Llegó a Netflix Rock the Kasbah (2015), uno de los títulos menos conocidos de los últimos años para un actor que de a poco se anima cada vez más a cantar en la pantalla, los escenarios y los discos
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Quienes se sorprendan al descubrir el lado musical de Bill Murray en una película casi secreta de 2015 que acaba de revelar Netflix, Rock the Kasbah: descubriendo una estrella, deberían prestarle atención a algunas de las noticias que llegaron en los últimos días desde Cannes. Además de la competencia oficial, del desfile de famosos por la alfombra roja, del regreso de algunos grandes directores y de los títulos premiados, Murray se convirtió en uno de los grandes protagonistas del festival que se cerró hace muy poco, el sábado 17 de julio. Y también gracias a la música.
“Sé que algunos de ustedes están pensando en irse. No lo vamos a permitir. Si llegamos hasta acá, ¿acaso pensaron que íbamos a tocar solamente una canción?”, bromeó en la sala Debussy, una de las clásicas sedes del Festival de Cannes mientras un grupo de asistentes instalaba un piano. Había hecho su ingreso mezclado entre el público y con un enorme ramo de rosas que, una por una, fue arrojando a su paso mientras se dirigía al escenario.
El lugar quedó listo pocos minutos después para que Murray, el chelista alemán Jan Vogler, la violinista china Mira Wang y la pianista venezolana Vanessa Pérez comenzaran a interpretar en vivo algunas de las piezas incluidas en el álbum New Worlds, grabado y editado en 2017. Una original mezcla de poesía, música clásica, relatos y canciones.
Para ese tiempo, Murray ya estaba resuelto a mostrar desde varios ángulos su faceta musical. En la más reciente versión de El libro de la selva (que puede verse en la plataforma Disney+) le puso voz al oso Baloo y se animó allí a cantar uno de los temas de la película. También lo vimos interpretar varios clásicos navideños junto a invitados estelares en el celebrado especial A Very Murray Christmas, también disponible en Netflix.
Todas esas apariciones tuvieron y tienen una apreciable repercusión, pero alrededor de ellas hay una más, casi desconocida. La de Rock the Kasbah, que resume en un solo largometraje toda esta creciente presencia musical de Bill Murray. En el film es Richie Lanz, un productor, manager y representante musical venido a menos que decide aprovechar, casi como un manotazo de ahogado, una propuesta casi inverosímil para llevar a una de sus representadas a cantar para las tropas estadounidenses acantonadas en Afganistán. Allí, casi por azar, se encontrará con una voz femenina fuera de lo común y tratará de convertirla en estrella a través de un show de talentos al estilo de American Idol o La voz, que en su versión local no admite la participación de mujeres por razones religiosas y culturales.
El Richie Lanz que Murray encarna en esta película hasta ahora inédita en la Argentina (nunca se estrenó ni en los cines ni en otros espacios de la TV paga) se vanagloria de haber descubierto a Madonna y de haber conseguido que Stevie Nicks entregara el concierto de su vida, pero no logra sostener la carrera de su única representada, Ronnie (Zooey Deschanel), una modesta imitadora del estilo de Meredith Brooks, hasta que sus necesidades urgentes de efectivo (entre otras cosas está separado y casi no puede ver a su pequeña hija) lo llevan a aceptar la oferta de viajar hasta Afganistán para que Ronnie actúe frente a los soldados que custodian ciudades derruidas y hacen la vista gorda ante toda clase de negocios oscuros e insólitos.
Si no se habló más de Rock the Kasbah desde su estreno fue porque muchos, empezando por sus propios productores, prefirieron olvidarla. Había llegado a los cines de Estados Unidos a fines de 2015 con muchísimas expectativas y hasta Murray se animó a presentarse unos meses antes en un panel de Comic Con como si Richie Lanz fuese una persona real. Esa tarde, Murray le pidió al público que cantara durante 30 segundos el primer tema que se le ocurriera a cada uno. El desopilante resultado, una mezcla enloquecida y delirante de sonidos, es un clásico momento Murray. A ningún otro se le hubiese ocurrido algo así.
Pero la película fue recibida con una indiferencia pavorosa, pese a la presencia de Murray y de otros actores muy conocidos (Kate Hudson, Danny McBride, Scott Caan, la propia Deschanel), junto al prestigio de su director, Barry Levinson. La crítica de los medios estadounidenses resultó demoledora. No tardó en ser calificada como “el gran fracaso de taquilla del año”. Ahora, cuando por fin puede verse y recuperarse gracias al streaming, queda claro que hay ideas, méritos y detalles meritorios que no justifican en absoluto semejante escarnio. No será el primer o el último caso. Sobran ejemplos de títulos valiosos que atravesaron la misma experiencia.
