La dama de hierro, el poder de Meryl Streep
La actriz cuenta cómo fue llevar al cine la vida de Margaret Thatcher en el film que llega el jueves
LONDRES.– "El liderazgo no pasa por quién grita más fuerte o por quién tiene un gran séquito: pasa por quién es el que trabaja más duro, quién es el primero en llegar y el último en irse." En la charla con Phyllida Lloyd sobre La dama de hierro –su biopic sobre Margaret Thatcher–, la directora aludió, como no podía ser de otra manera, a la arbitrariedad de conceptos como poder, triunfo y derrota y, en medio de eso, esbozó esa frase. Sin embargo, la definición no era sobre la ex primera ministra del Reino Unido sino sobre Meryl Streep.
Minutos antes, la reciente ganadora del Globo de Oro, la mujer que cambió de rol más de sesenta veces en cine, se sentaba relajada en una habitación de hotel de Soho y, sin quererlo, demostraba qué es verdaderamente ser líder. Ser líder es ser genuino. Lo que está haciendo Meryl ahora no es fácil, es promocionar una película sobre una figura controversial intentando, en el camino, no emitir opiniones cruzadas por la subjetividad ni tampoco mantenerse del todo al margen.
Pero, ¿qué es lo más importante? ¿Streep hablando de Thatcher? ¿O cómo hizo Streep para literalmente convertirse en ella en el porcentaje total de las escenas? ¿La actriz o el personaje? Si además uno agrega que esta interpretación podría convertirla en ganadora del Oscar por tercera vez, los puntos de conversación se ramifican. Pero, como bien esgrimió Lloyd, Streep es una líder y sobre eso comienza su análisis sobre el film que Distribution Company estrenará en nuestras salas el próximo jueves.
"El liderazgo femenino en cualquier ámbito es siempre un tema que despierta interés, a las mujeres se nos observa distinto, se nos pide un equilibrio entre la familia y la carrera o se nos pide hablar sobre ello individualmente, como si fuera una preocupación –asegura Streep–. Sin embargo, a los hombres no se les hace la misma pregunta, no es considerado un sacrificio perderse la etapa de crecimiento de sus hijos, y con el cine se segrega de manera similar."
Sin duda, no es casual que La dama de hierro esté escrita y dirigida por una mujer (el guión es de Abi Morgan), así como tampoco que, independientemente de que se tome a Thatcher como objeto de revisión, las escenas estén contadas desde un punto de vista esencialmente femenino, como es el caso del personaje de Carol, hija de Margaret. Por eso, La dama de hierro entrecruza la propia experiencia de su figura central con la de Streep como actriz y, sobre todo, con la de Lloyd como mujer dentro de una industria dominada por los hombres.
"La diferencia entre una directora de cine y un director es que los actores aceptan tomar directivas de un hombre casi con gusto –observa Meryl–, pero no sucede lo mismo con una mujer, quien al levantar la voz es percibida como agresiva o como transgresora, mientras que en el hombre el autoritarismo se ve como un signo de pragmatismo y de orden."
La búsqueda de una voz
En el film, el acercamiento a Thatcher es consecuente con los planteos feministas de Lloyd y Morgan, razón por la cual la historia adquiere una generalidad que la torna más apolítica. En ese sentido, el rótulo de biopic podría ser cuestionado. La mirada se vuelve sobre tres ejes: la pérdida del poder, las consecuencias de las decisiones y la lucha por encontrar una voz, incluso modificando la propia, como debió hacer Thatcher antes de asumir su cargo.
"Creo que modificó su tono de voz para ser oída y acreditada con cierta autoridad –aclara Streep–. Lo que ella buscaba, en definitiva, era que se la respetase; irónicamente, la fuerza que tenía fue también la causa de su caída, porque esa seguridad, ese convencimiento de creer que tenía la verdad sobre todo fue contraproducente; de todos modos, eso se busca en un líder, una seguridad que oculte cualquier atisbo de debilidad. No era lo mismo ver llorar a Churchill que ver llorar a Thatcher. Para las mujeres cambian las reglas."
