Lucrecia Martel hizo un clásico de autor, Christopher Nolan nos metió de lleno en la Segunda Guerra y Casey Affleck se consagró como actor dramático
1. 'Zama'
Lucrecia Martel
Luego de varios meses de idas y venidas y más de un amague de estreno, Zama arribó finalmente a las salas argentinas. La espera valió la pena: la primera película de la salteña Lucrecia Martel desde La mujer sin cabeza, estrenada hace una década, es todo eso que se esperaba y mucho más. Una adaptación de la novela de Antonio Di Benedetto que traduce lo intraducible y se sumerge en la subjetividad de Don Diego de Zama (el mexicano Daniel Giménez Cacho, en uno de los grandes papeles de su carrera), el hombre de la corona española que espera y sigue esperando ese traslado que nunca llega. El hastío, la asfixia y, finalmente y la locura se van apoderando de los encuadres de este film magistralmente singular que, quizás (ojalá), se transforme en un nuevo punto de partida creativo para la directora de La ciénaga. Lo más impactante de la película es la manera en la que Martel logra trasladar a la pantalla la cualidad filosófica del relato literario en una serie de secuencias de enorme expresividad y potencia lírica. Por otro lado, más allá del festival visual, hay también una mezcla de audio compleja, que combina todas las voces: las reales, las narrativas y las que Zama parece escuchar dando vueltas por su cabeza. Se trata, sin dudas, de la creación más abstracta, inasible y misteriosa de Martel, un clásico autoral que revela nuevos secretos cada vez que se lo vuelve a ver. El cine histórico nacional nunca se había atrevido a tanto.
2. 'Dunkerque'
Christopher Nolan
La última apuesta cinematográfica de Christopher “Memento” Nolan conjuga un aire de experimentación narrativa con la estimulación sensorial constante, en un relato que retoma un hito de los primeros tiempos de la Segunda Guerra Mundial: el retiro de las tropas británicas de la playa francesa de Dunkerque –donde estaban siendo masacradas por los alemanes–, con la inestimable y heroica ayuda de un contingente de civiles. El punto de vista es el de un puñado de personajes que, desde tierra, aire y mar, intenta sobrevivir bajo el fuego enemigo. Nolan despliega un batallón de recursos técnicos que incluyen el uso del viejo formato de pantalla ancha analógico, poniendo la cámara en escena como si se tratara de un soldado más. Además, lleva los diálogos a su mínima expresión y no se detiene en la historia previa: se mete de lleno en el campo de batalla, y logra transmitir de una manera tremendamente física el terror de los jóvenes soldados que le hacen frente a la muerte. El resultado, por momentos, es visualmente sobrecogedor, al tiempo que evita el patrioterismo craso.
3. Manchester junto al mar
Kenneth Lonergan
El dramaturgo y cineasta neoyorquino Kenneth Lonergan estrenó este año otra de sus exploraciones sobre el alma humana. ¿Suena pretensioso? Manchester junto al mar es todo lo contrario, aunque ambiciones no le faltan. El director de Margaret logra que una tragedia familiar, el más profundo sentimiento de culpa y la interacción siempre compleja entre los miembros de una familia construyan un universo cinematográfico potente. Fiel a su estilo crudo, Lonergan logra que el sentido del humor aparezca en los momentos más insospechados e incómodos. La actuación de Casey Affleck (el hermano menor de Ben Affleck) es enorme, ya que logra transmitir un mar de emociones que te atraviesan y para las cuales no hay ningún tipo de preparación posible. El secreto del impacto del film parece estar en la ausencia total de trucos, manipulación o catarsis: no hay, por ejemplo, un monólogo diseñado cuidadosamente para disfrutar de un momento de redención. Antes de verla, tenés que saber que esta película se va a llevar una parte tuya.
4. El planeta de los simios: La guerra
Matt Reeves
El mono César, que podría terminar valiéndole un Oscar a Andy Serkis si los críticos de la Academia se dan cuenta de que la posproducción digital no necesariamente le resta mérito a una actuación como ésta, sigue evolucionando en la tercera entrega de, tal vez, la única saga que Hollywood piensa explícitamente para el público adulto. El actor se apodera de la película y su personaje se muestra, otra vez, más humano que los humanos. La guerra del título enfrenta a César con un calvo coronel con complejo de Mesías interpretado por Woody Harrelson, inspirado con alevosía en Marlon Brando y su Kurtz de Apocalipsis Now. El resultado es una película que alcanza picos de intimidad con la misma frecuencia que entrega momentos épicos, como el espectacular motín carcelario, quizás la mejor secuencia de acción del año. Los simios son los verdaderos protagonistas de esta historia y tienen más tiempo en pantalla y más diálogos, aunque sea por lenguaje de señas, que los propios hombres. De hecho, no es para alarmarse que, durante la película, el espectador contradiga el instinto natural de su especie y se sienta más identificado con los simios que con los humanos.
