La inocencia en medio del Holocausto
El best seller de John Boyne, acerca del hijo de un alto oficial nazi, llega al cine con dirección del inglés Mark Herman
De la noche a la mañana, Bruno, un niño de ocho años, viaja con su familia, normal como cualquier otra, de su lujosa casa urbana a otra algo menos afortunada, a cientos de kilómetros de allí. Su padre es militar de grado y le cuenta que ser trasladado es un honor, porque de esa forma defenderá mejor a su país, en guerra, explica, contra "terribles enemigos". El chico aventurero quiere salir de ese encierro forzado y caminar sin rumbo hasta encontrar a un igual. Lo encuentra detrás de un alambrado de púas y vestido con lo que se parece a un pijama a rayas. Todo es extraño. La amistad crece, no obstante no entiende el porqué de tanta crueldad.
Antes de que todo esto ocurriera, el relato había dado algunas coordenadas: banderas nazis por las calles de Berlín; el uniforme del padre del pequeño, un alto oficial de las SS que acaba de ser ascendido a comandante de uno de los más grandes campos de concentración, y el maestro contratado para instruirlo, empeñado en enseñarle las virtudes de la raza aria y la necesidad de tratar con desprecio, peor que animales, a los judíos. Es, obviamente, una fantasía a propósito del horror del Holocausto (no importa si los límites de los campos tenían en realidad fosos, guardias muy armados todo el tiempo y alambrados electrificados), porque la contundencia de El niño con el pijama de rayas , novela del irlandés John Boyne, publicada en 34 idiomas a partir de 2007, respecto de mostrar a esta familia nazi con matices humanos tenía y tiene como meta dejar mella en los chicos y adolescentes de hoy.
Este también es el punto de partida de El niño con el pijama de rayas , la película dirigida por el inglés Mark Herman (el mismo de Tocando el viento y Pequeña voz ), preestrenada en el último Festival de San Sebastián, que el jueves estrenará Buena Vista y que tiene como figuras centrales a los pequeños Asa Butterfield y Jack Scanlon y a los adultos David Thewlis y Vera Farmiga.
"Creo que había muchos desafíos a la hora de adaptar esta novela, y en la medida en que lo hacíamos éstos crecían", señaló el director. "El principal: que el libro fue tan popular? Si un libro viene de vender 3 millones de ejemplares, hay igual cantidad de películas en los cerebros de toda esa gente. El desafío era hacer una versión mejor que las imaginadas. La intención fue serle fiel al espíritu del original, en lugar de ponerlo todo en diálogos y listo. Las cosas mágicas y maravillosas de la novela son cosas que pueden perjudicar la adaptación. Quien adapta un libro al guión tiene que elegir con qué quedarse, y en el caso de aquello inadaptable o complejo, llevarlo a lo posible. Una vez hice una película que luego se adaptó para el teatro: sé lo que es entregar a tu bebe a un padre sustituto y ver lo que pasa?", confesó el cineasta.
"En el libro se intentaba, a partir de metáforas, conservar cierta ingenuidad y dar pistas de a poco, hasta llegar al momento de la historia en que se desataba el drama. En la película esa ingenuidad se quiebra de golpe, cuando las primeras imágenes en blanco y negro toman color", explicó Boyne quien además contó que escribió el primer esbozo del relato sólo en dos días y medio.
"Primero lo vi como ser humano y como padre", dice Thewlis sobre el comandante nazi. "Estudiar cómo lo han hecho otros actores termina por hacerte caer en el estereotipo. Primero tenía que pensar en el hombre -cómo se siente ser hombre y marido- para luego, además, hacerlo a propósito de sus aspectos monstruosos. Fue de mucha ayuda que Rudolf Höss, que fue el auténtico comandante de Auschwitz, haya escrito antes de su ejecución una autobiografía, un testimonio de la mente de quien cometió estos crímenes, que me ayudó a componer mi personaje. En ese libro describe el amor por su familia en una página y en la siguiente su trabajo horroroso en el campo", asegura el actor.
"No quería hacer otra película sobre el Holocausto. Poner la cámara en los ojos de un niño alemán me pareció usar una perspectiva singular. Como en la mayoría de las películas de terror: el monstruo está oculto hasta el final. Esta no es una excepción", concluye Herman.
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