El guión de Morgan, en ese sentido, connota de manera permanente esa avidez de Margaret por alcanzar un status que ella sentía que le correspondía. Así es como las escenas muestran a Streep yendo de emociones contenidas (la tristeza de una mujer que perdió a su esposo) a momentos de exaltación (la lucha a contramano por mantener el poder).
"Lo que obtuve como resultado de la investigación es que, si bien se la percibía como fría, detrás había un ser humano con sentimientos, el problema es que esos sentimientos no podían ser mostrados", infiere la actriz y enumera otras cualidades sobre Thatcher que se le revelaron en el proceso de composición: "Ella sintió que había hecho un gran trabajo y personalmente la consideré disciplinada y crítica, no sólo con los errores ajenos sino también con los propios, siempre colocaba la vara muy alta".
Acá es donde entra en juego ese segundo plano del film, vinculado a la revisión de una vida tumultuosa. "Todos vamos a llegar al momento de enfrentarnos con las decisiones que tomamos, nadie está exento", expresa Streep, "así como nadie está exento de arrepentirse o de vanagloriarse por determinadas acciones, lo que es inevitable es pensar en ellas mientras se acerca el final".
Por esta razón es que Lloyd decide poner en un lugar secundario al entramado político para darle espacio a una mujer, quien, en estado de senilidad, se choca con su pasado. El problema es que esa mujer elegida es una de las figuras más resonantes de la política británica del siglo XX, por lo que despojar de juicios de valor sus actos más discutidos (el de Malvinas no supera los quince minutos de metraje) es prácticamente imposible.
Significados
"Estábamos interesados en la verdad sobre esta mujer, nuestro plan al mostrarla senil no era ni tirarla abajo por todas las cosas horribles que hizo ni realzarla por todas las cosas buenas que algunos consideran que realizó. El objetivo de la película era observar la totalidad de su vida y darle un significado", explica su protagonista, y no se muestra indiferente a la reacción que La dama de hierro viene despertando respecto de su abordaje tibio de ciertas cuestiones complejas: "Este es un film sobre una mujer hecho por una feminista donde lo que importa es la esencia. Cuando ves un cuadro de Caravaggio o de Picasso, no sólo ves ese cuadro en particular sino también un autorretrato, y en ese sentido yo me veo a mí misma, yo veo mi esencia como Meryl en el personaje de Thatcher. Siempre me encuentro vívidamente en cada personaje que interpreto, sólo cambia lo de afuera".
La misma mujer
La grandeza de su interpretación está sustentada por la mano del artista inglés Mark Coulier y su maquillador de toda la vida, J. Roy Helland. "Los tres trabajamos para que, más joven o más vieja, los espectadores se encuentren siempre con la misma mujer, especialmente al haber tantos saltos temporales –explica Streep–. Al final, esas capas de maquillaje eran tan finas y frágiles que me permitían moverme tranquila. Me miraba al espejo y me sentía yo misma. Nunca me sentí encerrada, siempre tuve espacio para liberar, para expresar."
Para una película sobre una figura política que no toma posición y que decide enfocar a la Mujer (así, con mayúsculas) con un subtexto shakesperiano, lo que hace Streep en La dama de hierro es todo y a la vez nada. Es la interpretación camaleónica por antonomasia. "Meryl se interesó en el film sólo cuando le dijimos que era sobre el costo de una gran vida, no cuando lo planteamos como una biopic", cuenta Lloyd y, a partir de esa infidencia, vuelve a configurar qué es aquello que hace de Streep una de las mejores actrices de la historia del cine: su necesidad de, como ella misma asegura, encontrarse en cada uno de esos personajes, en cada una de esas composiciones.
Composiciones que, como pasaba con Caravaggio, terminan siendo siempre autorretratos por todo lo que de ellos, los artífices, hay de reflejado en las obras.
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