La figura de Simone Veil, retratada con solemnidad y sin muchos matices
La película de Olivier Dahan le rinde homenaje repasando sus grandes logros, con dos actrices diferentes interpretando momentos distintos de su vida
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Simone, la mujer del siglo (Simone, le voyage du siècle, Francia/2021). Dirección y guion: Olivier Dahan. Fotografía: Manuel Dacosse. Edición: Olivier Dahan, Richard Marizy. Elenco: Elsa Zylberstein, Rebecca Marder, Élodie Bouchez, Judith Chemla, Olivier Gourmet, Mathieu Spinosi, Sylvie Testud, Philippe Torreton, Philippe Lellouche, Antoine Gouy. Duración: 140 minutos. Calificación: apta para mayores de 16 años. Nuestra opinión: regular.
Olivier Dahan completa su trilogía de biopics femeninas con la historia de Simone Veil, a quien define como “la mujer del siglo”, preanunciando el tono grandilocuente de esta película protagonizada por Elsa Zylberstein, una actriz francesa de 54 años que curiosamente siempre ha manifestado sus simpatías por la izquierda de su país. Veil, en cambio, fue una figura de la centroderecha, una liberal de avanzada que trabajó desde la política para mejorar las condiciones de las cárceles de mujeres y como ministra de Salud y Seguridad Social, en los gobiernos de Jacques Chirac y Raymond Barre, aprobó el acceso a los anticonceptivos y legalizó el aborto (en su país se habla de “la ley Veil”). También fue presidenta del Parlamento Europeo.
Considerada una anomalía, Veil es de esos personajes capaces de generar consenso incluso entre adversarios. Por eso Zylberstein, que además la conoció personalmente, no solo asumió la responsabilidad de interpretarla, también fue un motor fundamental del proyecto, involucrándose desde los primeros pasos de la producción. Y por eso también el film ha sido un éxito en su país, superando los dos millones de espectadores.
Con Simone Veil no hay grieta, y es probable que el peso de esa aprobación indiscutida haya propiciado un enfoque esquemático, una colección de viñetas de su extraordinaria vida que está en el extremo opuesto de las reinvenciones que hicieron Baz Luhrmann con Elvis Presley y Todd Haynes con Bob Dylan, por citar dos casos. Claro que se trata de hombres del espectáculo, y se supone que las licencias en esos casos pueden ser mayores. Pero en Moloch, Alexander Sokurov dijo muchísimo de Hitler contando apenas un día de descanso en la montaña que compartía con Eva Braun y un grupo de cómplices y allegados.
Quizás el perfil de Veil permita menos matices que los de Edith Piaf y Grace de Mónaco, las otras mujeres que eligió retratar Dahan en películas con más apuntes melodramáticos y cierta inclinación por el exceso. Sobreviviente de los campos de concentración de Auschwitz, obviamente demandaba por significación histórica una versión seria, respetuosa de su biografía. Pero lo que vuelve todo más monocromático es el tono solemne que caracteriza a una narración ceremoniosa en la que el director no parece haberse propuesto esa tarea tan declamada en el cine, la de “humanizar el ícono” o “bajar del bronce” a un personaje. Más bien prefirió mantenerlo en el pedestal, cargando el relato de gravedad, confiando en los brillos del preciosismo para la puesta en escena y sobrecargando de información y explicaciones un clima general de por sí denso.
Rebeca Marder se hace cargo de una etapa importante de la vida de Veil, entre los 15 y los 39 años, cuando escapó del Holocausto, se casó, tuvo tres hijos e hizo una gran carrera judicial. No hay diferencias en términos formales respecto de los pasajes donde el papel queda en manos de Zylberstein, aunque sí es cierto que a medida que el tiempo avanza, la cantidad de parlamentos para la posteridad crece sin pausa ni remordimientos.
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