5. Los Meyerowitz: La familia no se elige (Historias nuevas y selectas)
Noah Baumbach
Luego de su paso por la competencia oficial del Festival de Cannes, Netflix estrenó en todo el mundo la última creación del neoyorquino Noah Baumbach (el director de Frances Ha y Margot en la boda, entre otras), una comedia dramática con dosis idénticas de acidez, amargura y dulzor acerca de un clan definidamente disfuncional. La premisa es simple: tres hermanastros se reencuentran en la recta final de la vida de su padre, un escultor megalómano incapaz de aceptar que su carrera artística no fue tan buena como le hubiera gustado (la interpretación de Dustin Hoffman es sublime, definiendo la personalidad del patriarca en una serie de detalles mínimos que, sumados, se vuelven insportables). El reencuentro familiar, por supuesto, enfrenta a los hermanos en nuevas y viejas batallas familiares, que van de lo conmovedor a lo desopilante. Adam Sandler regala una de las grandes actuaciones de su carrera, a la altura de su trabajo en Punch Drunk Love. Todo en la película está en estado de gracia, ubicado en el lugar preciso y en el momento adecuado. Los Meyerowitz confirma el particular talento del realizador para los retratos de criaturas cuya excentricidad nunca logra ocultar una fragilidad en carne viva.
6. Elle: Abuso y seducción
Paul Verhoeven
Elle empieza con la pantalla negra por completo mientras se escucha una violación. La primera imagen de la película es la de un gato que parece estar mirando con atención ese ataque que sufre su dueña. La absoluta frialdad del personaje de Isabelle Huppert tras lidiar con el violento episodio puede prolongar la incomodidad del más impertérrito espectador. Así, con los tapones de punta, Paul Verhoeven sale a la cancha a una década de El libro negro. Elle juega en el polémico equipo de Bajos instintos y Showgirls, bien lejos del terreno custodiado por Robocop, El vengador del futuro o Starship Troopers. Verhoeven dispara más incógnitas que respuestas sobre cómo sobrevivir a semejante experiencia, y la película se presta a todo tipo de debates interminables. Lo único indiscutible en Elle es el tour de force de Huppert.
7. Baby Driver
Edgar Wright
Bien lejos de esa irresistible grasa por la que todavía sigue girando la saga Rápido y furioso, Edgar Wright logró la aparentemente imposible tarea de hacer una película de autos más canchera que la Drive protagonizada por Ryan Gosling. El Baby Driver del título es, según lo presenta el gélido jefe mafioso interpretado por Kevin Spacey, “un buen pibe y un demonio al volante. ¿Qué más hace falta saber?”. Y, en esa única línea, no sólo se define al protagonista (Ansel Elgort, automáticamente coronado como el sex symbol más hot de la temporada) sino que también se llama la atención acerca de la recurrente conciencia sobre el artificio del director de Shaun of the Dead y Hot Fuzz, fascinantes paradigmas del metalenguaje. Este musical vertiginoso de palabras olvidables (por suerte, pocas) y canciones memorables (¡demasiadas!) tiene suficiente acción, risas y encanto gestual como para mantener la adrenalina al máximo desde la bandera de largada hasta la recta final.
8. Sieranevada
Cristi Puiu
No hay ninguna novedad en la siguiente aseveración: a pesar de ser una industria relativamente pequeña, el cine rumano contemporáneo es una cantera inagotable de grandes películas. La última creación de Cristi Puiu (el director de La noche del señor Lazarescu, virtual punto de partida del Nuevo Cine Rumano) logra contener casi todo el universo en un departamento de cuatro o cinco ambientes. Sieranevada es una epopeya construida a partir de componentes microscópicos que transforma un almuerzo familiar en la más estimulante y divertida disquisición sobre la condición humana. O, más bien, las condiciones humanas: nadie se pone de acuerdo sobre nada en esa familia bastante numerosa. Ni en las cuestiones políticas, ni en las religiosas. Ni siquiera en algo tan sencillo como el origen de la materia prima de tal o cual plato. Evitando el costumbrismo, la película funciona como un ejemplo inapelable de que, cuando todo sale bien, el cine puede funcionar como espejo local y universal.
9. La estafa de los Logan
Steven Soderbergh
Tras un breve retiro cinematográfico, Soderbergh regresa a las pistas con una de las mejores películas de su carrera. El director salió de boxes rápido haciendo lo que más le gusta: un film sobre un gran golpe enchulado por ostentosos gags de comedia, en la línea de la saga de La gran estafa. La excusa, esta vez, es una familia sureña de perdedores que intenta asaltar un autódromo durante una carrera de Nascar. Channing Tatum, Adam Driver y Daniel Craig brillan escondidos detrás de los intransigentes códigos sureños de sus personajes, así como en el veloz recorrido de esta modesta comedia en la que se encuentran ocultos una crítica a la desigualdad social en tiempos de Trump, la metáfora vaginal del hitazo “Umbrella” de Rihanna y el espíritu de John Denver con su inoxidable “Take Me Home, Country Roads”.
10. ¡Huye!
Jordan Peele
Desde el primer plano de ¡Huye!, que muestra a un joven negro deambulando asustado por las calles desiertas de un apacible barrio suburbano hasta ser atrapado por un par de encapuchados que lo encierran en un baúl, se nota que Jordan Peele quiere subvertir los códigos del cine de terror, siempre en la línea de John Carpenter o George Romero, como excusa para la sátira social. La comedia enseguida se apodera de esta película sobre un joven afroamericano que viaja con su novia blanca a pasar el fin de semana con sus suegros, a quienes todavía no conoce, en la casona de campo familiar. La incomodidad imposible de disimular frente a la pareja interracial se extiende a los vecinos del lugar, y la tensión latente generada principalmente alrededor de él crece hasta que el terror vuelve a adueñarse de la película en un último acto sangriento que incluye neurocirugía del otro lado del límite de la ética, persecuciones, disparos a sangre fría y el inconfundible sabor de la venganza.