La madre de la novia: la comedia romántica que es furor en Netflix, pero que ni su famosa protagonista puede salvar del desastre
El film protagonizado por Brooke Shields figura primero entre las preferencias del público en la Argentina y el resto de los países en los que está disponible la plataforma de streaming
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La madre de la novia (Mother of the Bride, Estados Unidos/2024). Dirección: Mark Waters. Guion: Robin Bernheim. Fotografía: Ed Wu. Edición: Travis Sittard. Elenco: Brooke Shields, Benjamin Bratt, Miranda Cosgrove, Sean Teale, Chad Michael Murray. Disponible en: Netflix. Nuestra opinión: mala.
De todo el abanico de posibilidades narrativas que la comedia romántica tiene para ofrecer, las historias que corresponden al subgénero conocido como “de rematrimonio”, son las que suelen equilibrar con más precisión el balance entre comedia y romance que estas películas precisan para resultar exitosas. Los ejemplos de aquellas que lograron el cometido va de clásicos indestructibles como Pecadora equivocada (1940), de George Cukor, con Katherine Hepburn y Cary Grant, o Ayuno de amor (1940), de Howard Hawks con Clark Gable y Rosalind Russell, a ejemplos más cercanos como la argentina El amor menos pensado (2018), de Juan Vera, con Ricardo Darín y Mercedes Morán y Pasaje al paraíso (2022), con George Clooney y Julia Roberts. Sin embargo, su capacidad de resistir el paso del tiempo, las modas y los modos de producción parece haber encontrado su límite con La madre de la novia, la comedia romántica de rematrimonio estrenada la semana pasada en Netflix que figura primera entre las elecciones del público en todo el mundo, incluyendo a la Argentina.
La premisa del film protagonizado por Brooke Shields es tan sencilla como poco original: una joven planea casarse en un destino de playa con el hombre de sus sueños, pero el cuento de hadas tiene un impedimento, y es que Lana (Shields), su mamá, no conoce al novio y desconfía del romance. Para complicar aún más el asunto, una vez llegada al complejo vacacional tailandés en el que se celebrará la boda, Lana descubre que su futuro consuegro es nada más y nada menos que Will (Benjamin Bratt), el novio de sus tiempos universitarios que le rompió el corazón.
Más allá de tomar prestado varios elementos de otros films de su tipo en los que el centro de la trama deriva de la idea de enmendar los errores y dolores del pasado para darle una segunda oportunidad a un viejo amor, La madre de la novia tenía ciertos méritos para salir adelante, especialmente gracias a su elenco encabezado por Shields. La actriz ya había demostrado su aptitud para la comedia romántica enfocada en personajes de la mediana edad con Un castillo para navidad, también de Netflix, perteneciente a otro subgénero muy transitado: el romance navideño. Sin embargo, en esta nueva película, el considerable carisma de Shields y sus evidentes esfuerzos por sacar adelante el relato se chocan con un guion precario, que no parece estar interesado en nada más que un humor de trazo grueso, una comedia física por demás elemental y un nivel de fantasía que hace de la trama ya no un cuento de hadas, base de toda comedia romántica anclada en la tradición, sino un experimento incoherente y decepcionante desde el comienzo.
Desde la primera escena, filmada con tanta falta de criterio estético como tenía Un deseo irlandés (esa otra comedia reciente de gran aceptación entre el público de la plataforma y escasos aciertos artísticos), queda claro que la joven pareja en camino hacia al altar no logra transmitir en pantalla nada de la supuesta química romántica que se supone deben tener para poner en marcha todo el relato. Interpretados por los hábiles intérpretes Miranda Cosgrove (ICarly) y SeanTeale (Rosalinda), es poco lo que pueden hacer los actores para prestarles algo de vida y matices a sus personajes tan anodinos y poco definidos. Algo similar ocurre con el resto del elenco secundario, un coro griego de viejos amigos de Lana y Will que aportan poco más que un par de pasajes pretendidamente cómicos que no causan demasiada gracia.
Con el costado del humor completamente abandonado a chistes fáciles -la torpeza del personaje de Shields es la excusa de caídas y golpes varios-, y remates de doble sentido que atrasan unas cuantas décadas, la única posible redención de la película descansaba en hacer creíble el vínculo entre los viejos amantes, separados por los años, los malos entendidos y un exceso de orgullo por parte de ambos. En ese sentido, la experiencia y la fotogenia de Shields y Bratt apenas ayudan a justificar la hora y media de dedicación que la película le pide a los espectadores. Sin embargo, cuando el relato se desvía hacia el conflicto entre madre e hija generado por la más que delirante intención de la chica de transformar su boda en una oportunidad de ampliar su alcance como influencer, o aparece un tercero en discordia entre Lana y Will -un personaje, interpretado por Chad Michael Murray, escrito con tal descuido que parece una parodia del género-, la película pierde definitivamente el rumbo. Y de paso se ocupa de asestar un nuevo golpe a la comedia romántica que, lejos de renacer de sus cenizas gracias a la atención que le prestan ahora las plataformas de streaming, termina por justificar las críticas que se le hacen al género.
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