El clásico en el que la Unión Soviética invirtió mil millones de dólares para conquistar Hollywood y reclamar su propia historia
Diseñada como respuesta patriótica ante la versión norteamericana de King Vidor, la versión de Sergei Bondarchuk del clásico de Tólstoi es una oda al gigantismo que, sin embargo, fue un triunfo artístico: diez mil extras, cinco años de rodaje, colecciones de museo y un presupuesto incalculable
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La elegancia refina el alma de los nobles, mientras disfrutan del calor que promete el baile, el caviar y el vino, cobijados del gélido viento que azota los majestuosos palacios de Moscú. La pureza de la blanca nieve se diluye entre como barro manchado por la sangre derramada en el campo de batalla, donde no exista la luz de los gigantescos candelabros sino el fuego de antorchas y cañones que iluminan la noche más oscura. La guerra y la paz es una historia de generales, príncipes y doncellas cuyos destinos, largos y complicados, constan del singular momento en el que aceptan quiénes son. León Tolstoi decía que no es una novela, tampoco es un poema y mucho menos una cronología histórica. Aunque, como decía Borges leyéndola “nos hallamos ante otros, tardamos en averiguar quiénes son y (si no somos indignos de la obra) podamos comprender que somos esos otros”.
¿Cómo adaptar al cine una obra gigante, que rehúsa definirse simplemente como una novela, como un relato histórico o una poesía, aunque sea al mismo tiempo todas esas cosas? La respuesta parece estar en La guerra y la paz, la película soviética que es una de las producciones más grandes y caras de la historia del cine.
No es una miniserie, aunque esté divida en 4 películas que juntas forman una que dura casi 7 horas. Es un milagro realizado justo cuando Hollywood se empezaba a despedir de las producciones épicas que alguna vez cautivaron al público. Cleopatra había sido uno de los últimos exponentes de esos relatos gigantes como El nacimiento de una nación, Lo que el viento se llevó, Los diez mandamientos, Ben-Hur y Lawrence de Arabia. Epopeyas que escribieron la Historia cuando el poder del cine se imponía en todo el mundo.
Las imágenes de La guerra y la paz atestiguan que fueron hechas con el deseo de ser proyectas en verdaderas pantallas gigantes. Más de diez mil extras fueron empleados para recrear las batallas de los ejércitos rusos frente al avance del imbatible genio militar de Napoleón Bonaparte. El verdadero milagro de la versión cinematográfica de La guerra y la paz, que adolece el gigantismo propio de algunas de las enormes producciones históricas para cine, es no perder el foco que habita en la obra de Tolstoi.
La Guerra Fría llega a Hollywood
La película soviética no es la primera adaptación para cine de La guerra y la paz. Dino DeLaurentiis produjo una versión protagonizada por Henry Fonda, Mel Ferrer y Vittorio Gassman en 1956, con la fuerza de Technicolor y el ancho panorama de los encuadres posibles gracias a VistaVision. Fue la punta de lanza que ideó Hollywood para penetrar en el mercado de la URSS, cuando la tensión de la Guerra Fría calentaba las relaciones diplomáticas entre las dos potencias.
La guerra y la paz fue un éxito cuando se estrenó en Rusia en 1959 (puede verse en forma gratuita y en versión restaurada, en el canal de YouTube de Mosfilm). El público ruso había quedado encandilado por la belleza y el talento de Audrey Hepburn. Pero el resto de la película no había gustado tanto: era, después de todo, un intento fallido de condensar la novela de Tolstoi en un relato de tres horas y media, plagado de lugares comunes y estereotipos de lo que Hollywood creía que era “el alma rusa”.
El gobierno soviético decidió que podía ganarle a los Estados Unidos donde ninguna otra nación lo había logrado, filmando una producción más grande y mejor que las de Hollywood. Para eso, dispuso recursos en apariencia ilimitados para filmar la novela de Tolstoi. La guerra y la paz, la película más cara en la historia de Rusia, costó más de 8 millones de rublos. Pero ese número no refleja el gasto real. Algunos expertos calculan que el valor real de la película hoy estaría cerca de los 1000 millones de dólares. Es decir, podría ser la producción más cara de la historia del cine.
