La costa Mosquito, el film protagonizado por Harrison Ford que resultó un rotundo fracaso
En uno de los mejores momentos de su carrera, el actor se sumó en 1986 a un proyecto dirigido por Peter Weir que se filmó en complicados escenarios naturales del Caribe
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La primera e inmediata conexión que tenemos hoy con La costa Mosquito es la serie disponible en Apple TV+ cuya segunda temporada acaba de confirmarse. Pero esta nueva adaptación, tan pretenciosa como insípida, no le hace honor para nada a la bella novela de Paul Theroux en la que está inspirada. Y mucho menos a su primera versión, el largometraje que se estrenó en 1986 con la dirección del gran realizador australiano Peter Weir y la imponente presencia protagónica de Harrison Ford.
Pocos asocian hoy La costa Mosquito con aquella película, quizás porque en los Estados Unidos (su país de origen) resultó un rotundo fracaso. Nadie imaginaba que Ford, en el mejor momento de su carrera, se convertiría en la figura central de un fiasco de boletería tan fuerte. Apenas recuperó allí 14 de los 25 millones de dólares que el productor independiente Saul Zaentz aportó, convencido de que todo sería un éxito. “Nadie sabe nada”, la proverbial máxima acuñada por el escritor William Goldman, volvía a corroborarse en Hollywood con otro proyecto de alto perfil. Hasta el más ducho y experimentado se expone a un tropiezo inesperado.
Vista en perspectiva, la experiencia de La costa Mosquito en el cine resulta paralela a la frustración que enfrenta el protagonista de la historia imaginada por Theroux. Allie Fox (encarnado en el cine por Ford) es un emprendedor cansado del modo de vida estadounidense y hastiado sobre todo de la lógica con la que funciona la economía del país en el que nació. No puede entender (y mucho menos aceptar) que sus semejantes sean incapaces de entender el valor que tiene su iluminado invento: una máquina que fabrica hielo.
Enceguecido por la confianza absoluta en su propia utopía, Fox decide abandonar los Estados Unidos y viajar a un lugar que imagina ideal para que esos sueños puedan cumplirse. No lo hace solo. Convence a su familia de que ese anhelo es posible y se instala con ella en medio de una aldea centroamericana situada en medio de la jungla, cerca de las costas del Mar Caribe, en un lugar conocido en los mapas reales como Mosquitia o Costa Mosquito, desplegada entre Honduras y Nicaragua. Para Fox, el sueño americano solo puede cumplirse lejos de los Estados Unidos.
La película se filmó durante tres meses en Belice, el país con menos densidad de población de toda América Central, a comienzos de 1985. Pero ese proyecto comenzó en realidad cuatro años antes y a 15.291 kilómetros de distancia, en las islas Filipinas. Allí estaba Weir en pleno rodaje de El año que vivimos en peligro, otra de sus grandes películas, con Mel Gibson como un periodista australiano que viaja a Indonesia y se convierte en testigo de los últimos y violentos días de la caída del gobierno de Sukarno.
Todo empezó con una charla entre Weir y Sigourney Weaver, la principal figura femenina de la película. La actriz había leído La costa Mosquito, publicada un año antes y pensó que podía interesarle al director. Casi al mismo tiempo, el productor Jerome Hellman pagó 250.000 dólares por la compra de los derechos del libro y le encargó rápidamente un guion a Paul Schrader, el laureado autor de Taxi Driver y Toro salvaje, con la idea de llevarlo al cine.
Schrader escribió el primer borrador del guion y viajó junto con Hellman a Australia con el propósito de convencer a Weir para que lo dirigiera. Discutieron a lo largo de toda una semana hasta que se pusieron de acuerdo. Lo primero que definieron fue el nombre del actor que interpretaría a Allie Fox. Todos estuvieron en un primer momento de acuerdo en que fuera Jack Nicholson. El proyecto empezó a madurar en los estudios Warner.
Pero Hellman (que falleció el 26 de mayo pasado, a los 92 años) comenzó a dudar después de un primer momento de conformidad. Empezó a imaginar los riesgos de contratar a un actor famoso por su costumbre de apoderarse de todos sus proyectos e imponer sus propios criterios para llevar adelante la historia desde su lugar de protagonista. Al final, Nicholson se quedó afuera de La costa Mosquito, pero según Weir por otras razones un poco más pueriles. Tiempo después reveló que Nicholson empezó a poner en duda su participación porque el tiempo que iba a pasar filmando en Belice, lejos de su casa en Los Ángeles, significaba para él nada menos que perderse buena parte de la temporada regular de los Lakers, el equipo de básquetbol del que siempre fue fanático.
