La ciudad se quedó sin el cine Metro
Por problemas económicos, anteayer dejó de funcionar
Casi medio siglo después de su apertura, anteayer cerró definitivamente sus puertas el cine Metro, emblemática sala que se levantó en Cerrito 570 y que fue, durante décadas, orgullo de los porteños y lugar obligado de estrenos de los más dispares lugares del mundo.
"Los nuevos tiempos, con la proliferación de salas instaladas en elegantes galerías y de una manera distinta de disfrutar de las películas -expresó Luján Lucía Giuzio, apoderada de Film Properties International (BV), empresa holandesa propietaria del Metro, durante un diálogo con LA NACION-, nos obligó a cerrar nuestro complejo, al que tratamos de conservar con mucho esfuerzo y poca suerte. Pero la realidad fue inquebrantable, y así el Metro ya será un cálido recuerdo para varias generaciones que pasaron por sus salas. Este cierre supone prescindir de veintidós personas que trabajamos en él durante años, pero es, fundamentalmente, un golpe más a esa insistencia de bajar las persianas de ámbitos cinematográficos de indudable calidad técnica y artística."
Giuzio no sabe qué ocupará ese lugar que se destacaba desde la avenida 9 de Julio por su marquesina multicolor, ideada según los moldes de las salas de los Estados Unidos, por su magnificencia estructural y sus luces resplandecientes. "No importa demasiado si el otrora Metro será de aquí en más una playa de estacionamiento, una galería o un supermercado. Lo que importa es que Buenos Aires se quedó, otra vez, sin uno de sus más entrañables reductos del séptimo arte."
Remontando el tiempo, bien vale recordar que el Metro fue inaugurado el 4 de octubre de 1956 con una memorable función en beneficio de Alpi. Los más escrupulosos tendrán fija en su memoria que fue con "Melodía interrumpida", un film en cinemascope, colores y sonido estereofónico que recreaba la vida de la cantante Marjorie Lawrence, interpretada por Eleanor Parker. Nostalgias aparte, lo cierto es que la inauguración del Metro, con una capacidad para dos mil quinientos espectadores, fue un acontecimiento importante aun para una Buenos Aires que podía enorgullecerse de sus estupendas salas cinematográficas.
Diseñado por el arquitecto Alberto Bourdon, un profesional que había proyectado más de cuarenta salas, entre ellas el Opera, fue construido con todos los adelantos del confort moderno y la más avanzada tecnología de la proyección cinematográfica. Su enorme pantalla de una sola pieza, de 20 metros de ancho por 12 de largo, el microcine, sus mullidas butacas, su piso elastizado y hasta las revolucionarias acomodadoras convirtieron a la sala en un lugar en el que, según sus fanáticos, se iba no sólo a disfrutar de una película, sino también de sus comodidades.
Tras algún breve tiempo cerrado, el Metro fue reabierto el 4 de octubre de 1984 convertido, respectivamente, en tres salas para 1149, 626 y 350 espectadores. Con una programación de indudable calidad, el complejo continuó con el respaldo del público. Allí, entre la alfombra flamante que silenciaba los pasos de los concurrentes, sus paredes y cielos rasos de impecable diseño y de perfectos equipos de sonido, el Metro prosiguió brindándose al séptimo arte.
Pero el progreso, a veces tan cruel con los lugares más entrañables, se impuso sin piedad y ese complejo que, de noche y de día, anunciaba en sus marquesinas las producciones mayores del séptimo arte, pudo más que la nostalgia. Ahora, el Metro será sólo un recuerdo. Un bello recuerdo de una época en la que los afiches y las fotografías de las películas que exhibía miraban hacia la calle y no se escondían en galerías, entremezclados con elegantes locales y apresurados transeúntes.