La reina africana: whisky, mosquitos, canibalismo y la experiencia que Bogart, Hepburn y Huston nunca olvidaron
El rodaje de La reina africana se ha convertido, a lo largo de los años y de los relatos construidos alrededor de aquella aventura, en uno de los más legendarios de Hollywood. Katharine Hepburn le dedicó un libro completo con el sugestivo título El rodaje de La reina africana o como fui a África con Bogart, Bacall y Huston y casi pierdo la razón.
Peter Viertel, guionista y escritor convertido en el salvavidas de última hora de la película, le dedicó su mejor novela sobre aquella travesía en la que un director de cine se obsesiona con la caza de un elefante en el corazón de la selva: Cazador blanco, corazón negro. Clint Eastwood llevó la novela de Viertel al cine en 1990 y puso su aplomo y sed de aventura para interpretar a ese alter ego de John Huston, cazador furtivo y pecador único de aquel cine que creía en locuras y febriles odiseas. Porque eso fue La reina africana, la historia de una locura imposible, el romance imprevisto entre la remilgada hermana de un misionero y el capitán de una barcaza aficionado a la bebida, ambientado en la región oriental de África durante los inicios de la Primera Guerra. Y su rodaje fue la excursión de dos estrellas de Hollywood como Humphrey Bogart y Katharine Hepburn a una tierra desconocida, habitada por mosquitos y hormigas, por el calor húmedo y la vegetación exuberante, comandada por el más temerario de los directores del cine clásico.
"Sam Spiegel y yo hablamos mucho sobre cuál sería nuestra próxima película para Horizon [pequeña productora fundada por Huston y Spiegel en 1947]. Nuestra primera elección fue La reina africana", recuerda Huston en sus memorias, A libro abierto. La novela de C.S. Forester había pasado de estudio en estudio sin nunca llegar a la pantalla. Primero los derechos fueron adquiridos por Columbia para Charles Laughton y Elsa Lanchester; luego Warner Bros. los compró para Bette Davis, y a comienzos de los 50 valían 50.000 dólares, monto que Spiegel tuvo que ir a pedir a una compañía de sonido que equipaba a los estudios de Hollywood. Préstamo mediante, con el compromiso de mencionar a la empresa Sound Services en los títulos de crédito, Huston se hizo con los derechos de la novela y puso manos a la obra en la gestación del guion. Su colaborador fue James Agee, uno de los célebres críticos del período clásico; poeta y novelista maldito en la estela de Faulkner, con su cigarrillo y su vaso de whisky como compañeros inseparables.
En un hotel de Santa Bárbara, Huston y Agee modelaron el texto de Forester, le dieron un espíritu vital en sintonía con el ambiente cálido de la selva y ese inesperado heroísmo que la guerra demandaba a sus protagonistas. Rose Sayer era la hermana de un párroco bautista destinado a una misión en el confín de la selva, que el inicio de la guerra sumergía en la locura y la muerte.
La aparición del veterano Charlie Allnutt, piloto de una barcaza a vapor que surcaba los ríos de esa zona oriental del continente africano, propiciaba un encuentro atípico y un viaje fascinante. Atravesar río abajo las correntadas hasta un lago donde esperaba el imponente barco Luisa de la flota alemana se convertía en la alocada misión de esas dos almas solitarias, cuyo destino estaba atado al clima y el paisaje, al combate europeo que se extendía en esas tierras todavía vírgenes. El trabajo conjunto entre Huston y Agee, y la rutina de tenis, piscina y escritura, concluyó repentinamente cuando el escritor sufrió un infarto.
"Forester me había confesado –recordaba Huston- que nunca había quedado satisfecho con la forma en la que concluía la novela. Había escrito dos finales, uno se había usado en la edición americana (el barco Luisa era derribado por la flota británica) y el otro en la inglesa (el barco La reina africana golpeaba y derribaba al Luisa y Rose y Charlie terminan caminando por la playa). Ninguno de los dos le parecía satisfactorio. Yo pensaba que la película debía tener un final feliz. Como la salud de Agee no le permitió viajar a África, le pedí a Peter Viertel que trabajara conmigo en las escenas finales".
