La fuerza de la naturaleza: una tormenta de ideas que no consigue encontrar su rumbo
El film de Michael Polish entremezcla varios géneros, pero no consigue salir airosa en ninguno de ellos
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La fuerza de la naturaleza (Force of Nature, EE. UU./2020). Dirección: Michael Polish. Guion: Cory Miller. Fotografía: Jayson Crothers. Música: Jacob Bunton. Edición: Paul Buhl y Raúl Marchand Sánchez. Elenco: Emile Hirsch, Mel Gibson, David Zayas, Kate Bosworth y Stephanie Cayo. Duración: 99 minutos. Disponible en: Netflix. Nuestra opinión: regular.
Comienza como un policial, a los diez minutos se convierte en una película catástrofe y al rato nomás coquetea con algún elemento misterioso y sobrenatural. Hay un solo denominador en los tres universos que conviven en La fuerza de la naturaleza: los lugares comunes.
La trama del film de Michael Polish podría ser la de una banda de ladrones y asesinos profesionales que acorralan a los inquilinos de un edificio de Puerto Rico en el que hay escondidas obras de arte. Pero también la de un huracán que azota a una ciudad y obliga a urgentes tareas de rescate de un montón de ancianos de un grupo de viviendas. Y por qué no, la de un policía torturado por un error del pasado que busca redención, encontrándose en ese camino con un veterano, mal llevado y algo desquiciado colega.
Y las tres historias serían ciertas, porque La fuerza de la naturaleza es una ensalada de temas que se entrecruzan sin mayores justificaciones que la de hacer avanzar la trama a puro cliché y sin dar demasiadas explicaciones, como para entender por qué pasa lo que pasa.
Cardillo (Emile Hirsch) es el policía que busca cómo expiar su culpa, camino que lo cruza con Ray (Mel Gibson), el policía retirado y medio loco. En este aspecto hay que hacer un punto, porque Gibson (que aparece un ratito y no aporta mucho) se dedica a desempolvar todos sus mohines de Arma Mortal: el andar desgarbado, el revoleo de ojos, los comentarios irónicos con pretensión de chiste, y demás cuestiones que aggiornadas a su momento actual dan más pena que gracia. Hay también un bicho misterioso, un hombre del que se sospecha que fue nazi y un desastre climatológico que recuerda al huracán María, que azotó Puerto Rico en 2017, aunque no hay referencia explícita.
Desde el inicio del film -cuando Cardillo y su compañera (Stephanie Cayo) son llamados a un supermercado para vérselas con un hombre que estaba acaparando la existencia de carne, y ante su ruego deciden acompañarlo hasta su casa para que alimente a su mascota-, cualquier atisbo de verosimilitud queda sepultado por la tormenta. De ahí en más, no se le puede pedir a la película más de lo que es.
¿Y qué es? Se podría decir que un entretenimiento, pero la verdad es que no. El cruce entre Twister y Duro de matar como dijeron algunos, pero tampoco. Una gran broma de la que el espectador no fue avisado ni invitado a participar, puede ser. Difícil encontrarle una razón de ser mayor que la del capricho de un grupo de gente, que tenía muchas ideas distintas y no se le ocurrió nada mejor que amontonarlas todas en una hora y media sin demasiada justificación, ni ganas.
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