La mente como escena del crimen: para descubrir el cine de Christopher Nolan
Si la vida es sueño, y el cine nos ofrece la posibilidad de soñar despiertos, habría que preguntarse con qué sueña Christopher Nolan, el director inglés que supo reinventar al cine de superhéroes, generar fuertes ingresos de taquillas con títulos populares y acomodarse como uno de los autores más destacados de Hollywood en estas dos décadas del siglo XXI. Resistido por algunos, amado por otros, el cuerpo cinematográfico que ofrece esconde varias claves para que el espectador pueda reconocer los indicios y símbolos que recorren su obra. Hay motivos que se repiten en imágenes: las siluetas de los hombres que enfrentan al ambiente, ya sea la espalda de un piloto varado en playas francesas o un payaso frente a la ciudad antes de robar un banco. Otros se pueden encontrar en la forma que Nolan elige para narrar: la deconstrucción de la imagen/tiempo en relatos no lineales. Cualquiera sea la película, Nolan es un purista de la experiencia cinematográfica y pretende que su próxima película, Tenet, sea la que devuelva la confianza a los espectadores (y exhibidores) para probar que el cine está lejos de ser una reliquia de otra época. Aquí algunas claves para entender cómo Christopher Nolan conjuga producciones de alto presupuesto con los laberintos de la mente, y las películas que pueden encontrarse en streaming.
Trucos y recuerdos
«Usted quiere ser engañado», advierte la voz en off de Michael Caine —uno de los actores fetiche de Nolan— en El gran truco. La historia se centra en dos magos cuya rivalidad escala a lo largo de los años: Hugh Jackman contra Christian Bale —otro de los habitués del director— sobre y debajo del escenario. No se trata de la confusión onírica sino del acting que deviene en acto, donde los límites de la percepción se confunden con el fanatismo. El dilema clásico que propone que lo que vemos nos mira. El espectador es consciente del espectáculo: Nolan se ubica como el mago que pretende probar, aún en 2006, que hay posibilidad para el asombro cuando los que miran eligen no ver porque quieren ser engañados. Pero, como advierte Nikola Tesla (en una presentación tan memorable como el actor que lo encarna: David Bowie), lograr lo extraordinario, el asombro de la platea, no es imposible para los que están dispuestos a pagar el precio. La prestidigitación no es solo una competencia sino una obsesión que involucra el sacrificio… y el artificio.
Ya desde Memento (2000) se entreveía la posibilidad de concebir al cine como un instrumento capaz de crear un relato ficticio. En este neonoir, un detective sin memoria a corto plazo debe resolver un misterio confiando en anotaciones escritas en forma de tatuajes y fotografías. La analogía es obvia: el cine también es una producción discursiva capaz de manipular a los que no pueden recordar y confunden la representación con el objeto representado en sí mismo. El montaje, la verdadera estrella de la película, ofrece una propuesta similar a la que señalaba Jorge Luis Borges (el escritor con el que algunos medios señalaron parecidos en la obra de Christopher Nolan) en su reseña de El ciudadano, de Orson Welles, como «una rapsodia de escenas heterogéneas, sin orden cronológico» que esta vez invita a combinar y reconstruir esos fragmentos en el afán de descubrir si este laberinto tiene (o no) un centro.
Batman: introspección política
Si de explorar la mente humana se trataba Memento, Warner Bros. encontró a la persona indicada para encargarse de reinventar al atormentado héroe de los comics de DC: Batman. Maltrecho en el cine después del delirio camp que fue Batman y Robin, el título fue más que adecuado para la nueva versión: Batman inicia. Deconstruir el mito para adentrarse en la psicología de Bruce Wayne antes de que se transforme en el vengador anónimo. La película, aunque fue un gran éxito en 2005, apenas fue la punta del iceberg de lo que vendría. En 2008 El caballero de la noche no solo rompió récords de taquilla: probó que el cine basado en superhéroes de comics podía ser más que sofisticado. Aún con 8 nominaciones al Oscar (y dos futuras estatuillas, una de ellas para el Guasón de Heath Ledger, nuevo ícono pop) le faltó un reconocimiento clave, el de mejor película, provocando la crisis de legitimación que obligó a la institución a expandir la cantidad de nominadas, en esa categoría, apenas un año después. Las dos películas, oscuras y sombrías, dejaron su huella en Hollywood y ejercieron una fuerte influencia en otras franquicias del cine. No solo por la necesidad de explicar los orígenes de todo, sino también por el tono. Batman no era más kitsch, sino un asunto serio. O, mejor dicho, hecho con seriedad. Hasta Edward Norton, que trabajó para «la competencia», decía: «Con El increíble Hulk quise que Marvel hiciera una película tan buena como la peor película de Nolan. Quería que hicieran con Hulk lo que Nolan hizo con Batman y me dijeron que ellos (los de Marvel) también querían eso. Pero no fue así».