Huston eligió a las estrellas perfectas para esa aventura. Katharine Hepburn estaba haciendo una gira teatral y la perspectiva de regresar a Hollywood resultaba prometedora. Sería su primera película en colores, filmada en locaciones en el Congo, toda una aventura que marcaría su vida para siempre. Anne Edwards cuenta en su biografía sobre la estrella: "A Kate le gustaba el personaje de Rose y especialmente la idea de trabajar con Bogart y Huston. Dijo que sí sin vacilar, acordándose que cobraría sesenta y cinco mil dólares al contado, igual cantidad a plazos y un 10% de las ganancias de la película".
Para Bogart la experiencia africana no fue tan satisfactoria. Acostumbrado a rodajes urbanos, padeció las picaduras de mosquitos, los calores sofocantes y la mala comida. Pero el whisky y el humor de Huston fueron sus mejores aliados y la experiencia le dejó un Oscar como mejor actor y algunas divertidas anécdotas: "Todo lo que comía eran porotos, espárragos enlatados y whisky escocés. Pero cada vez que un mosquito nos picaba a mí o a Huston, caía fulminado".
Hallar las locaciones en África resultó el mejor de los preámbulos para el director. Viajó con el productor Sam Spiegel y el director artístico Wilfred Shingleton desde Londres a Kenia para recorrer la zona. Alquilaron un avión en Nairobi y junto a dos pilotos intrépidos siguieron el curso de los ríos desde el aire, por el norte de Rhodesia, el Congo y Uganda. "Cuando veíamos un lugar adecuado, encontrábamos la pista más cercana, muchas de ellas construidas durante la guerra, aterrizábamos. Luego íbamos a explorar en lancha o en piragua". En una de las excursiones en el Congo, Huston y su equipo visitaron al comisionado de la aldea de Ponthierville.
Luego de la charla de bienvenida, un guía los condujo a una cabaña ubicada en la selva, que serviría de alojamiento por esa noche. "Al parecer había sido una cárcel de una sola celda. Había barrotes en las ventanas, el suelo era de tierra y el techo se estaba hundiendo. Me volví para hablar con el guía pero se había ido. Había un viejo asiento de auto en el piso, esa era la única ‘cama’. Teníamos una baraja de naipes, una linterna y un par de botellas de whisky, así que nos pasamos toda la noche jugando al póker. A la mañana nos miramos y teníamos muchas picaduras, y Shingleton se puso tan enfermo que tuvimos que llevarlo a un hospital de Nairobi".
Era una rareza que Hollywood emprendiera un rodaje de varias semanas, con estrellas y un director de renombre como Huston, en plena selva africana. Pero Huston no iba a conformarse con algunas tomas aisladas y una recreación en estudio: estaba convencido de que una película como La reina africana no lo merecía. En Butiaba, una terminal de ferrocarril a orillas del lago Alberto, encontró el casco del barco que se convertiría en la embarcación estrella de Charlie. Construido en Inglaterra en 1912, se utilizaba para trasladar pasajeros a través del lago. El equipo de rodaje lo llevó a un taller cercano y los carpinteros locales lo repararon. Luego se construyeron dos campamentos, uno en el río Ruiki y el otro cerca de Butiaba, para ambientar toda la travesía que compartían Rose y Charlie.