Los miles de extras que recrearon las batallas fueron soldados de la URSS que no recibieron ningún pago extra. Muchas de las piezas históricas, desde la vajilla hasta los cuadros que adornan los enormes palacios, fueron puestas a disposición de los cineastas por los mejores museos de Rusia. El resultado se puede apreciar en pantalla: nada luce falso. Probablemente porque casi todo lo que acompaña el diseño de producción y vestuario de La guerra y la paz es genuino y de la época en la que transcurre el relato.
Un director inexperto, ególatra y severo
Sergei Bondarchuk fue el encargado para dirigir esta producción faraónica. Bondarchuck, que antes había dirigido El destino de un hombre, se tomó muy en serio la adaptación de La guerra y la paz. Para todos los involucrados, fue un dolor de cabeza trabajar con un hombre que parecía un déspota en el set. El rodaje, que estaba previsto que durara tres años, se extendió más de cinco. Bondarchuck estaba decidido a hacer una película que quedara en la historia del cine.
A pesar de no tener la misma experiencia de los cineastas de Hollywood, como King Vidor, Bondarchuck logró hacer una gran película. Pero su devoción por la novela de Tolstoi, combinada por su propia y arrogante ambición de grandeza, lo llevó a cometer un error casi fatal.
Uno de los protagonistas de La guerra y la paz es Pierre Bezujov. Tímido, socialmente torpe, y heredero de una fortuna enorme, Pierre es un joven con nula experiencia en el arte del amor y la guerra. Bondarchuck (con más de 40 años) no tenía la edad ni reunía las características físicas para interpretar a Pierre, un chico de no más de 20 años. Pero aún así decidió hacerlo. Es la falla más evidente de esta adaptación de La guerra y la paz. El trabajo de Bondarchuck detrás de cámara supera ampliamente al que hizo frente a ella.
El otro protagonista es Andrei Bolkonsky, el príncipe desencantado con la vida superficial y lujosa de la aristocracia. Como su amigo y confidente Pierre, Bolkonsky es un romántico. Hastiado de la frivolidad, busca el honor que ofrece el patriotismo de los que enfrentan a su admirado Napoleón Bonaparte. Vyacheslav Tikhonov interpreta a Bolkonsky, protagonista de la primera parte de La guerra y la paz.
La desconocida bailarina que reemplazó a Audrey Hepburn
Del trío protagónico, el rol más difícil de todos correspondía al de Natasha Rostova. El público ruso no podía imaginar a otra mujer que no fuera Audrey Hepburn para representar la belleza de la inocencia, esencial en ese personaje. Miles de actrices rusas se presentaron al casting. Pero fue Lyudmila Saveleva, una desconocida bailarina de ballet, dejó a todos mudos con su audición. Capturaba el espíritu inocente, frágil y emocional de Natasha.
A Lyudmila le correspondía protagonizar la segunda parte de esta épica monumental. El inexperimentado corazón de Natasha se divide entre el amor, la pasión, la histeria, la inseguridad y la ansiedad. No le faltan pretendientes.
Pierre, en secreto, anhela el amor de Natasha. Pero quien se declara es Bolkonsky. Natasha no sabe qué hacer: quedarse con el amor del príncipe Andrei o dejarse seducir por el infiel príncipe Anatoly.
Las escenas de guerra más grandes de la historia del cine
Pasaron tres directores de fotografía por La guerra y la paz. El rodaje, en escenarios naturales, fue caótico. La personalidad del director chocaba con cada uno de los directores de fotografía que sufrían migrañas pensando cómo filmar escenas multitudinarias con equipos anticuados. El gobierno de la URSS le había ordenado a Mosfilm, la productora de tantos clásicos soviéticos, que la película debía ser completamente rusa: no podían siquiera usar cámaras extranjeras.
Pese a todo, el resultado es sobresaliente, no solo en las secuencias de batallas. En la ceremonia en la que Natasha conoce al príncipe Bolkonsky, al director de fotografía Anatoly Petristkiy se le ocurrió usar rollers para filmar el baile como si estuviera danzando alrededor de los personajes. Se construyeron grúas para sostener la cámara y conseguir tomas áreas increíbles, tanto de los campos de batalla como de los sets que recreaban los suntuosos palacios rusos.