Según Weir, la producción estaba dispuesta a organizar los tiempos de rodaje a partir del calendario de partidos de los Lakers para que Nicholson pudiese verlos en la cancha y en primera fila, como es su costumbre, pero la definición del proyecto se dilató, como suele ocurrir en Hollywood, y para cuando obtuvo la luz verde, Nicholson ya no estaba disponible. Su agenda había cambiado.
Esas demoras tuvieron en su mayor parte relacionadas con un movimiento en la cúpula de Warner. El nuevo responsable máximo del estudio, Robert Shapiro, no parecía tan entusiasmado como su antecesor en relación a producir esta película, sobre todo desde que supo que Jack Nicholson no iba a hacerla.
Tanto tiempo pasó antes de que La costa Mosquito obtuviera la luz verde que Weir hizo otro film que se convirtió en la primera película estadounidense de su extraordinaria carrera como director: la magistral Testigo en peligro. Allí inició un vínculo muy fructífero con Harrison Ford, que en ese momento se encontraba en la cima de su popularidad gracias a Han Solo, Indiana Jones y otros personajes inmensamente populares. Ford era una estrella, y a la vez un actor muy elogiado por los críticos y muy buscado por los directores más cotizados.
Gracias a la confianza mutua que se estableció entre Weir y Ford, además del éxito que obtuvo Testigo en peligro, en Warner comenzaron a ver con más interés la posibilidad de hacer La costa Mosquito. Los astros se alinearon. Ford estaba en la cumbre y su palabra iba a ser decisiva para apuntalar a Weir, un director cada vez más aplaudido en el mundo por sus películas previas realizadas en Australia, pero todavía poco conocido en Hollywood. El actor estaba entusiasmado con la ruptura que significaba en su carrera el personaje de Allie Fox. “No tiene nada que ver con todo lo que venía haciendo antes. Me atrajo desde el primer momento su complejidad. Allie es un loco, un genio, un payaso cuyo carácter individualista y emprendedor me gusta. Tiene algo de mí mismo”, le dijo al diario español El País.
Por temperamento y conducta, Ford siempre fue un outsider en el mundo de Hollywood. Pero también siempre tuvo en claro cuál es su lugar, muy alejado de posturas rupturistas como las que encarna Allie Fox. Pero al actor le gustaba mucho la idea de personificar a un antihéroe en un momento de su carrera marcado, justamente, por la representación de personajes intrépidos y clásicos. “Yo no estoy de acuerdo con él porque arrastra a su familia a una situación límite, pero no lo odio, puedo entenderlo. No está desencantado con los Estados Unidos sino consigo mismo. Donde quiera que vaya va a tener el mismo problema”, explicó.
Después de explorar posibles lugares de rodaje en Jamaica, México, Honduras, Brasil y hasta el oeste de África, la producción se decidió por Belice, un lugar que reunía las condiciones ideales para hacer el film. Estaba a una distancia muy razonable de los Estados Unidos (y sobre todo de Miami, una ciudad decisiva desde el punto de vista estratégico, como se verá más adelante), había allí cierta estabilidad política que contrastaba con la agitación reinante en el resto de América Central y sobre todo era el único país de ese continente que adoptó el inglés como idioma oficial. Belice había sido colonia de Gran Bretaña y los memoriosos recuerdan su aparición en los mapas con el nombre de Honduras Británica” antes de su independencia en 1981, cuando adoptó el nombre actual.
Helen Mirren fue convocada para personificar a la esposa de Allie Fox. Los hijos del personaje protagónico fueron interpretados por el malogrado River Phoenix (Charlie, que se convierte en el narrador de la historia en la película), Jadrien Steele (Jerry), Hilary y Rebecca Gordon como las mellizas April y Clover. El entonces adolescente Phoenix comenzaría allí una relación afectiva con Martha Plimpton, que interpreta allí a la hija del misionero evangélico Spellgood (Andre Gregory).
En el relato concebido por Theroux y adaptado por Schrader, Allie Fox protagoniza su propia travesía hacia una utopía equivalente al viaje por el corazón de las tinieblas que Francis Ford Coppola llevó unos años antes a Vietnam inspirado en la obra de Joseph Conrad. Pero el infierno que vivió Coppola durante el rodaje de Apocalipsis Now no tuvo su correlato en la calurosa e impredecible escenografía natural de Belice, sencillamente porque el lugar elegido para filmar terminó beneficiándose muchísimo del desembarco de Hollywood.