El final se filmaría en las cataratas de Murchison. Mientras se ajustaban los preparativos, Huston emprendió varias aventuras por la zona. Era un ávido cazador y, como cuenta Viertel en su novela, la mítica de los elefantes lo tenía obsesionado. Sabía todos los detalles de la caza en África, pedía los mejores hombres para que lo acompañaran a las expediciones más arriesgadas, escuchaba con interés las historias de los lugareños sobre leopardos y leones que enfrentaban y vencían a sus cazadores. En una de sus salidas junto a Mascota, un cazador negro inquieto y experimentado, estuvo muy cerca de matar a un elefante. "Un día estábamos en un pequeño calvero en la selva y Mascota me hizo la señal de ‘presencia de caza’. Me quedé inmóvil mientras él reptaba entre la maleza hasta acceder a un claro y mostrarme la pata de un enorme elefante. Se volvió y me dijo: ‘No se puede. Es una hembra’. La verdad es que no maté un elefante mientras estuve con Mascota. En realidad, nunca maté un elefante, a pesar de haberlo intentado tantas veces. Nunca he tenido a tiro uno cuyos trofeos valieran semejante crimen. Más que crimen, pecado. Hoy en día no se me ocurriría matar un elefante, pero en aquella época la caza mayor era muy importante para mí".
Las construcciones del campamento estaban hechas con hojas de palma y rafia de la selva circundante, que cuando se descomponía atraía a las hormigas soldado de la zona. Las hormigas soldado atacaban de manera simultánea a la presa designada, y se comían todo lo que encontraban. Sortearlas era todo un desafío para mantener en pie los bungalows donde estaba el equipo técnico y los materiales de rodaje.
Para conseguir comida, Huston contrató un cazador negro que le traía la carne para cada día. Un tarde aparecieron en el campamento unos oficiales y arrestaron al cazador negro sin demasiadas explicaciones. "Parece ser que cuando el cazador no encontraba animales, se proveía carne de algunos habitantes de la comarca. Debo reconocer que yo nunca noté la diferencia de sabor". Después del episodio del canibalismo llegó la cría de un cocodrilo, que dispusieron en un piletón para utilizar en algunas escenas. "Cada vez que un miembro del equipo cruzaba la plaza del campamento tenía que recordar que el cocodrilo estaba ahí, porque si pasaba cerca el animal se precipitaba a las piernas humanas dando dentelladas. De vez en cuando se oía algún grito de dolor y las maldiciones de alguien que intentaba librar su tobillo de la mandíbula del pequeño reptil".
Junto con el barco listo para el rodaje, llegaron Bogart, su esposa Lauren Bacall, y Katharine Hepburn. Con ellos venían las noticias del embarazo de Ricki, la esposa de Huston, que estaba en su último trimestre [el esperado bebé era Anjelica Huston]. Para filmar la travesía de la barcaza a lo largo del río Ruiki se construyeron cuatro balsas. En una de ellas había una réplica del barco que le permitía al director colocar las cámaras cerca de los actores, y a los operadores moverse para concebir los planos más cerrados. En la segunda iban las luces y todo el equipo de utilería, en la tercera el generador y en la cuarta el camarín de Hepburn, equipado con un pequeño retrete y un espejo de cuerpo entero.
John Huston tenía una personalidad sorprendente. Tenía intuiciones brillantes, como cuando me dijo que me inspire en Eleanor Roosevelt para crear a mi personaje
"Cuatro balsas resultaron demasiado para ‘La reina africana’, así que tuvimos que abandonar la de Katie y ella tuvo que usar la selva como retrete, igual que todos los demás. Su espejo se rompió y al final tuvo que usar unos pequeños trozos para maquillarse." La relación entre Hepburn y Huston fue una de las más fructíferas de la carrera de la actriz. Siempre se mostró maravillada por las indicaciones del director, quien le sugirió que imagine a Rose como a Eleanor Roosevelt cuando iba de visita a los hospitales de campaña. En su libro Yo misma, así lo recuerda: "John Huston tenía una personalidad sorprendente. Tenía intuiciones brillantes, como cuando me dijo que me inspire en Eleanor Roosevelt para crear a mi personaje. Yo interpretaba a Rosie demasiado seriamente. Pero Rosie, como yo, era la hermana de un sacerdote y tenía que acercarse a los demás con algo de esperanza. Fue una inspiración su sugerencia".
