La conmovedora historia del actor que busca a su hijo desde hace 14 años
El marco de los lentes está roto. El actor Oscar Brizuela se lo acomoda y achica los ojos. La luz que recibe es la de los tubos fluorescentes. Adivina unos números escritos en una libreta y los marca. Mientras espera a conectarse con el otro lado del mundo, Estados Unidos, explica que busca a alguien. La imagen luego se va a blanco y negro, a un Oscar joven en una regia costanera de Buenos Aires, una mañana brillante que convoca a chicas en bikini y grupos de muchachos. Con aire ganador, sonriente y con un atril en mano, empieza su búsqueda.
El primer Oscar es el de la realidad. Mientras se rehabilita de un ACV, su objetivo, desde su nueva vida en la Casa del Teatro, es reconstruir parte de su memoria y encontrar a su hijo Maximiliano del que no se sabe nada desde 2004. El segundo Oscar es el de un film censurado de 1969 que vio la luz recién en 2014, que busca a una modelo a quien retratar y que se complica entre amoríos. En un constante escudriño entre el presente y un pasado que se cuenta en imágenes y palabras, Hernán Rosselli realizó este documental de los días de un actor que con sus 80 años vive en uno de los lugares de Buenos Aires que inspira una peculiar curiosidad, esa que busca perlitas de estrellatos con brillos de melancolía.
La Casa del Teatro –el lugar en donde residen personas que fueron parte del espectáculo y que atraviesan problemas económicos– es el nombre del documental que se podrá ver este viernes en el Malba, a las 20, y desde el jueves próximo en la sala Lugones del teatro San Martín. "Todos me dicen que despista el nombre", le dijo Rosselli a LA NACION en una charla de café, y explicó: "Pero me gusta que La Casa del Teatro sea el fondo que resuena en la historia de Oscar. Mi primera idea fue hacer un documental del lugar, todo el mundo quiere filmar y saber qué pasa ahí. Pero es difícil, hay muchas rencillas personales. La gente está muy desencantada con el medio y sin ganas. Cuando decidí concentrarme en Oscar, muchos de los artistas que viven ahí me preguntaban por qué lo elegía a él si no había hecho tantas películas como ellos".
La perlita que encontró Rosselli en la historia de Oscar cuenta no sólo con un aire de melancolía, sino que tiene tintes de policial, de drama familiar e incluso, de buddy movie que inspira sonrisas con un detective que se llama Jack, que tiene un local de celulares en el centro porteño, y que parece sacado de una película de los hermanos Coen. El hilo que engarza cada parte del documental con la expectativa del espectador es la búsqueda de Maximiliano Brizuela y de los pedazos de memoria desperdigados de la vida del actor.
Rosselli habló con LA NACION sobre cómo fue el proceso de filmación de este documental, que le llevó seis años terminar y que logró presentar en abril pasado en el Bafici, en donde fue muy bien recibido por la crítica. La paciencia, cierto voyerismo y mucho esfuerzo económico fueron las claves para lograr este trabajo.
–¿Cómo fue la decisión de concentrarte en una sola historia, cuando tu objetivo al principio era documentar La Casa del Teatro?
–Al principio empezamos a entrevistar a todos y cuando conocí a Oscar me sorprendí mucho con su historia. El hacía cuatro meses que había llegado de los Estados Unidos y me contó que buscaba a su hijo Maximiliano. Su hermana, que había muerto hacía poco, era detective privada y por eso él tenía contactos con la gente de ese ámbito. Además, Oscar había vivido en Utha, conocía a actores de allá, y se iba a jugar con ellos a Las Vegas. Era mujeriego y de alguna manera me decía que se mandó muchas macanas en su vida. Libertad Leblanc lo había elegido una vez para hacer con ella teatro. Habían tenido una relación. Tenía una actitud muy juvenil y enérgica. Estaba haciendo una puesta para el gobierno de la Ciudad y pegamos muy buena onda. Le propusimos filmar su historia con el marco de La Casa del Teatro. Pero al año que comenzamos a filmar, Oscar tuvo un infarto, fue como un pico de presión y tuvo algunas secuelas como problemas de memoria. Entonces paramos un año, yo estrené Mauro [su documental anterior] y como ya nos habíamos comprometido con el fondo de ayuda económica del Incaa, dudamos mucho en seguir. Pero lo hablamos con él y con su sobrina, que es quien lo visita y lo ayuda mucho y accedieron a seguir. Entonces la salud de Oscar, su memoria y el tema de cómo cuenta su vida terminó organizando toda la película finalmente. Esa búsqueda, tanto de su memoria para terminar de armar el rompecabezas de su vida, como de la búsqueda de su hijo, son el eje.
