Tres décadas atrás llegaba a las salas de cine una película que tenía todo para ser un éxito en taquilla: un libro original impecable, un ambicioso director en ascenso y un reparto de estrellas con un presupuesto inusualmente alto. Sin embargo, el film La hoguera de las vanidades se convirtió en uno de los fracasos más sonados de la historia de Hollywood y los enfrentamientos y peleas que se dieron incluso antes de comenzar el rodaje siguen generando sorpresa y polémica. ¿Cómo es que una de las historias más celebradas de la literatura del siglo XX se volvió una de las peores películas?
Todo comenzó con la publicación, en formato de novela, de una serie de entregas que Tom Wolfe había escrito entre 1984 y 1985 para la revista Rolling Stone. El libro capturó de manera perfecta el ambiente de Wall Street de la década del 80, con su crueldad y racismo, y desde el momento mismo de su publicación fue un suceso editorial del que rápidamente varios productores cinematográficos tomaron nota. En medio de una disputa con otros estudios, Warner Bros. le terminó comprando los derechos de la obra a Wolfe por 750 mil dólares y le encargó una adaptación al guionista Michael Cristofer, quien por entonces se había llevado un premio Pulitzer y un premio Tony por su obra The Shadow Box y había adaptado con éxito para Hollywood la novela de John Updike Las brujas de Eastwick.
Con un primer guion que reducía el tono ácido de la novela de Wolfe y cambiaba su final, los productores comenzaron a buscar un director adecuado para contar esta historia. Primero se lo ofrecieron a Mike Nichols, quien imaginó una versión con el comediante Steve Martin en la piel de uno de los protagonistas, Sherman McCoy. Este enfoque no convenció a los ejecutivos y decidieron entonces hablar con Steven Spielberg, quien recomendó a Brian De Palma. Para ese entonces De Palma ya había dejado atrás una interesante carrera en el circuito independiente y a partir del suceso de Carrie en 1974 había filmado grandes películas en Hollywood, como Los intocables y Scarface, aunque también se había topado con algunos fracasos. Sin embargo, el proyecto de adaptar La hoguera... le atrajo de inmediato y comenzó a trabajar en él.
Las fricciones entre el tono que De Palma quería darle a la película y lo que esperaban los ejecutivos de Warner Bros. no tardaron en aparecer. No había dudas de que la novela de Wolfe era una obra literaria única y una descripción perfecta de la Nueva York despiadada de los 80 pero... ¿cómo hacer para trasladar tantas sutilezas y tonos a un film de gran presupuesto?
Para colmo de males, los candidatos que el realizador tenía en mente para el papel de Peter Fallow, como Jack Nicholson y John Cleese, no quisieron sumarse al proyecto, lo que debilitó su posición frente a los productores y dejó vía libre para que entrara el favorito de los estudios, Bruces Willis.
Willis venía de protagonizar su primer éxito, Duro de matar, estaba convencido de haber sido convocado para darle popularidad a la producción, ya que creía que era uno de los actores más relevantes del momento. No se sabe si fue así como lo convocaron o si era idea suya, pero él se autopercibía como la gran estrella protagonista y ordenó cambios profundos en el guion. Por ejemplo, Fallow era originalmente inglés y él decidió acomodarlo para que le quedara mejor, con unos modales que ofuscaron al director y al resto del equipo técnico.
En cuanto al otro rol protagónico, el de McCoy, así como Steve Martin fue desechado por ser más grande en edad que lo que requería el libro, también se descartó la propuesta que hizo el mismo Wolfe, quien había dicho que se imaginaba a otro cómico, Chevy Chase, en ese papel. De Palma tampoco pudo imponer a ninguno de los actores que él quería y terminó ingresando Tom Hanks, quien venía del suceso de Quisiera ser grande y ya era reconocido por el público.
Para evitar que el director se sintiera demasiado excluido, los ejecutivos de Warner Bros. dejaron que De Palma eligiera a la actriz que completaba el trío protagónico, pero aquí tampoco tuvo suerte: convocó a Uma Thurman para el papel de Maria Ruskin, pero en las pruebas de cámara con Hanks quedaba claro que no había química en pantalla. Michelle Pfeiffer también fue tentada, pero no le gustó el guion. Así que el rol terminó en manos de Melanie Griffith, quien no tenía fama de ser una gran actriz.
Los mismos problemas ocurrieron con otra de las sugerencias de De Palma, quien quería a Walter Matthau como el juez de la trama. El actor accedió a ser parte del film si cobraba un millón de dólares de sueldo, un número que creía justo por la envergadura del proyecto, pero que en Warner Bros. fue visto como una locura. Así que decidieron darle el papel a Alan Arkin por sólo 150 mil dólares. Pero a días de comenzar a filmar, una serie de notas periodísticas que señalaban que el reparto sólo tenía actores y actrices blancos para contar una historia con una mirada crítica sobre la diversidad convenció a los ejecutivos de reemplazarlo por Morgan Freeman.
A pesar del disgusto de De Palma, lo cierto es que rodar en 1990 un film con Willis, Hanks y Griffith era realmente muy atractivo y muchos confiaban en que contar una historia que era un best seller con ese elenco sería un éxito de taquilla asegurado. Incluso subieron el presupuesto original hasta rozar los 50 millones de dólares, una cifra más que interesante para ese entonces.
