La emoción de un “acto reparador”: así se vivió la reapertura de cines en la Ciudad de Buenos Aires
Muchos espectadores pudieron este viernes volver a disfrutar de la experiencia de una película en pantalla grande
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Las salas de cine en Ciudad y provincia de Buenos Aires estuvieron abiertas -con múltiples restricciones- durante apenas 6 de las últimas 64 semanas. Salvo entre el 4 de marzo y el 15 de abril de este año, breve período en el que volvieron a prenderse los proyectores, la actividad fue una de las más castigadas por los efectos devastadores de la pandemia del Coronavirus y por las decisiones de funcionarios que, en cambio, sí habilitaron durante bastante más tiempo casinos, bingos, teatros e iglesias. Por eso, porque el síndrome de abstinencia es muy fuerte para los cinéfilos porteños que no pueden ni quieren renegar de la ceremonia de ir a una sala, la reapertura de los complejos significó este viernes una alegría y algo así como un acto reparador.
Con uno de los protocolos sanitarios más estrictos del país (que implicó importantes inversiones para, por ejemplo, modificar los sistemas de renovación de aire), con uso permanente de tapabocas y un aforo máximo del 30 por ciento que permite el necesario distanciamiento entre los asistentes, ver una película se convirtió en un pasatiempo seguro, mucho más que otros ámbitos en los que las personas están pegadas, sin barbijos y en muchos casos hablando a los gritos.
La cita para el “reencuentro” fue a las 14, en el complejo Cinépolis del barrio de Recoleta, con el estreno de En el barrio (In the Heights), película basada en el exitoso musical de Lin-Manuel Miranda sobre las frustraciones y los sueños de varios jóvenes de República Dominicana y Puerto Rico que viven en Washington Heights, barrio del noroeste de Manhattan con mayoría de habitantes de origen latinoamericano. Ansiosos, muchos espectadores llegaron al complejo media hora antes de la primera función, pero la cordial empleada que estaba en el acceso principal informaba que el complejo recién abriría a las 13.45. Nadie esbozó ni una mínima protesta. Luego sí se habilitó el acceso, se cumplió con el protocolo habitual (medición de la temperatura, uso de alcohol en gel) y el control para el ingreso a las salas (siempre con lectura de códigos de barras a cargo del propio espectador).
Esta vez no se emitieron las tantas veces molestas publicidades previas, pero sí los habituales trailers de futuros estrenos que ofreció una sucesión de estrellas: Dwayne “La Roca” Johnson en la producción de Disney Jungle Cruise, los fornidos protagonistas de Rápidos y furiosos 9 con Vin Diesel a la cabeza (novedad del próximo jueves 24 que se prevé llegará a no menos de 19 provincias que por entonces tendrán sus salas abiertas); el astro de la NBA LeBron James con la mezcla de animación y actores de Space Jam: Una nueva era; y una sorpresa especial: un video de Emily Blunt y John Krasinski presentando “a los amigos y amigas de Cinépolis” otro inminente lanzamiento como Un lugar en silencio - Parte 2. Hasta esos calculados ejercicios de marketing que son los avances generan, en estos tiempos de tanta escasez de cine, no solo interés sino hasta un dejo de emoción. Para entonces ya había 12 espectadores acomodados a mucha distancia unos de otros en la amplia sala (ninguno de ellos con comida ni bebida) y entonces sí comenzó la proyección de En el barrio.
Quien esto escribe ya había visto por motivos laborales la película de Jon M. Chu (director de la exitosa Locamente millonarios) en un dispositivo hogareño. La calidad de imagen y sonido había sido digna, pero la experiencia de verla en pantalla gigante y con sonido Dolby 7.1 fue completamente distinta. Casi como si se tratase de otra película. Las hermosas coreografías en las calles, los clubes de baile y hasta en una piscina, la pegadiza música caribeña, las letras de Miranda... Todo adquirió una nueva dimensión, una espectacularidad imponente. El viaje imaginario desde el helado otoño porteño al agobiante verano neoyorquino fue de una intensidad mucho mayor.
Nadie puede dudar a esta altura de la popularidad, la variedad de la oferta y la comodidad que ofrecen las plataformas de streaming, pero sobre todo en caso de producciones con las ambiciones artísticas y hallazgos sonoros y visuales de En el barrio la diferencia que ofrece la gran pantalla es apabullante. El público se rió en varios pasajes de las algo más de dos horas de proyección y aplaudió al final. Habrá sido porque a varios les gustó este musical con espíritu propio del cuento de hadas, marcado por la inocencia, las buenas intenciones y el empoderamiento de una comunidad tantas veces castigada como la de los inmigrantes latinos, pero seguramente también porque habían podido volver a disfrutar una experiencia que aman y extrañaban: el cine en el cine.
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