La trilogía, que culminó con Batman: El caballero de la noche asciende, se puede considerar en retrospectiva como la declaración más política del cineasta inglés. En esta última la Historia de dos ciudades, de Charles Dickens, parece ubicarse en Gotham, que ya no es la metrópoli noir de Tim Burton: la arquitectura es la de Nueva York y la película no intenta ocultarlo. La pelea es por la conquista de la calle: de un lado están los revolucionarios que liberan delincuentes, no respetan la Justicia, saquean a la clase dominante y ocupan la Bolsa. El vestuario, los modismos y los discursos del maquiavélico Bane guardan más similitudes con distintos líderes populistas de la política internacional que con el personaje original de las historietas que vieron nacer al personaje. Cada uno de los villanos de la trilogía parece encarnar algún peligro para la democracia: desde el payaso anarquista pasando por el político de dos caras hasta los que intentan sabotear al sistema desde adentro para imponer justicia por mano propia. Del otro lado está el murciélago que pelea junto a los policías y no duda en intervenir todos los teléfonos de Gotham para detener a un terrorista. No es un héroe, sino un vigilante oscuro. Cualquier parecido con la realidad no es mera coincidencia.
Los sueños, el coeficiente de engaño
El origen probó que el cineasta no dependía de Batman para llevar multitudes al cine. No se trata de las fantasías oníricas perversas de David Lynch sino de una amalgama de géneros y referencias del cine que disfruta el director. Una película de robos donde los «ladrones» trabajan en equipo en el inconsciente de la víctima para implantar una idea. Que cada uno de ellos parezca remitir a las distintas personas/funciones que son necesarias para hacer una película no es casual. Leonardo DiCaprio interpreta al personaje que dirige toda la operación y bien podría ser el álter ego del director. Algunas voces críticas pueden señalar que en esta película también se notan algunos de los vicios recurrentes de Nolan: la necesidad de subrayar todo a través de los diálogos (casi no hay secuencia donde uno o más personajes no estén explicando cómo funcionan los sueños). También se nota que no hay demasiada imaginación en el mundo alucinado: se puede decir que todos sueñan con hombres de trajes caros, armas y palacios increíbles, como si fuera una película de James Bond. La observación no es tan desacertada si se considerada que una de las diez películas favoritas de Nolan es Al servicio secreto de su Majestad. No es el único clásico al que remite El origen: una habitación parece calcada de 2001: odisea del espacio y el famoso «pasillo giratorio» es un efecto práctico que ya hacía Fred Astaire, en 1951, en Boda real.
La complejidad narrativa de las películas del director de Noches blancas hace necesario verlas más de una vez. Así lo reconocía Quentin Tarantino cuando habla de Dunkerque: «La primera vez que la miré no pude ver más allá del espectáculo. Me gustó la película pero fue recién a partir de la tercera vez que la vi que pude apreciarla. Pasó a ser mi segunda película favorita de la década. Cuando entendí lo que estaba haciendo Nolan comprendí que todo era como una sinfonía donde todo funciona». En la película bélica que se ganó la devoción del director de Tiempos violentos hay tres historias: una en la tierra, otra en el mar y otra en el aire. Una semana, un día y una hora, respectivamente. Hay situaciones que se repiten en la película, según el punto de vista del personaje que las atestigüe. La música, como si fuera el incesante tictac de un reloj no apto para ansiosos, deja en claro que el tiempo es el enemigo. Como sucedió con los grandes maestros del cine que hicieron dupla con famosos compositores, Nolan encontró a su par en las percusiones de Hans Zimmer. Dunkerque es, además, una proeza técnica que se convirtió en la única (hasta ahora) nominación al Oscar como director para Nolan.
Más allá de los sueños, el principio de realidad
Pero tal vez la película que reúna todas las preocupaciones y obsesiones de su carrera sea Interestelar, que es por partes iguales un diálogo con el cine de ciencia ficción (y, en especial, el clásico de Stanley Kubrick) y un muestrario de los fantasmas que recorren su obra. Matthew McConaughey es un astronauta proveniente de una región rural de los Estados Unidos, cuya misión consiste salvar a la humanidad. Si en El gran truco, Memento y la trilogía de Batman los protagonistas son hombres que se movilizan por la ausencia trágica de una mujer (y son engañados por algún personaje femenino con malas intenciones) y en El origen Marion Cotillard representa la ausencia y a la vez el recuerdo vengativo que perturba el inconsciente del protagonista (¡su personaje se llama Mal!), en Interestelar McConaughey es un padre angustiado en un relato donde la figura materna no existe.
Pero el objetivo del héroe no es superar un engaño o un recuerdo, sino salvar al mundo para reencontrarse con su hija. Hay, de nuevo, una carrera contra el tiempo dada por la promesa del regreso con gloria. Pero también es la idea del tiempo (y la literatura) lo que permite trascender la barrera espacio/temporal. La excepción dentro de la filmografía: en Interestelar los relojes, los recuerdos y las imágenes no se construyen como un significante negativo. ¿Cómo se llama, entonces, la hija en la ficción que interpreta Jessica Chastain? Como uno de las leyes más conocidas: Murphy. Pero Christopher Nolan no toma aquella acepción pesimista que sugiere que todo lo malo que pueda suceder va a suceder. La definición que da la película se acerca más a la del epigrama original: Todo lo que puede suceder, sucede.
Dónde ver sus películas
- Memento, recuerdos de un crimen: Amazon Prime Video
- Batman inicia (2005): Netflix, Google Play, Flow
- El gran truco (2006): Google Play
- Batman: El caballero de la noche (2008): Google Play, Flow
- El origen (2010): Netflix, Google Play.
- Batman: El caballero de la noche asciende (2012): Flow, Netflix, Amazon Prime Video
- Interestelar (2014): Google Play, Claro Video.
- Dunkerque (2017): Google Play, Amazon Prime Video, Apple iTunes.
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