La injusticia, en primera persona
El camino a Guantánamo ( The Road to Guantanamo , Reino Unido/2006). Dirección: Michael Winterbottom y Mat Whitecross. Con Riz Ahmed, Farhad Harun, Waqar Siddiqui y otros. Fotografía: Marcel Zyskind. Música: Harry Escott y Molly Nyman. Presentada por Alfa Films. Hablada en inglés. Duración: 95 minutos. Calificación: sólo apta para mayores de 13 años.
Nuestra opinión: buena
En parte documental, por momentos apoyándose en la ficción, El camino a Guantánamo recorre la travesía de cuatro ciudadanos británicos de origen paquistaní que fueron mantenidos prisioneros sin ningún cargo en su contra durante un terrorífico período de encarcelamiento en la prisión de Guantánamo, en Cuba, bajo la severa custodia de las tropas norteamericanas. Ese cuarteto de amigos parte de Inglaterra para dirigirse a Karachi, donde asistirá a una boda, y deciden aprovechar el viaje para visitar Afganistán, un territorio atravesado por constantes actos de violencia. Capturados por los soldados de los Estados Unidos bajo sospecha de terrorismo y de tener vínculos con Al-Qaeda, tres de ellos son trasladados a Guantánamo -del cuarto nunca se tuvieron noticias- y allí, entre humillaciones, torturas y abusos y sin permitirles tener contacto con el mundo exterior, intentan vanamente probar su inocencia.
La historia, que sigue paso a paso la verdad de estos terribles acontecimientos, se convierte en un tenebroso ejemplo de quienes, sin merecerlo, deberán transitar muchos meses de castigo en medio del terror y de la desolación. Los directores Michael Winterbottom y Mat Whitecross hicieron del guión una tensa radiografía en la que entregan esta dramática historia real, tal como la narran sus tres protagonistas verdaderos hablando a cámara, mientras se reconstruyen las secuencias de hechos con actores recreando las traumáticas experiencias de los tres jóvenes. Dos años y medio duró el suplicio de los tres prisioneros en la cárcel de Guantánamo, y en ese largo tiempo comprobaron los infames sufrimientos que tanto ellos como todos sus compañeros de encierro debieron soportar sin posibilidades de que alguien compruebe su inocencia.
Con una cámara siempre dispuesta a hurgar en los espacios más sensibles del ser humano, el film muestra con contundencia la azarosa existencia de esos amigos que, después de infames sufrimientos, fueron liberados. Pero el dolor había quedado en ellos como una marca indeleble de la que nunca pudieron liberarse. Por momentos cálida, siempre terrible en el sufrimiento de los prisioneros de Guantánamo, este film se transforma en un docudrama que habla de los severos sistemas norteamericanos frente a hombres y mujeres que, en cárceles infectas, esperan la muerte o la posibilidad de su liberación. El elenco recrea con enorme convicción esta aventura en la que sus propios protagonistas dicen sus verdades dentro de una historia atípica que señala con dedo acusador un sistema de castigo tan cruel como constante.
Duro en sus escenas y valiente en su discurso, el film es el exponente de un cine de denuncia que se proyecta a la vez como virulento ejemplo de protesta. Y dentro de estos elementos, sus realizadores aportaron una sólida investigación para recrear una trama verdadera que habla de la injusticia y de la irracionalidad humana.