Ken Loach obtuvo la Palma de Oro en el Festival de Cannes
El veterano director inglés ganó por segunda vez la máxima distinción
CANNES.- El viejo maestro lo hizo de nuevo. A punto de cumplir, el mes próximo, 80 años, Ken Loach ganó ayer su segunda Palma de Oro en Cannes, por I, Daniel Blake, la historia de un veterano héroe de la clase trabajadora que lucha contra sus problemas coronarios y la burocracia estatal mientras trata de ayudar a una madre soltera con niños en condiciones vulnerables. El triunfo del combativo director británico se produce justo una década después de haber obtenido el máximo galardón del principal festival del mundo por El viento que acaricia el prado.
El anuncio del palmarés por parte del presidente del jurado, el cineasta australiano George Miller, sorprendió a la prensa acreditada, ya que casi ninguno de los ganadores estaba entre los favoritos. Las polémicas, por supuesto, se desataron de inmediato en las redes sociales y durarán varios días (semanas).
El joven realizador canadiense Xavier Dolan agradeció en medio del llanto de emoción el Gran Premio del Jurado por Juste La Fin Du Monde, película con un gran elenco de figuras francesas (Marion Cotillard, Léa Seydoux, Vincent Cassel, Gaspard Ulliel y Nathalie Baye) basada en la obra teatral del fallecido dramaturgo Jean-Luc Lagarce. El galardón a mejor dirección fue compartido por el local Olivier Assayas (por Personal Shopper, historia de fantasmas con Kristen Stewart como protagonista) y el rumano Cristian Mungiu (por el drama familiar Graduation).
Las distinciones actorales recayeron en la filipina Jaclyn Jose, por su papel de una madre de familia que se dedica al tráfico de metanfetaminas en Ma'Rosa, del filipino Brillante Mendoza; y en el iraní Shahab Hosseini, por The Salesman, de Ashgar Farhadi, que también obtuvo el galardón a mejor guión por esta historia de un matrimonio que entra en crisis luego de que ella es atacada en su hogar. Por su parte, la inglesa Andrea Arnold se quedó con el Premio del Jurado por su incursión en Estados Unidos con la road movie juvenil American Honey.
Más allá del palmarés -que es insoslayable para realizar el balance final de un festival, pero que no necesariamente define su calidad artística-, cabe indicar que Cannes no sólo regaló una 69» edición de notable nivel artístico, sino que sorteó además con una organización impecable la paranoia reinante respecto de un eventual ataque terrorista.
Sí, por momentos la ciudad militarizada y la sucesión de controles en los accesos generaron alguna que otra molestia, pero la seguridad esta vez no estuvo reñida con la amabilidad.
Castigada en las ediciones previas, la Competencia Oficial (21 títulos) tuvo varios films brillantes, como Toni Erdmann, de la alemana Maren Ade; Elle, del holandés Paul Verhoeven; Aquarius, del brasileño Kleber Mendonça Filho; Sieranevada, del rumano Cristi Puiu; Rester vertical, del francés Alain Guiraudie, y Paterson, del estadounidense Jim Jarmusch (quien también presentó fuera de concurso Gimme Danger, documental sobre Iggy Pop). Insólitamente, ninguno fue reconocido por el jurado oficial.
Además de las dos joyitas de Jarmusch, el cine norteamericano se lució con lo nuevo de Steven Spielberg (El buen amigo gigante), Woody Allen (Café Society), Jodie Foster (El maestro del dinero) y con producciones más independientes, como Hell or High Water, de David Mackenzie, y Captain Fantastic, de Matt Ross. Por su parte, la animación regaló dos joyas como Ma vie de courgette, del francés Claude Barras, y La tortue rouge, de Michael Dudok De Wit.
El consenso crítico fue que mientras la Competencia Oficial tuvo una calidad superlativa (con algunas pocas decepciones, como los largometrajes de Sean Penn y Nicolas Winding Refn, y varios grandes maestros, como Pedro Almodóvar, los hermanos Dardenne y Ken Loach, cuyos nuevos trabajos estuvieron algo por debajo de su nivel habitual), la segunda sección oficial (Un Certain Regard) y las dos muestras paralelas (Quincena de Realizadores y Semana de la Crítica) presentaron en líneas generales programaciones más bien discretas.
En Un Certain Regard se presentó el único largometraje argentino, La larga noche de Francisco Sanctis, que tuvo mayoría de críticas positivas, mientras que la representación de cortos también fue bien recibida. Los distribuidores nacionales compraron varias películas para su estreno en nuestro país, se firmaron acuerdos de coproducción y se cerraron múltiples ventas al exterior, sobre todo para proyectos con Ricardo Darín (La cordillera, de Santiago Mitre; Nieve negra, de Martín Hodara).
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