio contraataca fuera uno de esos pocos momentos), es que a muchos fans puristas les resultó algo tirado de los pelos que de golpe y porrazo Leia pudiera flotar y sobrevivir en el espacio. Se trata de uno de los muchos momentos que presenta la película y que no tiene ningún tipo de justificativo, pero que en el fondo esconde la lógica de Rian Johnson, y es la no necesidad de sobrexplicar las acciones. Frente al delito de los midiclorianos y la explicación científica del nacimiento de la Fuerza (probablemente uno de los aspectos más indignantes de La amenaza fantasma), aquí el director pareciera decirnos que “cualquier puede ser un Jedi”, un mensaje que sobrevolará durante buena parte de la película.
El vínculo telepático entre Rey y Kilo
Como sucediera en El imperio contrataca, el corazón de la película está puesto en dos personajes ubicados en la Fuerza y el en lado oscuro, y cómo ambos intentan convencer a su rival de cambiarse de bando. Antes eran Luke ( Mark Hamill ) y Darth Vader (James Earl Jones/David Prowse), ahora son Rey ( Daisy Ridley ) y Kylo. Pero mientras en ese largometraje los opuestos recién se encontraban en la segunda mitad del film -y en una historia en la que conocíamos mucho más la psicología de Luke que la de su rival-, aquí Johnson elige poner a los adversarios cara a cara a través de varios diálogos telepáticos. Como los dos son guerreros Jedis, no resulta absurdo que puedan compartir ese vínculo, pero la decisión de forzar a ambos protagonistas a un careo que se repetía una y otra vez fue algo que no termina de convencer al público. Algunos consideraron que eso entorpece el ritmo de la película, e incluso ese "pseudo coqueteo" que compartían por momentos parecía alejarlos de la idea de posibles hermanos para acercarlos a un futuro de probables amantes (otro homenaje a El imperio contraataca y el beso incestuoso entre Luke y Leia), pero claramente el objetivo detrás de esos diálogos era humanizar a Kylo Ren.
El villano interpretado por Driver desde el minuto cero es mostrado como alguien inseguro, y la falta de coraje para matar a su madre confirma que en su interior hay mucha más luz de la que él se anima a admitir. Por ese motivo y para cimentar el camino hacia la imponente secuencia de batalla que culmina con la muerte de Snoke (Andy Serkis), era necesario que el espectador realmente creyera que Kylo podía pasarse al lado de la Fuerza. Y esos muchos diálogos telepáticos que tanto molestaron, fueron el recurso que Rian Johnson eligió para correr momentáneamente el foco de Rey, para posarlo en estudiar la compleja psique de Ben Solo.
Los padres de Rey
La aparición de la joven guerrera en Episodio VII rápidamente disparó varias alarmas sobre cuál podría ser su futuro, pero sobre todo cuál era su pasado. El final de El despertar de la fuerza la encontraba a la aspirante a Jedi a un paso de comenzar un camino muy similar al que Luke había realizado varias décadas atrás, y la llegada de Episodio VIII era esperado con ansias porque se suponía que allí se descubriría el pasado de la enigmática chatarrera. Y eso fue lo que sucedió... pero no de la manera que muchos hubieran querido. A lo largo de los dos años de paréntesis entre un film y el otro, fueron decenas las teorías que especulaban sobre el árbol genealógico de la heroína. Que si era hermana de Kylo, que si era hija de Luke, que si tenía algo que ver con Obi Wan o algún Jedi perdido de la continuidad literaria o televisiva (fue llamativo el peso que ganó una idea que sostenía que Rey era hija de un Jedi de la serie Star Wars Rebels, una teoría que con el diario del lunes resulta descabellada pero que hasta hace poco tiempo aún pisaba con mucha fuerza ). Y Rian Johnson, en otro gesto que no puede más que entenderse como un “pito catalán” hacia los fans, simplemente reveló que los padres de Rey, como bien dice Kylo, no son más que “unos chatarreros que la abandonaron en Jakku”.
La visión de Johnson sobre este vuelve a reforzar esa idea de que “cualquiera puede ser Jedi”, un lema que simbólicamente comenzó con el propio Luke como un granjero devenido a guerrero (más allá de su linaje, obviamente), y que finalizó con ese niño que en el cierre de Episodio VIII agarra su escoba de manera particular. Johnson entiende que la Fuerza no es una cuestión de élite, sino una cuestión social, como si fuera un poder con el que son bendecidos los menos favorecidos. Pero como chicos que simplemente se niegan a creer que Papá Noel no existe, muchos fans inundaron internet con teorías sobre cómo Kylo Ren mintió sobre el linaje de Rey, aunque de momento la verdad no es esa. Rian Johnson, lejos de traicionar el espíritu de la saga, la homenajea y así como Lucas en 1999 contó la historia de un niño sin padre que poseía en su interior el uso de la Fuerza, él repite la premisa y hace de Rey una heroína que sin ser “hija de”, también tiene en su interior ese mismo potencial.
