La historia detrás de El arma del engaño: el plan pergeñado por dos marginados del servicio secreto británico que cambió el curso de la Segunda Guerra Mundial
El film de John Madden, que acaba de ser estrenado en Netflix, está basado en el libro homónimo de Ben Macintyre, publicado en el año 2010, y da cuenta de cómo la literatura dio lugar a un punto de inflexión en el conflicto bélico
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En una de las primeras escenas de El arma del engaño, la película dirigida por John Madden (Shakespeare enamorado, La deuda, El caso Sloane) que recupera uno de los hitos más importantes del espionaje británico durante de la Segunda Guerra Mundial, el abogado y miembro de la inteligencia naval británica Ewen Montagu (Colin Firth) lee una novela de misterio a uno de sus hijos antes de ir a dormir. Se trata de Los 39 escalones, la célebre historia de John Buchan que Alfred Hitchcock filmó en su período inglés. Allí un desprevenido turista canadiense queda atrapado en una intriga que involucra un código secreto y un mago de vasta memoria que resulta su custodio. Esa es la clave que asume la película, la de un plan sencillo y efectivo, elaborado a la vista de todos, capaz de distraer a la maquinaria bélica más poderosa de entonces, la Alemania de Adolf Hitler.
La operación militar que recrea la película aparece nombrada en castellano primero como Caballo de Troya y luego como Carne Picada -en el original se la conoce como ‘Operation Mincemeat’, nombre que denota el humor negro inglés-, y se desarrolla a mediados del año 1943, cuando el devenir de la Segunda Guerra todavía era incierto. Se había corrido la voz de que los Aliados planeaban desembarcar en la isla de Sicilia y desde allí emprender un ataque hacia el continente. Alertados de esa filtración, los británicos deciden poner en marcha un plan de distracción que debe ser aprobado por el mismísimo Primer Ministro Winston Churchill. El plan emerge de un libro secreto bautizado como el “Memorando de la Trucha” que guardaba celosamente el Comité XX del Servicio Secreto, destinado a alimentar las estrategias militares fuera del campo de batalla; en esos salones de conferencias y en los pasillos en los que deambulan los espías, se define la Otra Guerra, la que se celebra en los sótanos del espionaje y define el rumbo de las municiones que se disparan en el frente.
El eje de la “Operación Carne Picada”, que constituye el corazón de la película de Madden, consiste en ofrecer una distracción al comando alemán para evitar su presencia en el desembarco estadounidense en Sicilia. Para ello se debe difundir una pista falsa que asegure que los Aliados invadirán Grecia para desde allí elaborar su ofensiva. El comandante Montagu, un oficial de la inteligencia naval cuya familia de origen judío debe emigrar a Estados Unidos, es uno de los artífices de la estrategia, junto con el capitán Charles Cholmondeley (interpretado por Matthew Macfadyen), aspirante a aviador confinado a los escritorios debido a su pie plano. Entre ambos surge una incipiente cofradía alimentada por la sospechosa mirada de sus superiores: en el caso de Montagu, por las simpatías comunistas de su hermano; en el caso de Cholmondeley, por el aura heroica del suyo, muerto en combate. Más allá de que la película elabora una trama romántica que los convierte en rivales por el amor de una mujer, lo esencial de la historia es la gestación de ese plan desde el ingenio de dos marginados por las altas filas del servicio secreto.
Siguiendo una de las propuestas de ese decálogo de espionaje, Montagu y Cholmondeley señalan que el mejor plan posible consiste en depositar un cuerpo en las costas españolas –país neutral en el conflicto bélico- con papeles falsos que indiquen los planes de invasión a Grecia. Para ello necesitan no solo un cadáver sino una historia detrás de él que haga verosímil para los alemanes el cambio de destino de la estrategia aliada. Con no pocos recelos en el servicio secreto, ambos arman un equipo que incluye a la leal asistente de Montagu y entrenadora del célebre Círculo de Bletchley que fue clave para el desciframiento de mensajes alemanes, Hester Laggett (Penelope Wilson), y a Jean Leslie (Kelly Macdonald), una de las secretarias del Comité XX que termina convirtiéndose en la novia ficticia del cadáver y en el vértice de ese triángulo que conforman Montagu y Cholmondeley.
Lo que intenta demostrar la película es la razón del éxito de la Operación Carne Picada, que logró que las cartas falsas llegaran al escritorio de Hitler y determinaran la relocalización de los tanques, las divisiones navales y de artillería para defender Grecia, Cerdeña y los Balcanes dejando las costas sicilianas despejadas. Cuando los Aliados desembarcaron, el 10 de julio de 1943, los nazis fueron tomados por sorpresa. Ahora bien, ¿por qué el comando alemán creyó en esa farsa? ¿Cuál fue el secreto para hacer creíble la historia de ese falso Mayor William Martin que llevaba en sus bolsillos una carta de amor y la foto ajada de su amor perdido? El secreto estuvo en la invención, en la habilidad de la célula coordinada por Montagu y Cholmondeley para crear una historia que lo avalara, nacida de las páginas de la literatura antes que de las frías decisiones de la cúpula naval.
