Las amargas lágrimas de Petra von Kant: un triángulo sexual imperfecto para un director que solo buscaba ser amado
A 50 años de la película que proyectó internacionalmente a Rainer Werner Fassbinder, una relectura a cargo de Francois Ozon da cuenta del prolífico legado del realizador alemán
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Celebrada permanentemente, casi como su autor, resulta increíble que este gran clásico sirva para la relectura con la cual el irreverente cineasta francés Francois Ozon inaugurará la 72ª edición del Festival Internacional de Cine de Berlin. Por su extraña, formidable y compleja modernidad sorprende aún más pensar que ya pasaron 50 años del estreno de Las amargas lágrimas de Petra von Kant, una de las cumbres del Nuevo Cine Alemán y uno de los trabajos que legaron el nombre de Rainer Werner Fassbinder a la historia grande del cine. Pero el recuerdo también enmarca las cuatro décadas que se cumplen este año de la partida del gran realizador alemán, que murió muy tempranamente de una sobredosis con tan solo 37 años.
Dueño de un reconocimiento unánime en su país desde su ópera prima, El amor es más frío que la muerte, y con una trayectoria que ya reunía una decena de trabajos, fue con Las amargas lágrimas de Petra von Kant que Fassbinder logró notoriedad mundial y la piedra basal para convertirse en toda una referencia con títulos como Martha, Solo quiero que me amen, El matrimonio de María Braun, La tercera generación, Lili Marleen, Lola, El deseo de Veronika Voss o la monumental Berlín Alexanderplatz, sin contar la escena teatral donde brilló con su propia producción y con textos de Goldoni, Lope de Vega, Ibsen, Chejov, Strindberg o Emile Zolá. “Pienso que en la realidad subjetiva hay mucha más verdad objetiva que en el intento de ser, de un modo o de otro, ‘objetivo’: mientras quiero, como quiero, adherirme a la verdad, solo puedo rodar la única que conozco”, declaraba el realizador en una entrevista en 1980 al diario La Repubblica. Cuando murió el 10 de junio de 1982, dejaba una producción que en tan sólo 15 años reunía 40 trabajos para cine y televisión, al tiempo que su ausencia supuso también la clausura del tan fructífero periodo del denominado Nuevo cine alemán.
Las amargas lágrimas de Petra von Kant brilló cono una rara avis por su completo elenco femenino y también por su escritura pensada para teatro, pero que primero fue llevada al cine. Este vital melodrama de pasiones contrapuestas rodado en un único espacio, el departamento de Petra Von Kant (Margit Cartensen), una famosa diseñadora de modas que vive con Marlene (Irm Hermann), su asistente a la que humilla y degrada a la peor servidumbre. Petra, viuda de su primer marido y divorciada del segundo, conoce por intermedio de su amiga Sidonie (Katrin Schaake) a Karin (Hanna Schygulla), una hermosa jovencita de extracción obrera de la que se enamora y a la que le ofrece compartir ese techo común. La escenografía era un ambiente rodeado de maniquíes en una escena dominada por una gran reproducción del óleo “Midas y Dionisos” de Nicolas Poussin, una clara alegoría a la presencia masculina en la película, siempre latente, y a la tensión presente en la obra que resulta un frío análisis sobre el poder tanto simbólico como material dentro de sus clásicos paisajes morales. En definitiva, Fassbinder se pregunta: ¿Dónde termina la dominación sexual y empieza la explotación económica?
Fassbinder escribió el guion de Las amargas lágrimas de Petra von Kant en un vuelo de Berlín a Los Ángeles de puño y letra. Así, con una rapidez apabullante, el realizador desarrolló la producción y el rodaje del que sería su décimotercer largometraje, que tan solo insumió diez días de rodaje y una única locación: un departamento en la ciudad de Bremen. Todo comenzó efectivamente cuando en enero de 1972 dio inicio la filmación de la película en la que algunos también veían aristas personales de la tortuosa relación que el realizador había establecido con el actor Günther Kaufmann, quien asimismo no abandonaba a su mujer.
