La competencia en Cannes apuesta a la denuncia social
Se exhibieron dos películas muy fuertes, duras y polémicas sobre la situación en Brasil y en los barrios populares de inmigrantes en Francia
CANNES.- El festival suele elegir para su Competencia Oficial películas que, más allá de su mayor o menor calidad, apuestan con sus miradas sociopolíticas al impacto y a la controversia. Son films que gustan o irritan, fascinan o enojan, pero nunca pasan inadvertidos. Tras la apertura con The Dead Don't Die, de Jim Jarmusch, ayer se proyectaron dos miradas devastadoras, viscerales, angustiantes y desoladoras sobre la realidad en el nordeste de Brasil y en los suburbios (banlieue) de París.
Luego de sorprender al mundo del cine con Sonidos vecinos y Aquarius (una de las revelaciones de Cannes 2016), Kleber Mendonça Filho regresó al festival con Bacurau, una película en la que aparece como codirector su amigo y habitual colaborador Juliano Dornelles. Se trata de una ambiciosa apuesta que combina elementos propios de las tradiciones y leyendas populares brasileñas con otros propios de la ciencia ficción (la acción transcurre en un futuro cercano), el western, el slasher, el gore y una fuerte alegoría política muy a tono con estos tiempos. El film también combina actores no profesionales de la zona (un pueblo nordestino llamado Bacurau) con figuras emblemáticas como Sonia Braga y el alemán Udo Kier, quien lidera en la ficción a una banda de sádicos mercenarios extranjeros. Entre el cine de Emir Kusturica, algunos pasajes que remiten a la saga de Mad Max y momentos propios del cine de Glauber Rocha, Bacurau resulta una película potente, tan embriagadora como incómoda, aunque no demasiado sutil y por momentos afecta al subrayado.
Les Misérables tiene, como su título lo indica, algunas conexiones con la creación de Victor Hugo y, de hecho, transcurre en la misma zona que ese clásico de la literatura, pero la ópera prima de Ladj Ly está ambientada poco después de la obtención de la Copa del Mundo. El film comienza con las masivas celebraciones en Champs-Élysées, pero luego los personajes regresan a los monoblocs donde se hacinan inmigrantes ilegales llegados sobre todo desde África.
El director sabe de lo que habla porque vivió allí y experimentó varias de las situaciones que se exponen en el film, que tienen que ver con la brutalidad policial incluso contra los niños y adolescentes que, sin demasiado que perder, suelen responder también de forma muy violenta. No es la primera vez que Cannes selecciona películas de esta temática. De hecho, Jacques Audiard ganó la Palma de Oro hace cuatro años con Dheepan, película que tiene varios puntos en común con Les Misérables, un film que deja muy en claro que habrán pasado más de 150 años desde la aparición de la novela de Victor Hugo, pero la miseria, la marginación, la violencia y las profundas diferencias sociales -lamentablemente- se mantienen intactas.
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