La encrucijada del cine argentino: sin público, con pocos estrenos grandes y tironeado entre las salas y las plataformas
Las cifras actuales de convocatoria están a una distancia sideral de los grandes éxitos recientes que permitieron configurar un incipiente star system; todos esperan el fin de la emergencia por el Covid pero los cambios de hábito de los espectadores plantean dudas
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Según el lugar desde el que se la mire, los números de taquilla a los que acaba de llegar la película argentina Ecos de un crimen pueden ser una buena o una mala noticia. Quienes ven el vaso medio lleno celebran que el thriller protagonizado por Diego Peretti haya superado los 83.000 espectadores, la cifra más alta de convocatoria para una película nacional en lo que va de este año, en un contexto todavía fuertemente marcado por las restricciones sanitarias y los temores surgidos de la pandemia. Los que en cambio prefieren ver el vaso medio vacío inmediatamente comparan este número con el millón de entradas acumuladas para esta fecha, hace exactamente dos años, por el último gran estreno del cine argentino, El robo del siglo.
El Covid llegó a la Argentina justamente cuando El robo del siglo (también con Peretti como estrella principal, junto a Guillermo Francella) mantenía intacto el poder de convocatoria y tenía todo a su favor para seguir sumando espectadores. La película había superado los dos millones de entradas vendidas cuando el 16 de marzo de 2020, por orden del Gobierno. se cerraron los cines en todo el país.
Ese día terminó la normalidad que el cine nacional todavía está muy lejos de recuperar. El recuerdo de 2002, el último gran año de completo esplendor para la pantalla local, llena de nostalgia y desazón a quienes hoy registran números raleados y salas vacías para las películas argentinas. Poco y nada en comparación con aquélla experiencia de dos décadas atrás, la que se suman los casi cuatro millones de Relatos salvajes (2014), los 2.600.000 de El clan (2015) y los casi dos millones y medio de El secreto de sus ojos (2009).
En 2021, un año en el que los cines estuvieron mucho tiempo cerrados, la película argentina más vista fue Cato, con apenas 63.115 tickets. En lo que va de 2022, no solo Ecos de un crimen supera con comodidad ese exiguo número. También lo registra Hoy se arregla el mundo, que suma 65.847 acercándose al final de su paso por la cartelera. Esta película fue dirigida por Ariel Winograd, el mismo de El robo del siglo y artífice de otros éxitos recientes de convocatoria para el cine argentino, sobre todo Mamá se fue de viaje (1.676.887 espectadores en 2017).
Comparar los números de los dos últimos títulos de Winograd puede ser una medida precisa para entender qué pasó hasta la llegada del Covid y preguntarnos qué podría pasar de aquí en adelante con el cine argentino. Frente a los números de sus películas anteriores, Hoy se arregla el mundo aparece a primera vista como una decepción, pero sus responsables están conformes con la respuesta del público e imaginan la continuidad de esa atracción cuando la película llegue a Netflix en fecha muy próxima.
Aquí aparece, con la expansión de las plataformas de streaming, un factor de cambio que explica gran parte de los cambios (sobre todo de hábitos) causados por la pandemia. Algunos números (la extraordinarias cifras de convocatoria de Spider Man: sin camino a casa y lo que seguramente va a conseguir el regreso de Batman) nos dice que la experiencia de ver cine en pantalla grande sigue gozando de buena salud, pero toda la industria admite al mismo tiempo que hay franjas considerables de público que todavía se resisten a volver a las salas, acostumbradas a la seguridad (y la comodidad) que les brinda ver películas en casa a través del streaming.
Ese desplazamiento parece haber afectado sobre todo al cine argentino, que laboriosamente había conseguido en los últimos 20 años una síntesis virtuosa entre el arte y la convocatoria masiva. De la mano de directores talentosos que saben combinar el conocimiento total del oficio, el riesgo artístico y la capacidad para contar historias de interés masivo (Damián Szifron, Juan José Campanella, Pablo Trapero, Sebastián Borensztein y el propio Winograd) el cine argentino logró una síntesis virtuosa entre arte y convocatoria y el armado de un incipiente star system (Francella, Peretti, Ricardo Darín, Natalia Oreiro y algunos otros), al que se suma también Adrián Suar y su rendidora y constante apuesta a la moderna comedia costumbrista de genuino color local.
El resultado hoy está a la vista. La grilla de estrenos para este año casi no tiene títulos argentinos fuertes, mientras al mismo tiempo aparecen apuestas importantes por el lado del streaming. Netflix pone muchísimas fichas en Granizo, de Marcos Carnevale, con Francella como gran protagonista. Amazon Prime Video convocó a Santiago Mitre y a Ricardo Darín para dirigir y protagonizar, respectivamente, su primera producción nacional, Argentina, 1985, y Paramount+ hará lo propio con la dupla Winograd-Leonardo Sbaraglia (la misma de Hoy se arregla el mundo) en El gerente.
De ellas, solo Argentina, 1985 podría estrenarse en los cines antes de su llegada al streaming. La experiencia nos dice que algo así es posible, pero siempre acotado a un tiempo muy reducido (no más de dos o tres semanas) y a la disposición de un sector clave, la exhibición, que sigue muy renuente y desconfiada a recibir en los cines contenidos originados en el mundo de las plataformas.
Todavía en voz baja, algunos de los nombres más influyentes de la industria local afirman que el futuro debería apuntar necesariamente a la convivencia armónica entre viejos y nuevos protagonistas. Coinciden en que hacen falta por un lado los recursos y la iniciativa de las plataformas, generadoras de las inversiones más fuertes en materia de contenido original y de la mayor convocatoria una vez estrenadas, y por el otro acciones deliberadas en defensa del cine industrial y de presupuesto más elevado, promotor de la mejor experiencia cinematográfica posible y de buena parte de la proyección local e internacional del cine argentino.
El cine, al mismo tiempo, espera que el horizonte sanitario empiece a ser mucho más claro en los próximos meses, si los pronósticos más auspiciosos sobre el futuro del Covid se cumplen (la expectativa de dejar atrás la pandemia para pasar a una endemia) y todo vuelve a ser más previsible. Todos aguardan el momento en que el público que todavía no volvió al cine se decida finalmente a hacerlo. Mientras tanto, la programación de cine argentino se arma para los próximos meses con cautela extrema. Para los próximos dos meses se espera solo el estreno de Competencia oficial, que Gastón Duprat y Mariano Cohn filmaron en España con Antonio Banderas, Penélope Cruz y Oscar Martínez, y el postergado lanzamiento de Las rojas, con Mercedes Morán y Natalia Oreiro.
Para el segundo semestre se espera un nuevo thriller, Un crimen argentino, que sigue los pasos de Ecos de un crimen (llegará primero a los cines y poco después a HBO Max) y el regreso de Adrián Suar como protagonista (y por primera vez como director) de la comedia 30 noches con mi ex. Es la única película argentina que podría alcanzar en los cines cifras de convocatoria que no hagan extrañar las del pasado.
Suar parece tener bien clara la realidad de un cambio de época. En el comienzo de la pandemia prefirió no esperar tiempos mejores y postergar un estreno, como sí ocurrió con Hoy se arregla el mundo, La noche mágica (ópera prima de Gastón Portal) y Las rojas. Optó en 2020 por lanzar directamente en Netflix Corazón loco. Ahora vuelve a confiar en las salas como vidriera inicial de lanzamiento de una película. En ese ida y vuelta entre cines y plataformas se define el futuro próximo del cine argentino.
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