Bill Murray lanzando flores en Cannes es lo mejor que veremos hoy 😆pic.twitter.com/WL2Smbmitw
— SensaCine México (@SensaCineMx) July 17, 2021
El equívoco mayor aparece cuando se le cuestiona a Rock the Kasbah una supuesta desconsideración hacia la sociedad afgana en tiempos de guerra, víctima en apariencia por una avalancha de clisés, preconceptos y lugares comunes impuestos por una mirada similar a la de las tropas de ocupación. Tal vez sea esa propia mirada crítica la que está contaminada de prejuzgamientos, porque lo importante aquí es la observación de conductas que elige hacer la película desde un lugar muy preciso y honesto, el de la sátira.
Lo que parece interesarle más a Levinson, el experimentado director de Buenos días, Vietnam; Avalon, Rain Man, Mentiras que matan y Vidas bandidas es la humanidad que siempre se esconde detrás de comportamientos en apariencia medrosos, utilitarios, especulativos o egoístas. Y que puede asomar en cualquier momento. La larga carrera de Levinson acumula tantos reconocimientos como frustraciones, pero nadie puede negarle oficio y talento para equilibrar comedia y drama. Además, es uno de esos directores que deja de inmediato bien en claro que quiere a sus personajes.
Levinson marcó en más de una entrevista las continuidades que hay entre esta comedia y Buenos días, Vietnam. Las dos tienen en la superficie la apariencia de una historia de guerra. Uno de los personajes centrales de Rock the Casbah es el estereotipo del militar duro y cínico encarnado por Bruce Willis. Pero, como señala el director, detrás de uniformes, armas y bombas a punto de explotar hay personas, un mundo que funciona en medio de ese escenario beligerante. “Y un mundo que lleva hasta allí cierto modo de vida americano”, agrega.
Tal vez en ese sentido no todas las escenas estén logradas, pero por encima de cualquier tropiezo está la intención de retratar desde esa observación satírica a personajes queribles o al menos divertidos, preparados para sobrevivir en medio de la crueldad de la guerra. Todo sin necesidad de hacer profundas declaraciones o manifiestos con mensajes o sesgos ideológicos.
Murray vuelve a lucirse en un personaje que parece haber sido escrito para él. Uno de esos antihéroes o perdedores que no se caracterizan por sus comportamientos virtuosos, en este caso un productor artístico que actúa como verdadero estafador. Sabemos todo eso, pero al mismo tiempo queremos que no fracase, que no se siga hundiendo, porque en los momentos decisivos lo vemos tomando las decisiones correctas. El actor sabe expresarlo desde ese rostro único, surcado de líneas y arrugas que parecen cicatrices.
En el momento en que parece asomar la derrota siempre hay en Murray un gesto digno y risueño a la vez, propio de quien no se resigna a darse por vencido. “Brian –le dice al militar personificado por Willis-, seguramente no querrás ser el tipo que abandonó El Alamo”, mientras está por enfrentar casi sin escapatoria posible el acoso de un grupo de personas armadas hasta los dientes.
Hay otro gran momento de la película en el que aparece improvisando con un laúd el clásico riff de “Humo sobre el agua”, de Deep Purple. Lo hace con el mismo ánimo risueño y contagioso que entregó durante su aparición en la sala Debussy de Cannes junto a sus compañeros de New Worlds, narrada al comienzo de esta nota.
Esas interpretaciones en vivo acompañaron en una de las últimas jornadas del festival la presentación de un documental que registra ese trabajo musical y discográfico, New World: The Cradle of Civilization (La cuna de la civilización), filmado durante el concierto final de la gira que Murray y sus compañeros hicieron en 2018, nada menos que en la Acrópolis de Atenas. Fue el cierre de una activa presencia de Murray en Cannes, que comenzó con el estreno mundial de la última película de Wes Anderson, La crónica francesa (The French Dispatch).
Habitué del cine de Anderson, Murray se sumó al nutrido grupo de estrellas que acompañó la presentación del film en la competencia oficial. Fue un festival de estilos en el que Murray llevó la voz cantante, vestido de sombrero, camisa de colores extravagantes, bermudas y un reloj en cada muñeca. Una presentación digna de alguien que le escapa a todas las formalidades.
El artista que interpreta en Rock the Kasbah a un representante artístico no tiene un manager que le maneje su carrera y tampoco un número de teléfono propio para ser ubicado con facilidad. Un día decidió reemplazarlo por una línea gratuita 0-800 a la que se conecta solo cuando tiene ganas.
“Yo no soy una persona muy disciplinada –dijo hace poco-. Esto me permitió no atender el teléfono y, al mismo tiempo, verificar quién se molestó en llamarme y cuál era el mensaje, siempre que tuviese ganas de participar en algo. Y no es que a las 11 en punto llega la hora de revisar los mensajes. A veces paso días o semanas sin hacerlo. Lo siento mucho, pero estoy ocupado viviendo”. Tómelo o déjelo. Bill Murray se mueve al compás de su propia música.
Rock the Kasbah: descubriendo una estrella está disponible en Netflix
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