La emoción de jugar al teatro
El multifacético actor, director y guionista televisivo acaba de estrenar Ningún cielo más querido, una obra a la que llama “grotesco kelper”
Autor, actor, director, guionista televisivo, la actividad de Rodrigo Cárdenas se ha multiplicado notablemente en la última década. Pero, extrañamente, él hoy prefiere detenerse en una sola tarea. Ya no actúa y dirige sus textos. Busca otras opciones y las encuentra. "Creo mucho en los roles separados: el autor, el actor, el director. Creo que me cansé un poco de cubrir todo. Es bueno ese abanico, pero terminás siendo un poco omnipotente. Y, en verdad, necesito siempre otra mirada que me complete."
Así las cosas, Cárdenas está más abocado a la dirección. Acaba de estrenar Ningún cielo más querido, de Carlos Balmaceda, en El Ópalo (Junín 380, los viernes, a las 21); mientras prepara las reposiciones de La malcriada, ópera insolente, con interpretación de Verónica Díaz Benavente, en el Paseo La Plaza, y Doña Rosita y el don Juan, en el Payró. Tres materiales muy opuestos que le posibilitan conectarse con la dramaturgia argentina contemporánea, la lírica y el teatro clásico.
Respecto de Ningún cielo más querido, se trata de una pieza que rescata ciertos aspectos de la guerra por las Malvinas. La trama tiene mucho de delirante. Cuatro ingleses y un escocés que viven en las islas Malvinas están como detenidos en el tiempo. Son marxistas y se vienen juntando, desde 1968, con la intención de hacer una revolución socialista en las islas. La invasión argentina a la región, el 2 de abril de 1982, les resulta el momento ideal para concretar su sueño. Pero un soldado tucumano es quien los enfrentará con la realidad. "Es muy gracioso porque los tipos tienen muy mala información -cuenta Cárdenas. Piensan que Allende todavía gobierna Chile, que el «Che» anda por Bolivia peleando, que Perón sigue siendo el presidente de la Argentina. Lo que aparece en la obra es ese gran desconcierto que viven estos hombres, pero eso, también, te lleva a recordar la profunda confusión que se vivió en este país cuando se produjo el ataque argentino. Lo voy a expresar en términos medio futboleros: vos no sabías si querías que ganaran los ingleses o los argentinos porque, en verdad, si el triunfo era de este lado, corríamos el riesgo de que la dictadura se perpetuara en el poder."
Esa mezcla de discursos de izquierda, de derecha, casi mesiánicos, que aparecen en el texto, al director lo divierten mucho. "Pero es una diversión relativa -aclara de inmediato: hemos catalogado a la obra como grotesco kelper. Mientras te reís descubrís que la situación es bastante trágica. No sé si la sociedad observa a los soldados como debería hacerlo. Esta pieza no sé si puede verse como una reivindicación, creo que sería muy pretencioso desde el teatro, pero te muestra una parte dolorosa de la historia de la que no nos hacemos cargo." Los intérpretes que dan vida a estas criaturas tan diferentes son Ramiro Cárdenas, Diego Cosín, Rubén Estévez, Ricardo Galizia, Jorge Nolasco y Jorge Schwanek.
Desde el domingo La malcriada, ópera insolente se repondrá en el Paseo La Plaza. Esta creación de Verónica Díaz Benavente, que el año pasado obtuvo nominaciones para los premios ACE, Hugo y Teatro del Mundo, obligó a Cárdenas a bucear en estos espacios dramáticos. "Es muy divertido, y ella es muy buena intérprete, una soprano ligera, que se anima a reírse de la ópera. Es un trabajo muy desacartonado que ahora intentamos sacar de los espacios alternativos para llevarlo a un ámbito donde puede adquirir más popularidad." Respecto del tercer espectáculo, Doña Rosita y el don Juan, comenta que le gusta mucho meterse con los clásicos y aquí encuentra la posibilidad exacta de sacar a uno de los personajes de Lorca, el primo de Rosita, e introducirlo en el mundo de Molière. Un elenco de dieciocho actores cuenta esta historia que también se estrenó en la temporada pasada, y que volverá a retomar funciones en abril, en la misma sala. Rodrigo Cárdenas apela al juego para encontrar resultados que lo emocionen. Lo confiesa.