La increíble historia de la Isla de las Rosas: una gran comedia a la italiana
La increíble historia de la Isla de las Rosas (L’incredibile storia dell’Isola delle Rose, Italia, 2020). Dirección: Sydney Sibilia. Guion: Francesca Manieri, Sydney Sibilia. Fotografía: Valerio Azzali. Música: Michele Braga. Edición: Gianni Vezzosi. Elenco: Elio Germano, Matilda De Angelis, Leonardo Lidi, Tom Wlaschiha, Fabrizio Bentivoglio, Luca Zingaretti, Francois Cluzet. Duración: 117 minutos. Disponible en: Netflix. Nuestra opinión: muy buena.
El ingeniero boloñés Giorgio Rosa empezó en 1958 con la idea de montar una plataforma artificial en aguas abiertas e internacionales del mar Adriático, fuera de la jurisdicción territorial italiana y proclamar en ese lugar un estado independiente. Puso en marcha la insólita obra en 1966 y concretó su sueño el 1° de mayo de 1968. Bautizó esa superficie de 400 metros cuadrados como Repubblica Esperantista dell’Isola delle Rose y estableció allí un gobierno propio, una moneda, una edición de estampillas (muy buscadas por los coleccionistas) y el esperanto, la lengua universal, como idioma oficial.
Rosa no hablaba ni una palabra de esperanto, pero optó por esa formalidad para darle cierto aire solemne a la gran ocurrencia de su vida, que reivindicó hasta su muerte en 2017, a los 92 años. Ese es el primer chiste de esta historia casi inverosímil que puso nervioso al gobierno italiano de entonces (1968 fue uno de los años más agitados del siglo XX en el mundo) y hasta comprometió a organismos internacionales.
El gran mérito de esta película fue haber incorporado un episodio que resulta increíble por donde se lo mire en la más feliz tradición de la commedia all’italiana. Aquí el homenaje no se nota, porque surge de los pequeños grandes detalles de una historia extraordinaria (al plantearse como algo fuera de lo común) y no en ciertos aspectos convertidos muchas veces en centrales, como la vulgaridad y la exageración, cuando en realidad deberían funcionar siempre como accesorios.
Aquí, en cambio, todo está equilibrado y el resultado es divertidísimo. La risueña y sagaz observación de costumbres, la conciencia plena del tiempo en el que transcurre la acción, la trama romántica paralela llena de peripecias, el modo en el que siempre quedan descolocadas las autoridades y la presencia central de ese personaje clásico que mezcla audacia, desparpajo y toques genuinos de humanidad. A todo eso se agrega, en la segunda parte, una formidable pintura satírica de la grotesca política italiana de aquellos años 60, digna de cualquier gran historia de comedia, en la que brillan Luca Zingaretti (el protagonista de la serie televisiva sobre el comisario Montalbano) y el extraordinario Fabrizio Bentivoglio, interpretando a un ministro todoterreno.
Con esa combinación bien italiana que va del desconcierto a la ternura y de la osadía y al "¿qué me importa?" en todas sus formas, Elio Germano traza un retrato inolvidable de un hombre dispuesto a llevar su idea hasta las últimas consecuencias. Es imposible no imaginar que de haber ocurrido en la Argentina esta historia debería convertirse en una película dirigida por Ariel Winograd y protagonizada por Diego Peretti.
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