La estupenda Los colonos recobra, con épica de western, una Patagonia librada a la codicia y la ley del más fuerte
El film de Felipe Gálvez dialoga con otros films que retomaron el género primordial del cine poniendo en el centro a los oprimidos, como Los asesinos de la luna y Jauja
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Los colonos (Chile-Argentina-Reino Unido-Taiwán-Alemania-Suecia-Francia-Dinamarca/2023). Dirección: Felipe Gálvez. Guion: Felipe Gálvez, Antonia Girardi con la colaboración de Mariano Llinás. Fotografía: Simone D’Arcangelo. Edición: Matthieu Taponier. Música: Harry Allouche. Elenco: Sam Spruell, Alfredo Castro, Benjamin Westfall, Camilo Arancibia, Mariano Llinás, Luis Machín, Marcelo Alonso, Adriana Stuven. Calificación: apta para mayores de 16 años. Distribuidora: Maco Cine. Duración: 97 minutos. Nuestra opinión: muy buena.
En su libro La aventura de pensar, el siempre necesario Santiago Kovadloff anotaba: “Sí, la cultura autoritaria posee la razón que da la fuerza. Pero la fuerza, tarde o temprano, muerde con ferocidad su propia cola y sangra por la herida inesperada y, como dijo el novelista, el patriarca se consume en la agonía de su propio otoño”. ¿Pero que sucede cuando ese modelo autoritario es parte de la conformación identitaria? ¿Puede asimilarse una mirada crítica a nuestra historia? ¿O es más fácil intentar que permanezca en el olvido? Estas reflexiones parecieran ser parte del planteo de la potente ópera prima de Felipe Gálvez que -luego de su paso por el Festival de Cannes y antes de su estreno en la plataforma Mubi- se presenta con la magnificencia visual de un western pero que esconde espinosas reflexiones sobre la avanzada colonizadora por una Patagonia donde parecía –solo parecía– existir el sonido del viento.
En este relato, dividido en capítulos que dan progresión a la acción, se presenta a un despiadado administrador de tierras (encarnado por gran actor chileno Alfredo Castro), que recurre a los servicios de un militar escocés de dudoso prontuario (Mark Stanley) para que se encargue de exterminar a los pueblos originarios de la zona. Con otros dos hombres, un texano y un mestizo (Benjamin Westfall y Camilo Arancibia), el expedicionario parte a consumar la misión. De Chile van a la Argentina, donde el límite geográfico es impreciso pero no así la pertenencia de esas tierras. Aquí es donde el brutal retrato histórico expone sus momentos de marcada ironía en ese encuentro con la representación del “ser nacional” afincado en una avanzada con más dudas que certezas y en donde el perito Francisco Moreno (un sagaz Mariano Llinás), intenta marca los límites geográficos donde todo es difuso. Luego el relato se presenta siete años después, cuando un enviado del presidente Montt llega a Chiloé para investigar aquel exterminio.
Como experiencia narrativa, Los colonos retrata con épica de western la otra cara que el imaginario del cine ocultaba en la avanzada civilizadora del “hombre blanco”. Desde su contexto parece dialogar con títulos como Jauja, de Lisandro Alonso, o la reciente Los asesinos de la luna, de Martin Scorsese, y en su sustrato político dentro del cine chileno puede ser entendida -en otro tiempo histórico, pero con igual contundencia- como “su” Patagonia rebelde, en cuanto la primacía del poder sobre la ley y su imbricación en el ejercicio de la memoria. Con su extraordinaria fotografía y un trabajo sonoro que remarca ese imaginario con el género identitario del cine norteamericano, Los colonos merece especialmente su visión en pantalla grande.
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