Muerte (¿y resurrección?) de Luke
Como le sucediera a Obi Wan (Alec Guinness) y a Yoda (Frank Oz) en la trilogía original, una vez cumplido su último objetivo, Luke desaparece del plano físico. El enfrentamiento con Kylo Ren y el encender esa chispa en la rebelión que más adelante se convertirá en llama, fue el destino del “último Jedi”. Pero esto es Star Wars, y Luke, justamente como sus maestros, probablemente siga presente de manera espiritual.
La aparición de último momento de Luke, su duelo con Kylo e incluso el aceptar que no había podido cumplir con el objetivo de hacer del villano un guerrero de la Fuerza, fueron puntos que generaron bronca en muchos seguidores. Pero lo interesante es que así Rian Johnson plantea que Skywalker no tiene por qué ser ese caballero blanco e impoluto con el que tanto insistió George Lucas. En las aventuras de la trilogía original, que respiraban un fuerte aroma clásico, los personajes vivían en un universo blanco y negro en el que era fácil distinguir el bien del mal. Pero el presente, al menos desde la óptica del director, pide héroes dispuestos a embarrarse y villanos con atisbos de humanidad. Y por ese motivo el flashback que enfrenta a Luke con Ben Solo es una suerte de Rashomon, un momento que puede variar según quién lo cuente. Nada garantiza que Luke realmente no quisiera matar a su sobrino, y esa forma de acercarse al personaje, mucho menos purista, fue considerada un sacrilegio por parte del público fiel a la historia.
La mirada de Rian Johnson
J. J. Abrams , responsable de El despertar de la fuerza, ya anunció que volverá para Episodio IX. Se sabe que presentó su tratamiento del guión, y es una incógnita si frente al rechazo casi generalizado del público frente a la nueva película, Abrams dé marcha atrás sobre los puntos más polémicos de esta última entrega. Abrams es tribunero, no le cuesta nada montar una escena en la que alguien diga algo del tipo “¡Kylo mintió! ¡Rey es nieta de Obi Wan!”. Pero lo que es llamativo es cómo la vuelta de ese director marca una simetría con respecto a la trilogía original. George Lucas dirigió Episodio IV y Episodio VI (y aunque técnicamente allí figura como realizada por Richard Marquand, es sabido que él obedecía básicamente toda las ideas sobre puesta en escena que exigía Lucas). Episodio V, considerada por amplio margen como la mejor de la saga, fue dirigida por Irvin Kershner, un profesional que tuvo mil discusiones con Lucas. La visión de Kershner, desencantada y pesimista, con el tiempo fue reivindicada por su originalidad, y aunque puede que todavía resulte prematuro decirlo, no sería extraño que con el tiempo el film de Rian Johnson corra la misma suerte. En comparación a El despertar de la fuerza, Los últimos Jedis es un largometraje desprolijo, caótico y que incluso abre ventanas innecesarias (la secuencia del casino, por ejemplo). Pero es indudable que Johnson se sumergió en el universo Star Wars decidido a imponer su visión del asunto, y despegándose de esa cuasi devoción absurda que practican muchos profesionales que trabajaron en la franquicia.
En su columna en LA NACION, Javier Porta Fouz marca varios de los errores que Johnson comete en su película, y en prácticamente todos los puntos el crítico tiene razón. Pero lo cierto es que a veces el universo de Star Wars necesita ese pulso nervioso para salir adelante, esa sensación de ver el film de un director que entra en una juguetería no para adorar los muñecos a la distancia, sino para jugar con ellos de forma salvaje. Abrams es un realizador notable y su regreso es para muchos la certeza de que la saga volverá a su cauce original, pero su problema es que en su profesionalidad termina perdiendo su veta autoral. Y mientras Abrams se mimetiza con demasiada facilidad a discursos preexistentes, Johnson con sus aciertos y errores fue capaz de construir no una película de Star Wars, sino su película de Star Wars. Pero que un director venga a robarse los personajes, es algo que muchos fans no perdonan.
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