Muchos creen que parte de los problemas entre el director y la producción nacieron de la abundancia de recursos, que los terminó mareando. Por ejemplo, la película tiene una de las secuencias más caras de la década del 90, el aterrizaje de un Concorde en el aeropuerto JFK mientras cae la tarde Nueva York, una toma de pocos segundos que algunos dicen que costó cerca de 800 mil dólares.
Los problemas y rispideces que se dieron en la previa del rodaje sólo se agravaron cuando las cámaras comenzaron a rodar. La estrella de Duro de matar resultó ser todo un divo en el set, tratando mal al equipo y manejándose como si fuera el único protagonista. De acuerdo a lo que relevaron varios de los involucrados, en una de las escenas más duras y claves de la trama, Willis decidió hacerla rápido "porque hacía mucho calor" y no estaba cómodo.
Griffith, por su parte, sufrió las críticas despiadadas del equipo, ya que su personaje era mucho más joven que ella y según los maquilladores "no podían esconderse sus arrugas". Los crueles comentarios sobre el aspecto de la actriz, que acababa de ser madre, eran vox populi en el equipo y le hicieron mella. Así, aprovechando un parate de cinco días por un cambio de locación, la intérprete se operó el busto sin avisarle a nadie y llegó con un aspecto corporal tan diferente que obligó a filmar de nuevo varias escenas para no perder la continuidad ni distraer a los espectadores.
La actriz nunca se sintió cómoda con el equipo y pasaba largas horas encerrada en su camarín. Hasta allí tenía que ir De Palma a explicarle un poco más sobre la historia para lograr mejores escenas. La tensión entre ambos era evidente desde el momento en que la actriz le confesó que nunca había leído ni el libro ni el libreto completo porque lo consideraba muy largo y no le habían pagado para eso.
Los problemas de La hoguera... no concluyeron una vez que se terminó de filmar. Cuando se proyectó a una audiencia un primer corte de la producción para conocer sus reacciones, la respuesta fue tan mala que los ejecutivos de Warner exigieron nuevas escenas y más cambios en el guion, ya que los que había impuesto Cristofer sobre la obra de Wolfe no funcionaban.
El nuevo rodaje creó más malestar en el equipo y más gastos. El problema era que el tono de la novela de Wolfe era uno de sus grandes aciertos y el secreto de su increíble suceso editorial pero no se trasladaba bien a la gran pantalla. "Si lo tengo que pensar de nuevo, el concepto de Warner Bros. estaba mal. Si vas a hacer La hoguera..., tenés que hacerla oscura y cínica porque de otro modo no funciona. Creo que hicimos un esfuerzo descomunal y carísimo para volver agradable al personaje de Sherman McCoy, que claramente tiene que ser desagradable o el resto de las cosas no funcionan. Es mucho más fácil lograr eso en una película de bajo presupuesto, pero aquí los estudios querían a Tom Hanks y a Bruce Willis...", declaró el realizador años más tarde.
Con todos estos traspiés, La hoguera... se estrenó un 21 de diciembre de 1990 y los críticos la destrozaron. El público también le dio la espalda y lo volvió uno de los mayores fracasos de la década, con pérdidas millonarias y un impacto negativo para De Palma que muchos creen que nunca pudo superar. Incluso casi le cuesta la carrera a Tom Hanks, quien decidió tomarse un hiato laboral de casi dos años antes de aceptar otro proyecto. Por fortuna, luego lo pensó bien y eligió sumarse a Filadelfia.
Hoy la película es considerada casi maldita. La periodista Julie Salamon tuvo acceso al rodaje como parte de una cobertura que quería hacer para The Wall Street Journal y lo que vivenció fue tan increíble que terminó desechando la idea de una nota y terminó haciendo un libro. The Devil's Candy: The Bonfire of the Vanities Goes to Hollywood se lanzó en 1991 y contó con lujo de detalles todos los problemas que tuvo la producción, con el acento puesto en el mal carácter de Bruce Willis y en la incapacidad de De Palma de controlarlo. Al día de hoy es una de las pocas películas del catálogo de tanques de Warner Bros. que no tuvo edición remasterizada en DVD y tardó mucho en aparecer en Blu-Ray.
"No hay dudas de que no hubo una buena comunicación entre los estudios y el director a lo largo de toda la producción... ¡es evidente en pantalla! Creo que la novela original tiene una carga de sátira que simplemente no se puede obviar. Mi libro es un recordatorio doloroso de todos estos problemas, que fueron tanto que merecieron una obra aparte", explicó la autora.
A 30 años de su estreno, no son pocos los que desean que nadie recuerde La hoguera... ni Hanks ni Willis hablan de ella y las pocas declaraciones que existen de De Palma al respecto son para respaldar el libro de Salamon: "Creo que su retrato de lo que pasó en el rodaje es muy certero. Nadie podía saber todo lo que estaba mal en esa película mientras la hacíamos, pero ella lo pudo ver". Morgan Freeman, por su parte, ha dicho que fue su peor experiencia en una película y comparó el rodaje con estar sentado en un avión rodeado de pasajeros que saben que va a estallar.
Este fracaso cinematográfico no afectó, sin embargo, a la novela de Wolfe, que sigue siendo considerada de lo mejor de su carrera. Además de una adaptación musical en 2015, Amazon Prime Video compró hace tiempo los derechos para volverla una serie de ocho episodios.
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