Es por eso que la dedicatoria a “quien aquí se convirtió en Marlene” es interpretada como una referencia a ese vínculo, pero también de manera más directa a Irm Hermann, la Marlene de la película, que conocía a Fassbinder desde mediados de los años ‘60 cuando coincidió con el realizador en la Academia de Arte Dramático de Munich y él le sugirió abandonar su trabajo como secretaria en un club del automóvil y dedicarse a la actuación a tiempo completo. Fue su musa, brevemente su pareja, y fundamentalmente su confidente.
Un rodaje a contrarreloj
Pero en el set instalado en ese pequeño departamento en Bremen surgieron otros inconvenientes dada la dificultad espacial para conseguir las puestas de cámara que Fassbinder requería. “La rodamos en diez días y, básicamente, en cien horas porque Margit Cartensen estaba en el teatro en Bremen y tenía que salir, a más tardar, a las seis de la tarde y volvía a las 9 de la mañana del día siguiente”, testimonió Michael Ballhaus, el experimentado y legendario camarógrafo que acompañó la carrera de Fassbinder. Eso explica por qué la filmación transcurrió en esa localidad alemana, solo para que el proyecto se adecuara a las necesidades de su protagonista. Esa sincronización, sin embargo, no se trasladaba al set donde el director tomaba rápidamente notas sobre las ideas que quería desarrollar en esa jornada de rodaje, pero luego nada de eso tenía la debida planificación. Con todo, ninguna escena tuvo más de tres tomas y muchas quedaban listas desde la primera filmación. Admirador como era de Douglas Sirk, definió la imagen de Las amargas lágrimas de Petra von Kant como un espacio heredero de la tradición del cine de Hollywood, buscando que mostrara esa lejana y melancólica magnificencia. Perfeccionista, Fassbinder no desarrollaba el mejor clima de trabajo y preso de sus nervios cuando las situaciones no sucedían como él quería, hacía que las peleas se sucedieran cíclicamente durante el rodaje con su equipo.
Finalmente la película fue estrenada el 28 de junio de 1972 como parte de la Selección Oficial del Festival de Cine de Berlín. No ganó premios y el Oso de Oro recayó en Los cuentos de Canterbury, de Pier Paolo Pasolini. Obsesionado desde 1969 cuando con El amor es más frío que la muerte ingresó en competición por la estatuilla con la figura del mamífero característico de la ciudad, Fassbinder hizo todo para que con cada película pudiera alcanzar ese podio y llevarse el trofeo. Lo consiguió recién en 1982 con La ansiedad de Veronika Voss, pero casi no pudo disfrutarlo.
Más interesado en la deconstrucción de la lógica del poder que en la exaltación política, tan en auge en los años setenta, su cine fue constantemente centro de críticas. Las amargas lágrimas de Petra von Kant fue el primer film que se conoció del realizador en Francia, recién en 1974, pero habría que esperar seis años más para que la crítica francesa reconozca su presencia y finalmente sea tapa de Cahiers du Cinema con motivo del estreno galo de El matrimonio de María Braun. “Entre los siete años (la edad de la razón) y los treinta y seis (Fassbinder nació en 1945 y murió ayer en Munich, aún no sabemos por qué) pasan casi treinta años bajo la mirada de los demás, en los que se convierte en un nombre, después en un cuerpo, luego en un personaje y finalmente en una leyenda. Consciente de ser una vedette, Fassbinder tuvo menos problemas que otros para encontrar escenarios en los que producirse, máquinas para domesticar, una troupe de actores que le siguiera. En Alemania se han ignorado sus películas durante mucho tiempo, como se ignoraba al puñado de airados que querían rehacer el cine alemán en los años sesenta. Se aceptó a Fassbinder cuando él mismo aceptó gestionar a gran escala el duelo de la historia alemana”, escribió a su muerte Serge Daney en Liberation.
Con Las amargas lágrimas de Petra von Kant, consiguió un perfecto Kammerspiel (drama de cámara), casi olvidado por el cine alemán desde los años ‘20. También convertirse en un director de culto y legar una obra que siempre está en cartel en algún teatro del mundo y que el compositor Gerald Barry convirtió en ópera. Del mismo modo, es notoria su influencia en otros directores, como han declarado Olivier Assayas o Peter Strickland, o como testimonia Casting, de Nicolás Wackerbarth en derredor de un casting para representarla. Un vital drama inmerso en una relación lésbica que mostraba el arrollador mundo emocional oculto de un director que, en el fondo, solo quería que lo amen.
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