Con la nueva versión de Joel Coen se actualizan las versiones de la obra que hicieron Orson Welles, Roman Polanski y otros grandes directores; qué hay detrás del mito
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No se trata de la prohibición, como sucede en varias religiones, de nombrar al Todopoderoso. Tampoco de una de las más famosas obras de Samuel Beckett, El innombrable. Y, sin embargo, La tragedia de Macbeth de William Shakespeare, a caso menos celestial y más popular que lo antes mencionado, es la más maldita y temida de todas las obras del Bardo de Avon. Es la “obra escocesa”, la innombrable.
Con adaptaciones en el cine casi desde los comienzos de la historia de éste, Macbeth (a secas, como muchas veces se la rotula) fue venerada y temida por todos quienes osaron adaptarla. Tuvo, entre los directores que fracasaron o triunfaron con sus versiones, a directores ilustres: Orson Welles, Akira Kurosawa y Roman Polanski, entre otros. Hoy, la nueva versión de Joel Coen [disponible en Apple TV+] demuestra una vez más y más de 400 años después de su estreno, que la obra que no se debe nombrar, sigue siendo buscada, elegida y temida. Una obsesión o un hechizo hasta nuestros días.
Hay muchas supersticiones en el mundo del teatro que incluyen ritos durante los ensayos, colores que no conviene usar o la prohibición de desear suerte. Pero ninguna es tan popular y, por supuesto, tan temida, como la que atraviesa a La tragedia de Macbeth. Los ejemplos sobran. En la puerta del Barrymore Theatre, en Nueva York, hace un par de años los productores de la obra colgaron este cartel en la puerta: ”Usted está a punto de entrar en el Barrymore Theatre. Los productores le ruegan que se abstenga de pronunciar el nombre de la obra que usted verá mientras se encuentre entre estas cuatro paredes”. Sin palabras.
Pero ahora bien, ¿cuál es el origen de esta maldición? ¿De dónde viene esta “cosa de brujas”? La historia de Shakespeare sitúa la acción en la Escocia del 1600, cuando reinaba Jacobo I de Inglaterra y VI de Escocia, fascinado con la brujería. Cuando su madre muere, el monarca se obsesiona con una práctica habitual en aquella época: la caza de brujas. No es una metáfora de lo que en el siglo 20 se conoce como “macartismo”. Las acusaciones de magia, adivinación, hechicería y brujería en el mundo antiguo y medieval y en la Europa de aquella época fueron comunes. Fenómenos de histeria colectiva contra la mujer como chivo expiatorio. Y Jacobo VI ordenó, no una, sino varias cazas de brujas.
Se cree entonces que por estos hechos históricos, el autor de Macbeth ubica casi al comienzo de su obra a tres brujas. Que ellas estén al principio no es menor: los comienzos en las obras de Shakespeare son casi siempre un componente fuerte. Repasemos: un fantasma que aparece salido de la nada en Hamlet; un rey jorobado que se dirige al público en Ricardo III, o un coro que exige silencio antes de contarnos la más trágica historia de amor en Romeo y Julieta. En Macbeth, las tres brujas del comienzo indican inicio, nudo y destino (maldito) de la obra.
Pero, ¿por qué se dice que La tragedia de Macbeth está maldita? Si hay brujas habrá también maldiciones. Porque según la leyenda, el día de su estreno (se estima que en 1606) el protagonista murió repentinamente. Se presume, debido a que se usaron cuchillos de verdad y no de utilería. El mismo Shakespeare debió ponerse las vestimentas para hacer de Macbeth.
La obra llegó a un nivel tal de popularidad que tuvo “hinchadas” propias: en 1849 se enfrentaron en el teatro Astor Palace de Nueva York las bandas rivales que apoyaban, por un lado a Edwin Forrest y por otro a William Charles Mcready, que protagonizaban puestas en escenas diferentes de la misma obra. La inverosímil pelea callejera en la puerta del teatro dejó veinte muertos y casi cien heridos.
Laurence Olivier, acaso el más famoso shakesperiano de los actores ingleses, casi muere aplastado en 1937 cuando un contrapeso del telón del teatro donde ensayaba se le cayó encima. El actor inglés Harold Norman resultó mortalmente herido en una pelea de espadas durante una representación de Macbeth en el Repertory Theatre de Londres, el 30 de enero de 1947. Murió tres semanas después. El 2 de diciembre de 1964, un incendio quemó el Teatro Nacional D. María II en Lisboa, Portugal. En ese momento, la obra que se presentaba era Macbeth. ¿Algo más? En 1980 se realizó una producción de Macbeth en The Old Vic protagonizada por Peter O’Toole, a menudo conocido como “Macdeath”. Recibió reseñas tan pobres que la compañía de teatro se disolvió poco después de la obra.
