La comida rápida, en el banquillo
"Super Size Me-Supertamaño" ("Super Size Me", EE.UU./2004; film documental hablado en inglés). Dirección: Morgan Spurlock. Con Morgan Spurlock, Ronald McDonald, Daryl Isaacs, Lisa Ganjhu, Stephen Siegel. Fotografía: Scott Ambrozy. Música: Steve Horowitz y Michael Parrish. Edición: Stela Gueorguieva y Julie Lombardi. Presentada por Distribution Company. Duración: 98 minutos. Apta para todo público.
Si hay un mérito destacable en esta especie de juicio a la llamada comida chatarra es haber traducido al lenguaje del entretenimiento un fenómeno bien conocido por todos. No hay medio de comunicación que no haya hablado en los últimos años y con machacona reiteración acerca de los problemas de la mala alimentación, de la creciente "epidemia" de obesidad que se registra en muchos países (Estados Unidos el primero), de las graves consecuencias que acarrea una dieta en la que ocupa lugar predominante la comida rápida (con su exceso de grasas y de azúcares) y de la cada vez más notoria multiplicación del mercado de consumidores de esos productos gracias al bombardeo publicitario dirigido a los más chicos.
A Morgan Spurlock se le ocurrió hacer este film cuando el juicio que dos adolescentes obesas le habían iniciado a la cadena McDonald´s, acusándola de haber perjudicado su salud, concluyó con una sentencia judicial terminante: cada uno es responsable de lo que come. Pero lo que movilizó a este admirador de Michael Moore, según se encarga de precisar, fueron las declaraciones de la defensa: "Si la comida que ellos vendían era tan saludable y tan nutritiva como aseguraban -explicó con el mismo tono irónico que emplea frecuentemente en el film-, entonces también sería buena para mí y podría comerla todos los días y en la cantidad que deseara. (Spurlock eligió McDonald´s como símbolo, porque se trata de la cadena con mayor presencia y porque representa "un ejemplo del modo norteamericano de vivir y de comer".)
Así, se convirtió en conejillo de Indias de un experimento que llevó al extremo: alimentarse sólo de los menúes que ofrecen en los locales de esa marca diseminados por el territorio norteamericano, probarlos todos y aceptar los gigantescas raciones que llaman Super Size cada vez que se las ofrecieran. Todo, claro, controlado por un ejército de médicos, nutricionistas y laboratoristas que comprobaron su excepcional estado físico antes de iniciar la prueba y fueron vigilando periódicamente después la evolución de su salud.
La hinchada, con David
El film registra esa curiosa experiencia que lleva a Spurlock a padecer todo tipo de trastornos acompañándolo en su excursión gastronómica por decenas de locales del Este al Oeste, en su investigación acerca de la cantidad de información sobre sus productos que proporcionan las cadenas de fast food a sus clientes y en los frecuentes controles médicos a que se somete mientras su barriga crece, su ánimo decae y su colesterol se dispara.
El viaje le sirve también para recoger testimonios. Los hay de toda naturaleza: de consumidores, educadores, abogados, lobbistas de las empresas gastronómicas, cocineros, médicos, funcionarios, amas de casa y hasta de su propia novia, vegetariana e indirecta damnificada. En ellos, así como en la información que Spurlock va añadiendo, prevalece casi siempre un tono humorístico.
Los resultados pueden no ser muy válidos científicamente, pero el film logra su propósito: agita el debate sobre el tema e induce a la gente a estar más alerta acerca de lo que consume. El problema más grave que enfrenta "Super Size Me" es que no tiene nada nuevo que decir: lo que intenta demostrar y las conclusiones a las que quiere arribar ya están claras desde el principio. Y la destreza narrativa del realizador no es suficiente para extender a noventa minutos un tema que bien podría haberse despachado en media hora. Para compensar, están su simpatía, su buen humor y una ironía que aplica sin demasiada sutileza, pero a sabiendas de que contará con la adhesión del público. Spurlock es como el solitario David que debe enfrentarse con las grandes corporaciones, y ya se sabe que otra vez no será Goliat quien tenga al público de su lado. Aunque a la salida muchos se vayan a comentar la película mientras engullen una hamburguesa y un balde de gaseosa.
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