En el rodaje a través del río surgieron nuevas complicaciones, según recuerda Huston. A la noche solían dejar a un guardia nativo para que controlara que nadie robara los equipos ni los elementos del barco. "Una mañana descubrimos que ‘La reina africana’ se había hundido durante la noche. ‘¿Por qué no nos avisaste?’, le pregunté al guarda. Se encogió de hombros y me dijo que no había nada que decir. Que nadie había robado nada, ahí estaba todo en el fondo del río. Conseguimos sacarlo a flote a base de fuerza humana, parcheamos los agujeros y seguimos navegando". Luego llegaron las avispas negras, que visitaron el rodaje con sus letales picaduras durante dos días hasta que se cansaron y abandonaron la tarea. Después una mamba negra, una de las serpientes más agresivas de la región cuyo veneno resulta mortal, hizo su aparición en uno de los improvisados retretes que se armaron en la selva. "Un día por la tarde, Kevin McClory, uno de los operadores de grúa, salió corriendo como una flecha con los pantalones en la rodilla. Estaba sentado en el baño cuando levantó la vista y vio un cilindro negro que se movía sobre su cabeza. Desde ese momento se solucionó el problema de diarrea que teníamos en el campamento".
Ya hacia el final del rodaje, el equipo y los actores se trasladaron a Murchison para filmar en las cataratas el final de la película. Fue entonces cuando Huston se llevó a Hepburn de caza para demostrarle qué era lo que le atraía tanto de la selva y de sus peligros. "Se convirtió en la encarnación de Diana, la cazadora", fueron las palabras que eligió Huston para describir aquellas excursiones matutinas en las que ambos se internaban en la selva antes de las horas de rodaje. "Nada podía convencerla de animarse a disparar pero la belleza de la jungla y la emoción de la aventura le resultaban fascinantes", explica Anne Edwards, la biógrafa de Hepburn.
Un día encontraron una manada de elefantes y decidieron seguirla durante un largo rato, hasta que se internaron en el espeso follaje y descubrieron que estaban demasiado cerca de los animales. "Lo que debes hacer en semejante situación es volver sobre tus pasos silenciosamente. Pero los elefantes nos olfatearon y empezaron a correr aplastando la vegetación. Katie y yo nos quedamos inmóviles. La miré y vi que tenía el rifle ligero levantado y la mandíbula apretada. Era increíble su valentía. Yo solo podía pensar en que había puesto a una mujer –la estrella de mi película- en ese peligro. Por suerte la manada se dispersó y salimos ilesos".
El rodaje en exteriores de La reina africana terminó el 17 de julio de 1951, solo dos días después de lo previsto. En los estudios Shepperton y en Worton Hall se filmaron las escenas de Bogart y Hepburn bañándose en el río, la del arreglo submarino de la hélice de la barcaza y todas las escenas con Robert Morley, quien interpretaba al hermano de Rose. Además de una de las grandes aventuras de Huston en el agua, junto a Moby Dick que filmaría unos años después,La reina africana se convirtió en una de las grandes apuestas del Hollywood clásico al uso de los exteriores. Ya no las urbes del film noir sino los paisajes exuberantes del Congo convertidos en el abrigo de un amor inesperado.
La historia de Charlie y Rosie, dos maduros habitantes de ese tiempo incierto de guerra y peligro, fue un hito en las carreras de Bogart y Hepburn. A Bogey le dio su merecido Oscar y modeló esa imagen que marcó el final de su carrera, con la barba crecida a bordo del barco, ensayando un heroísmo casual entre besos furtivos e inolvidables sonrisas. Y para Hepburn fue su reaparición como sobreviviente de aquel mote de "veneno para la taquilla", la demostración de que su carrera estaba viva y reinante, de que aquella joven espigada de Historia de Filadelfia daba paso a una mujer de fuerza y convicción, que sorteaba los ríos turbulentos y las intrépidas cacerías.
La película está disponible para ver en streaming en Qubit TV.
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