Kung Fu Panda 4 es un innecesario pero muy vistoso broche a una trilogía memorable
La historia del valeroso y divertido panda experto en artes marciales llega un cuarto capítulo que no aporta demasiado, pero mantiene la impecable calidad visual de la animación más fuerte de Hollywood
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Kung Fu Panda 4 (Estados Unidos-China/2024). Dirección: Mike Mitchell. Guion: Jonathan Aibel, Glenn Berger y Darren Lemke. Edición: Christopher Knights. Música: Hans Zimmer y Mike Mazzaro. Con las voces originales de: Jack Black, Awkwafina, Bryan Cranston, Dustin Hoffman, Viola Davis. Distribuidora: UIP. Duración: 94 minutos. Calificación: apta para todo público. Nuestra opinión: buena.
Kung Fu Panda 4 empieza con la aparición en la pantalla del vistoso logo de la división animada de los estudios DreamWorks. En pocos segundos vemos cómo la clásica imagen de la sombra de un chico, sentado de perfil sobre la curva de una luna en cuarto menguante y rodeado de nubes, se va desplazando digitalmente a lo largo del cuadro mientras recibe en ese recorrido el saludo de otros grandes personajes y títulos surgidos de la misma usina creativa: Madagascar, Cómo entrenar a tu dragón, Los Croods, Gato con Botas, Shrek.
La experiencia de las últimas décadas al respecto nos dice que un ciclo de tres películas parece suficiente para presentar cada historia, desarrollarla, de un modo más o menos original y darle una vuelta más antes del inevitable desgaste. Kung Fu Panda aprovechó a la perfección en clave de aventura, descubrimiento y aprendizaje todo el potencial de un mundo lleno de tradiciones y exotismos, mezclado con la explosión humorística de un personaje central concebido a imagen y semejanza de Jack Black (el histriónico actor que le presta su voz) y el cada vez más fuerte acercamiento entre Hollywood y la industria audiovisual china. Esta película es una coproducción entre ambos países.
Todo lo dicho certifica que Kung Fu Panda 3, estrenada en 2016, funcionaba como cierre perfecto. El panda Po encontraba allí todas las respuestas a las preguntas sobre su origen, sus vínculos familiares y su lugar en el mundo en medio de un espectacular marco visual ligado a las leyendas chinas ¿Había algo más para decir?
La tentación por sacar todo el jugo posible de esta clase de personajes es un clásico de Hollywood. Y esa práctica queda más clara que nunca en la cuarta película, que fuerza la máquina de Kung Fu Panda sin demasiada necesidad. Sobre todo porque la historia de superación, heroísmo y redención que se narra aquí ya la conocemos de sobra.
Teniendo enfrente historias clásicas y modernas de reciente aparición que exploran nuevas maneras de narrar desde la animación como Nimona, El niño y la garza, Mi amigo robot y lo mejor de la última cosecha de Pixar (Luca, Red) no se explica mucho esta insistencia, envuelta casi siempre en un paquete aleccionador. Ahora le toca a Po transformarse en líder espiritual y salir en busca de de un sucesor mientras se enfrenta a Chameleon, un lagarto mujer que sabe mucho de conjuros y puede convertirse en cualquier cosa, con la ayuda de un escurridizo y astuto zorro llamado Zhen.
A la historia no le falta brío, la acción fluye naturalmente, los personajes atraen de inmediato desde su diseño y hay, como es de esperar, algunos buenos chistes visuales. Pero esa cosecha disminuye en la comparación con la trilogía previa, sobre todo por el vértigo innecesario de varias secuencias. El marco visual tampoco resulta tan deslumbrante como en la tercera entrega. Pero Po y sus amigos cuentan con algo que juega siempre a su favor: son muy queribles y tienen voces perfectas (Black, Bryan Cranston, Viola Davis, Ian McShane, Dustin Hoffman) para los pocos que puedan disfrutarlas en la versión original subtitulada.
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