–¿Por qué elegiste la película Póquer de amantes para contar el pasado de Oscar?
–Oscar filmó como 30 películas de las cuales sólo protagonizó tres y esas tres estaban inéditas. Póquer de amantes no sólo fue la única película en la que el protagonista principal era él, sino que ese film tiene una historia curiosa de la que se habló en un libro hace tres o cuatro años. Esa película estaba perdida. Era una película erótica que fue la primera en la que trabajó Oscar y fue filmada en la época de Juan Carlos Onganía de manera clandestina porque se iba a estrenar en Montevideo. La encontró el crítico de cine Fernando Martín Peña y escribió: "Póquer de amantes es la película argentina más mala que vi en mi vida". Lo contacté y le dije que yo estaba filmando con Oscar y me dijo: ´¿Te parece que organicemos la premier mundial de Póquer de amantes?´. Y lo hicimos. Fue tremendo. Oscar la vio y decía: "Uh, esta película", con un poco de vergüenza. Pero más allá del primer juicio de Fernando, la recepción de la película fue muy buena, la gente se divertía mucho. Al ser de tan bajo presupuesto es muy fresca en cuanto al retrato de los ambientes reales: Buenos Aires del 69, la costanera de esa época. La película tenía música de comienzos de los 70, y decidimos dejarle el sonido ambiente, era como un registro documental de esa Buenos Aires y de Oscar de joven. Como un viaje al pasado. Usé esas imágenes para dosificar información y en escenas donde no lo quise exponer tanto, como cuando habla con la médica [quien le confirma que lo que sufrió es un ACV], o cuenta cosas muy personales.
–El documental no tiene una voz en off contando lo que pasa, sólo la voz de Oscar y su interacción con los otros. Hay muchas imágenes de espera, de escenas cotidianas como él tomando sus medicamentos, o con sus compañeros de vida en La Casa..., ¿hiciste un proceso de observación no participante o guionaste algunas tomas?
–Fue más de observación. Después, todo se charlaba, yo trataba de hacer consensos. Al principio era entrar en las habitaciones, ver qué hacían y cómo funcionaban los vínculos entre los que viven ahí. Fueron seis años de filmación, quedaron 400 horas de material, gran parte es de cuando Oscar estaba bien, antes de que se enfermara. Después que se repuso, él quiso contactarse con un amigo que vive en los Estados Unidos, me preguntó si lo podía ayudar, que tenía un par de números en una libreta. Ahí, él se presenta, dice ´Soy Oscar´ y bueno, me di cuenta que ese era el comienzo de la película. Como alguien que se quiere reconectar con su pasado, entonces todo el resto, de cuando él estaba bien, quedó afuera de la película.
–¿Cómo fue filmar un documental donde había actores?
–Como son actores te preguntan antes, ´¿de qué hablamos?, ¿querés que haga alguna cosa?´ y yo les decía ´no hagan nada en especial´. Pero al ser actores se enciende la cámara y a veces actúan. Fernando Ortega, el gitano que se ve en La Casa del Teatro, cada vez que se prendía la cámara empezaba a hablar con acento español y él es de Lanús, pero se siente andaluz. Bailó con Lola Flores por toda España y en un momento me dije, ´bueno, es así´. Es que es tan evidente que es divertido.
–¿Lidiar con todos esos egos fue difícil?
–Sí, porque me preguntaban ´¿Por qué lo elegís a Oscar si no filmó tantas películas?´. Y yo les decía que era algo más personal, que no era un juicio sobre quién era más importante profesionalmente. Es la persona que está tratando de armarse de nuevo después de esa pérdida de memoria. Porque me gusta la idea de si vos no podés contar tu historia, empezás a desaparecer un poco. Ser una persona es contar quién sos y poder construirte en tu relato.