En ese momento, Belice tenía unos 150.000 habitantes (en la actualidad cuenta con casi 400.000) y vivía mayormente de la agricultura. La producción de La costa Mosquito dejó casi ocho millones de dólares en las arcas locales y le brindó empleo temporario a cientos de sus habitantes. En el momento del rodaje, la producción del film se había convertido en la tercera mayor industria de esa incipiente nación.
También era un lugar lleno de secretos por descubrir. “América Central está llena de gente como Allie Fox –dijo Weir durante el tiempo de rodaje- y desde que estoy en Belice me encontré al menos con cuatro de ellos. Este es uno de los últimos lugares del mundo en el que usted va a encontrar marginados y aventureros. Ninguno está acá de vacaciones y si le dicen eso está claro que son de la CIA o están metidos en el negocio de la droga”.
Por suerte para Weir ninguna persona con esas características interfirió en el rodaje. Ocurrió más bien todo lo contrario. El director de Picnic en las rocas colgantes y Gallipoli pudo llevar adelante el rodaje que soñaba. “Filmar en la jungla, en medio del trópico, nos lleva a abandonar la mentalidad urbana de un trabajo de ocho horas por reloj. Aquí tengo todo al alcance de la mano y las ideas surgen de todo lo que me rodea. Es otra clase de concentración”, comentó en aquel momento.
El aporte de la producción a la economía local logró una respuesta notable de los habitantes del lugar. Con su ayuda, la producción del film “tuvo que construir caminos en la jungla, apoyar a todo un pequeño hospital para brindar ayuda de emergencia, coordinarse con 50 contratistas locales que estaban acostumbrados al ritmo de vida relajado del Caribe y mantenerse al margen de las escaramuzas políticas entre beliceños, guatemaltecos y salvadoreños, refugiados e indios nativos”, según narró el enviado de El País.
El lugar se transformó por completo. Cuadrillas de operarios se encargaron también de construir un canal, levantar un muelle e instalar un inmenso tanque de agua. De los ocho millones invertidos allí, uno se destinó exclusivamente al armado de una de las escenas clave, en la que Fox y su familia se enfrentan a una inundación, en la que se usaron 150.000 litros de agua, además del dragado del mencionado canal.
La producción, al mismo tiempo, se las ingenió para establecer un puente aéreo constante con Miami para el traslado de equipos, provisiones y suministros, empezando por un trío de gigantescos de generadores eléctricos que facilitarían las tomas de rodaje nocturno. El mismo corresponsal recogió al respecto el mejor testimonio de boca de la británica Judi Bunn, coordinadora de producción: “No tenés ni idea de lo locas que pueden volverse las personas cuando no pueden comprar el champú o el desodorante estadounidense adecuado. Además es maravilloso tener el mismo domingo el New York Times. Por supuesto, tuve que esperar hasta el martes para recibir el London Times”. Tiempos muy lejanos, previos y ajenos a cualquier asomo de comunicación satelital o conexión digital. El mundo era entonces mucho menos plano.
Para Ford, lo más disfrutable era experimentar una vida de aventurero en pleno rodaje. “Pasé toda la filmación en un bote, una especie de yate de madera que hice bajar desde Biloxi, Mississippi. Ahí vivía. La única opción que tenía era un hotel, bastante apestoso por cierto. Todos los días me levantaba, llevaba el bote hasta un mercado cercano y le pagaba cinco dólares a un tipo para que lo mirara y me lo cuidara hasta la noche. Tuve en ese sentido una experiencia muy limpia”, recordó el actor con su humor característico.
A pesar del carisma de Ford y del prestigio de Weir, la película estuvo muy lejos de alcanzar los resultados esperados, al menos en los Estados Unidos. En otros países como la Argentina tuvo mucha mayor repercusión y el autor de estas líneas recuerda haber participado de una función preestreno organizada por el programa de TV La película sorpresa, que conducía Carlos Morelli por ATC. La convocatoria fue multitudinaria y el público desbordó la capacidad del ya desaparecido cine Libertador, una de las salas más grandes de la avenida Corrientes. Fue un recuerdo de La costa Mosquito mucho más grato del que surge al ver la reciente serie de Apple, uno de cuyos artífices es el actor y productor Justin Theroux, sobrino del autor del libro. La película de 1986 y los avatares de su rodaje perduran en la memoria de muchos. De lo que cuenta la serie, con hechos que no tienen demasiado que ver con el texto original, es fácil olvidarse.
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