Para mostrar la destrucción de Moscú frente al avance de las tropas bonapartistas, se construyeron edificios de madera en tamaño real en locaciones reales. La cámara no deja de moverse cuando las llamas engullen lo que alguna vez fue una ciudad espléndida, creada únicamente para ser destruida.
El Oscar que unió a Estados Unidos con la URSS
El preestreno mundial de La guerra y la paz fue el festival internacional de Moscú, en 1965. Un año más tarde, con unas semanas de diferencia entre cada una, llegaron a todas las salas de Rusia las dos primeras partes de la película, respectivamente subtituladas Andrei Bolkonvsky y Natasha Rostova. Más de 60 millones de rusos fueron a los cines para ver la nueva adaptación. Fueron éxitos de taquilla que levantaron el efervescente espíritu nacionalista en la Unión Soviética.
Pero la tercera y cuarta parte (subtituladas El año 1812 y Pierre Bezujov) fracasaron cuando se estrenaron en 1967. Los espectadores habían perdido el interés por seguir la épica histórica. La televisión había llegado a la URSS y los espectadores que todavía iban al cine ya no buscaban dramas históricos, sino comedias costumbristas como Casamiento en Malinkova.
La prueba de fuego para La guerra y la paz era el estreno en los Estados Unidos, donde la URSS quería mostrar su poderío. La película recibió buenas críticas, pero no fue el suceso que esperaban las autoridades soviéticas. Culparon al doblaje inglés, que fue atroz, por el mal desempeño comercial.
Aunque es reconocido como uno de los mejores cineastas de la historia del cine, Andrei Tarkovski nunca fue muy querido por el público ruso. Sus películas nunca fueron populares ni exitosas en su país, pero aún menos cariño le tenían los comisarios políticos soviéticos. Cuando se debió elegir una película para competir por el Oscar, el comité optó por La guerra y la paz en lugar de Andrei Rubliev.
La guerra y la paz fue nominada como mejor película extranjera, pero el gobierno soviético creyó que la película iba a sufrir una derrota humillante. No dejaron que el director, Bondarchuck, ni Tikhonov, el actor que interpretó a Bolkonvsky, viajaran a Los Angeles. En su lugar, enviaron a la debutante Lyudmila Saveleva para enfrentar lo que consideraban iba a ser el menosprecio definitivo a la mayor producción rusa. Pero eso no sucedió. La guerra y la paz se convirtió en la primera película soviética en ganar el Oscar. Hasta 2017, también fue la película más larga en ganar el premio.
Aunque no fue exitosa en los Estados Unidos, La guerra y la paz se estrenó en 117 países de todo el mundo, incluyendo la Argentina. En mercados como el de Francia, Japón, Alemania y Polonia, fue un éxito de taquilla.
Bondarchuck intentó replicar el suceso llevando su talento a los Estados Unidos para recrear otra historia con Waterloo. Pese a contar con actores como Christopher Plummer, Rod Steiger y Orson Welles, la película fue un desastre. El cineasta tuvo que regresar a la Unión Soviética, donde se afilió al partido comunista. Nunca más volvió a dirigir una película de la envergadura de La guerra y la paz.
Sin embargo, la película se convirtió en un clásico que sirvió de inspiración para otras, como la trilogía de El señor de los anillos. “Todo es real y se nota en cada plano, basta comparar La guerra y la paz con cualquier película contemporánea para notar que tan falso se ve el cine hoy en día. El resultado de esta película son imágenes que el CGI no puede replicar”, afirma la historiadora Denise J. Youngblood.
“Es una película magnífica”, reconoció el mítico crítico de cine Roger Ebert. “Bondarchuck logra el balance entre lo espectacular, lo humano, y lo intelectual. Incluso en las más largas y sangrientas escenas de batallas hay planos memorables. Es tan espectacular como puede ser una película, y sin embargo está llena de humanidad”.
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