–¿El tiene alguna expectativa con que su hijo se contacte con él gracias a la película?
–Alicia, la ex mujer de Oscar es muy inteligente, trabaja en una biblioteca en Florencio Varela y ella me dice que no sabe si el hijo se murió o cambió su identidad o si en algún momento va a aparecer. A veces Oscar me dice que lo va a encontrar, pero no se sabe. Antes de que yo lo conociera a Oscar ya había chequeado algunas direcciones. Por eso Jack, el detective, dice ´si querés desaparecer, desaparecés, por más que ahora parezca difícil por las redes sociales´.
–Por lo estereotipado, uno se pregunta si Jack es un detective de verdad...
–Sí, es de verdad. Al principio no quería aparecer en las filmaciones, pero después se relajó. Tiene un negocio de celulares y una oficina cerca de Tribunales.
–En un momento reproducís conversaciones telefónicas entre Alicia y Oscar, e incluso imágenes de cómo Jack le hacía un seguimiento a ella en la calle. ¿Tuviste alguna disyuntiva ética al mostrar eso?
–Hablé con Alicia y ella no quiso aparecer, así que el plano ese está un poco forzado. Pero a mí me gusta un poco forzar los límites de la ética documental. A veces en la ética documentalista hay un pudor que me parece bien ante ciertas cosas, pero siento que en ocasiones es como un pudor religioso. En los documentales se tienen que jugar con esos límites. Igual en la película hay un tratamiento cariñoso con los personajes, con Oscar en un momento el juicio moral queda suspendido y todo queda muy expuesto. Las macanas que se mandó Oscar en su vida, cómo es el trabajo de un detective y qué hay de ético, y qué no, y un poco el rol de la mujer.
- Por el tiempo invertido, ¿se te complicó la financiación del documental?
Sí, fue difícil. Esto lo produje con la Quinta vía documental del Incaa, de 2011. Pero después el peso se fue devaluando, un dólar en ese año costaba entre 3 y 4 pesos. Después aplicamos a mecenazgo y empecé a financiar el documental con ahorros personales y hacia el final nos dieron el Fondo Metropolitano de la Ciudad para terminar la post producción. Cuánto salió la película en total no sé.
- ¿Cómo fue filmar en La Casa del Teatro? Mostrás el lugar con mucha contraluz, casi en penumbras a veces.
No fue fácil. Finalmente es casi como un geriátrico y la gente vive ahí. Quise trabajar con luz natural. Mostrar las habitaciones, el ida y vuelta cuando los actores están en sus terapias. Yo me iba todos los días con una cámara muy barata, de 700 dólares, Cannon, pero con un lente Leica muy buena. También desechas mucho material, pero cuando ves que hay buena contraluz, da una buena atmósfera. En Mauro también me gustó trabajar con luz muy natural. Es una buena representación de lo que pasa en una estructura dramática, porque uno nunca puede llegar a ver todo y saber todo de los personajes.
–Oscar a veces dice cosas fuertes, como que su papá mató a un hombre, que cree que su hijo lo quiso matar, que incluso hay cosas que él piensa y no te las dice, ¿cómo manejaste lo que era correcto contar y lo que no?
–Todo está como muy consensuado con él y con la sobrina que lo protege un montón. Al documental lo vieron ellos y el resto de los sobrinos y todos estaban muy contentos, porque a pesar de todos los temas delicados, hubo un tratamiento cariñoso, inocente y honesto. Vos igual te imaginás un poco cómo era, muy mujeriego, le gustaba el juego. Medio que destrozó su familia, él se fue. Y siempre está eso de que el personaje opone resistencia a contarte todo. Y está bueno. Yo no sé si Maximiliano hizo lo mismo que él. Hay algo así como el linaje del padre y del hijo y del abuelo. El poema que él dice al final es como el cierre y hace referencia al irse, dejar el malón. Cuando él cuenta su vida, si estirás un poco el audio, estoy hablando yo de mi vida con Oscar. El estuvo mucho también con mi familia en un montón de situaciones personales mías. Para mí no hay un límite entre la vida y el proyecto de la película. A mí me gusta un poco eso del proyecto de la vanguardia que la vida y el arte están mezclados, que en algún punto es poco profesional, pero me interesa. En la película hay algo de esa intimidad tan en carne viva.
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