El guion de la película se inspira en el libro homónimo del historiador Ben Macintyre, publicado en el año 2010. “Montegu y Cholmondeley trabajaron en conjunto para crear un mundo totalmente imaginario”, declaraba el autor en una entrevista reciente con la BBC. El cadáver que utilizaron para el engaño fue el de un indigente llamado Glyndwr Michael, que había muerto después de ingerir veneno para ratas. Al convertirlo en William Martin, uno de los miembros de la Armada Real, no solo ganó un rango y una hoja militar sino una historia de vida, un lugar de nacimiento, gustos y hobbies, y una prometida que no se resignaba a dejar de esperarlo. El cuarteto integrado junto a Laggett y Leslie se ocupó de “llenar la billetera” del falso Martin con “una nota del gerente de su banco, diciendo que estaba sobregirado; recibos y boletos de varios teatros y clubes, para demostrar su apetito por la vida nocturna; y, lo más conmovedor, las cartas de amor de su amada ‘Pam’, con quien había tenido un romance en tiempos de guerra. Incluso le regalaron un anillo de compromiso”.
“Estas eran personas que no pudieron participar en la guerra real en el campo de batalla, ya sea porque eran demasiado altas, como Cholmondeley, o demasiado viejas, como Montagu, o porque eran mujeres como Leslie, y se imaginaban a sí mismas en una especie de combate paralelo, en una guerra clandestina”, explica Macintyre. Al tener que inventar un mundo, todos se inspiraron en la literatura, no solo en las novelas de Buchan sino de Basil Thompson, de quien se nutre el universo del mismísimo Ian Fleming, creador de James Bond, y de quien probablemente tomaron el “Memorando de la Trucha”. Hay que recordar que Fleming fue asistente del Almirante James Godfrey, a quien la película retrata como escéptico respecto al funcionamiento de la emboscada. Ese memorando incluía estrategias de espionaje ideadas por un escritor antes que por un oficial de campo, y en ellas se inspiraron varias de las decisiones del servicio secreto. En la película, de hecho, aparece un joven Fleming (John Flynn), atento a todos los detalles para su escritura posterior.
“Creo que no es un accidente, en cierto modo, que algunos de los más grandes novelistas del siglo XX también fueran espías: Somerset Maugham, Graham Greene, John Buchan, John Le Carré”, continúa Macintyre. “Porque lo que hacen los espías en realidad es crear un mundo falso y convencer a los demás de que es verdad”. Esa fue la puerta de entrada de la guionista Michelle Ashford para adaptar el libro de Macintyre a la pantalla. Potenciar su origen literario, buscar en esa realidad fabricada por un grupito de fabuladores en un sótano lleno de humo la estrategia exitosa para cambiar el rumbo de la guerra. La convicción del Alto Mando Alemán de que los Aliados habían elegido Grecia como punto de ataque no solo permitió una entrada limpia en Sicilia sino que demostró que el valor del ingenio y la inteligencia podía ser decisivos frente a una desventaja bélica. La posición de Inglaterra, salvada de la invasión nazi y clave en algunas de las operaciones aliadas, siempre se alimentó de esos heroísmos de hombres de saco y corbata, de secretarias especialistas en taquigrafía, del uso de aquellos esfuerzos que Churchill sintetizó en ‘sangre, sudor y lágrimas’, a los que también podría agregarse una pizca de inventiva.
El atractivo de la historia la hizo pasar por varias adaptaciones antes de llegar a esta película que se estrena en Netflix. Primero Duff Cooper, ex Ministro del gabinete, la escribió bajo el título ‘Operation Heartbreak’, una interpretación novelada y apenas velada de los hechos. Cuando se le preguntó si estaba divulgando secretos oficiales, Cooper se justificó diciendo que “Winston Churchill contaba la historia después de la cena todas las noches, así que ¿por qué no debería contarla?”, según afirma Macintyre. El propio Montagu dio su propia versión de la aventura en El hombre que nunca existió, novela publicada en 1953 (y adaptada al cine por Ronald Neame en 1956), donde agregó algunos detalles ficticios como el hecho de que la familia del difunto les dio permiso para usar su cuerpo, lo cual nunca ocurrió. Por último, la compañía teatral SpitLip ha presentado un musical inspirado en la historia y también bautizado ‘Operation Mincemeat’, éxito en el off de la cartelera londinense desde 2019 y que ahora se repone en sintonía con el estreno de la película protagonizada por Colin Firth.
La historia que quedó desdibujada en cada una de las reversiones fue la del hombre cuyo cadáver fue utilizado como pieza del engaño. La elección de Glyndwr Michael se basó fundamentalmente en que no tenía, en apariencia, una familia que reclame su cuerpo. Su identidad no fue revelada hasta 1996, cuando el historiador Roger Morgan halló documentos desclasificados que exponían su verdadera identidad. A partir de allí se rastreó su historia: era un joven galés cuya única familia viva era una hermana hallada en King’s Cross, como revela la película. La única foto que lo sobrevivió lo muestra en uniforme militar, y su verdadero nombre fue sumado a su lápida en Huelva junto al ficticio ‘Mayor William Martin’, su doble fantasmal y heroico que cambió el curso de la guerra. “Fue un momento realmente importante en la historia, porque a diferencia de la mayoría de las historias de espionaje, y lo digo con la debida humildad ya que he escrito muchos libros sobre espías, la Operación Carne Picada alteró estratégicamente el curso de la guerra”, enfatiza Macintyre.
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