La “maldición Shakespeare” llegó hasta nuestros días, cuando en 2013, en una puesta de la obra dirigida por Kenneth Branagh, en 2013, uno de los actores resultó herido por una espada empuñada por el mismo Branagh. “La reputación de Macbeth como una obra maldita se vio reforzada la semana pasada cuando uno de los coprotagonistas de Kenneth Branagh resultó herido en el escenario de Manchester”, publicó en tono lacónico, caso previendo lo sucedido, el diario inglés The Guardian.
Ari Aster, director de Hereditary, dijo que durante la filmación el actor Alex Wolff le pidió que no dijera en voz alta “el nombre de la obra escocesa de William Shakespeare debido a una supersticiosa leyenda del teatro”. Aster anunció el nombre con aire de suficiencia y luego una de las luces estalló durante el rodaje.
Poder, ambición, brujas y también ladies
Luego de casi cuatro décadas de trabajo conjunto, los hermanos Coen dividieron sus caminos. Joel fue quien se hizo cargo de esta nueva transposición, ya que Ethan “no estaba interesado”. Pero la idea de llevarla al cine nuevamente fue de Frances McDormand (ganadora del Oscar a mejor actriz por Nomadland), coprotagonista de esta adaptación como Lady Macbeth y esposa de Joel Coen. Que haya sido ella la verdadera “instigadora’' o “culpable” es, ya de por sí, algo muy “Lady Macbeth”.
Si suele decirse de Macbeth que trata de temas como los sueños de ambición desmedida hasta quitar la traición, la tiranía y el poder político, no es menos cierto el fundamental papel que juega en la obra la mujer, Lady Macbeth. La esposa del protagonista es un personaje frío, calculador e inestable que instiga a matar y que baña sus manos en sangre.
Freud, que analizó la obra de Shakespeare en su texto Los que fracasan al triunfar, advierte en Lady Macbeth el sacrificio de la femineidad para alcanzar sus objetivos sangrientos. Esa ambigüedad, entre lo masculino (como forma de poder) y lo femenino sería retomado por estudios de género a lo largo de la historia. Virginia Woolf, en su famoso ensayo feminista Un cuarto propio, no duda en ubicarla entre las grandes mujeres de ficción: “Clitemnestra, Antígona, Cleopatra, Lady Macbeth, Fedra, Crésida, Rosalinda, Desdémona, la Duquesa de Amalfi, entre los dramaturgos; luego, entre los escritores de prosa: Millamant, Clarisa, Becky Sharp, Anna Karenina, Emma Bovary, Madame de Guermantes... Tampoco ellas `carecieron de personalidad y carácter’”. En sus adaptaciones al cine fue interpretada por actrices como Vivien Leigh, Simone Signoret, Glenda Jackson, Judi Dench, Angela Bassett y la francesa Marion Cotillard.
Luz, cámara... Shakespeare
La nueva versión de Joel Coen está protagonizada por Denzel Washington como el señor noble y escocés Macbeth. Lo primero que llama la atención es su título original: no Macbeth sino The Tragedy of Macbeth (La tragedia de Macbeth), como si quisiera portar todo el espesor del clásico. Un detalle no menor es que se trata de la tragedia más corta del autor isabelino. Pero en el cine, como se ha dicho, su historial es tan profuso y largo como maldito. A continuación, algunos de los Macbeth más famosos.
El Macbeth de Orson Welles
De todas las trasposiciones hay que comenzar por la de uno de los directores más shakespearianos fuera del Reino Unido. El genio detrás de El Ciudadano siempre demostró devoción por el bardo inglés. El hombre que había hecho temblar a Estados Unidos con su relato falso y en vivo de una invasión extraterrestre, también tuvo que recurrir a su imaginación para un Macbeth flojo de presupuesto que data de 1948.
