“Oh, Dios mío. Me estoy viendo en la pantalla. Es horrible. Hola”, dispara Kieran Culkin, una de las pocas personas -tal vez la única- que podría reaccionar con espanto ante la imagen del intérprete. De hecho, desde esta semana, gracias a la nominación a mejor actor de reparto para los premios Oscar que consiguió por su su papel en Un dolor real, la notable comedia dramática que se estrenó el pasado jueves en la Argentina, en competencia también en el rubro de guion original, está claro que la opinión unánime sobre su trabajo es de admiración. Pero a él que lleva 35 de sus 42 años frente a las cámaras le cuesta sacudirse la incomodidad de tener que mirarse mientras contesta por Zoom las preguntas de un grupo de periodistas entre los que estuvo LA NACIÓN.