Realizado por Republic Studios, un estudio especializado en westerns (lejos de las capacidades financieras de Paramount, MGM o RKO), Welles, que interpretó al mismo Macbeth, se quejó de que el vestuario “lo hacía lucir como la Estatua de la Libertad”. Se filmó en un estudio tan pequeño que en las escenas en que los caballeros nobles montan a caballo tuvieron que cabalgar en círculos, para aparentar un espacio llano, inmenso y al aire libre. Tal vez la obra maldita de Shakespeare sea perfecta también para un director, también él, “maldito”. El personaje más autobiográfico de un realizador que encarnó sus papeles como su vida. “Llámese Hearst, Falstaff, Macbeth, Quinlan, Arkadin u Otelo, siempre es parte de sí mismo: irónico, ampuloso, patético y, sobre todo, presuntuosos”, escribió el crítico y estudioso de cine Andrew Sarris en su libro El cine norteamericano.
Trono de sangre: un Macbeth japonés
Akira Kurosawa, a pesar de ser un devoto de la escritura de material propio para sus películas, trató con igual pasión a sus adaptaciones. La adaptación de Macbeth, Trono de sangre, cuenta con su actor “fetiche”, Toshiro Mifune, en el papel principal. Toda la acción sucede en el período de guerras civiles japonesas medievales. Los expertos shakesperianos la alabaron de diferentes maneras. Harold Bloom la consideró “la mejor versión cinematográfica”. Peter Brook (director de El señor de las moscas) consideró a la película como una obra maestra, pero a la vez negó que fuera una “verdadera película de Shakespeare debido a su lenguaje”. En 1990 el escritor colombiano Gabriel García Márquez pudo entrevistar a Kurosawa quien le dijo: “Cuando leí Macbeth lo encontré muy interesante. Me hacía pensar en muchas cosas. El Japón de la guerra civil y la época de Shakespeare se parecen mucho. Los personajes también. Luego, tomar a Shakespeare y adaptarlo a un contexto japonés no fue demasiado difícil. No es una forma de expresión única en el mundo. Y tiene un impacto formidable”.
La versión de Roman Polanski
Si la historia de Macbeth ya tiene un origen embrujado, maldito y sangriento, la trama personal de Polanski es idéntica: fue su primer film luego del brutal asesinato de su esposa Sharon Tate en manos del clan Manson. Producida por el magnate Hugh Heffner, creador de Playboy, se trató de una coproducción norteamericana-inglesa filmada en Gales.
Fracaso de taquilla y de crítica, acaso el toque de la revista de las conejitas se palpe en algunos desnudos de Francesca Annis como Lady Macbeth. Esto, sumado al afiche original del film, le dan al conjunto más un aspecto de película de terror gótico del famoso estudio inglés Hammer que de un clásico de Polanski.
En su autobiografía, Memorias, él mismo director de origen polaco relata como su propia vida sirvió para estimular su versión. “Se trata de aquel momento del cuarto acto en que los asesinos enviados por Macbeth irrumpen en el aposento de lady Macduff y su hijito. Recordé súbitamente al oficial de la SS que había registrado nuestra habitación del gueto golpeando con su fusta a diestra y siniestra, jugueteando con mi osito de felpa y vaciando nuestra sombrerera llena de panecillos prohibidos. El comportamiento de los sicarios de Macbeth se inspiraba en aquel recuerdo”. No sólo el inicio de rodaje coincidió con la apertura del juicio a Manson, que volvió a colocar a Polanski en los títulos de todos los diarios, sino que además el director recuerda la experiencia como tortuosa por el salvaje frío con el que tuvieron que rodarla en Gales. Para concluir, terminó peleado con su amigo y productor de la película, Victor Lownes.
Otros Macbeth
Andrzej Wajda, el director polaco de Cenizas y diamantes, dirigió en 1962 Lady Macbeth en Siberia, en la que amalgama la obra de Shakespeare con las deportaciones a dicha región rusa en la época de los zares. Cabezas cortadas, en tanto, es el título del film del vanguardista brasileño Glauber Rocha, figura destacada del Cinema novo. Se filmó en España y cuenta con Paco Rabal en el rol protagónico. En 2006, el director australiano Geoffrey Wright realizó una adaptación con Sam Worthington y en 2015 nuevamente hubo otra Macbeth, con Michael Fassbender como el guerrero escocés.
Hasta donde se sabe, ninguna de ellas (a pesar de no ser éxitos de la crítica) llamó a tragedias, ya no shakesperianas, sino en el mundo real y durante su filmación. De todas maneras, con “la obra escocesa” nunca se sabe. ¿Habrán sorteado la maldición? Ahora es a la reciente versión de Joel Coen a la que le toca escaparle al designio.
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