Keanu Reeves: el año perfecto de la estrella más sensible de Hollywood
Desde la acción sin pausas de John Wick hasta las risas de Toy Story 4, pasando por la comedia romántica de Netflix en la que se burla de su imagen cool, el actor ha construido una carrera impensada
Duke Caboom, uno de los nuevos juguetes de Toy Story 4 -actualmente en las salas locales-, tiene que realizar el salto de su vida, como si fuera un eco de Buzz Lightyear: el sueño imposible que existe solo en el mundo ideal de las publicidades. El salto metonímico del film de Pixar -vacío que cada espectador se encargará de llenar con sus propios miedos- puede funcionar también para describir la carrera de Keanu Reeves , el actor que da voz y alma al juguete que se luce con poses espectaculares, pero, en el fondo, teme fallar. Como el actor, el juguete parece esconder una tristeza insondable detrás de su carisma.
Nacido en el Líbano en 1964 y criado en Canadá, la historia de vida de Keanu (que significa "brisa fresca" en hawaiano) parece estar signada por la tragedia: el padre, traficante de drogas, abandonó a la familia cuando él tenía tres años. Nunca retomaron contacto. Perdió a su hija al nacer y, más tarde, a su primera esposa, en un accidente de tránsito. Empezó su carrera con la comedia Bill y Ted. Confesó que durante años temía que su epitafio dijera que solo había actuado en esa película.
Perdió a uno de sus mejores amigos, River Phoenix, luego de trabajar junto a él en Mi mundo privado (1991), dirigida por Gus Van Sant. La película es un clásico del cine independiente en que Keanu Reeves interpreta a uno de los taxiboys que viven bajo la tutela de un vagabundo que funciona como una suerte de figura paternal. Pero la película más popular con Keanu de ese año fue Punto límite, en la que era uno de los hombres que hacían surf y robaban bancos usando máscaras de los presidentes de Estados Unidos. También, escondía un secreto: era un agente encubierto de la CIA, que forjaba una amistad con los mismos criminales a los que debía traicionar. Kathryn Bigelow peleó contra el estudio -que prefería a Johnny Depp para el papel- para incluir al actor.
Luego llegarían producciones más grandes: primero, Drácula (1992), la versión de Francis Ford Coppola de la novela de Bram Stoker. Ni director ni estrella quedaron demasiado conformes con la elección para el rol de Jonathan Harker. El director de El padrino resintió haberlo elegido solo para tener una cara bonita que atrajera a la audiencia femenina más joven. Y el canadiense, años más tarde, confesó que no se sintió a gusto con el trabajo que hizo allí: "No tuve la energía suficiente". Su carrera no se detuvo ahí: con Máxima velocidad (1994) llegó el éxito más grande hasta ese momento. La premisa es simple: Keanu Reeves y Sandra Bullock están en un autobús que si frena, explota. Una excusa para crear situaciones increíbles, dignas de las clásicas premisas de Hitchcock sobre el suspenso. Rápidamente llegaron las parodias, desde Los Simpson hasta The Critic (en una escena que se burlaba de la dislexia de Reeves y lo hacía leer "a máxima velocidad"). Parecía condenado al menosprecio con el que Hollywood suele tratar a los héroes de acción.
Hace pocos meses, en el talk show de Ellen DeGeneres, confesó que se enamoró de su coprotagonista, Sandra Bullock, durante el rodaje de la película de Jan de Bont. Bullock, en el mismo programa, había dicho poco antes que se sintió atraída por él. Aunque la pareja nunca se concretó, volvieron a trabajar juntos en La casa del lago (2006), el drama romántico de cartas y viajes en el tiempo, dirigido por el argentino Alejandro Agresti.
Pero el salto al vacío más grande en la carrera de Reeves fue Matrix (1999), la alegoría de las cavernas platónicas de las hermanas Wachowski mezclada con un mundo distópico -reminiscente de Ciudad en tinieblas- con computadoras que controlan el destino de la humanidad y mucho kung fu. No solo marcó un antes y un después en el uso de los efectos visuales (antes que el CGI dominara Hollywood en reemplazo de las técnicas clásicas), sino que se adelantó a la época del vértigo de la información digital.
La estética neonoir de los lentes, la cámara lenta y los tapados de cuero crearon toda una generación de películas que trataron de imitarla (con X-Men, de Bryan Singer, como principal alumno). Keanu se convirtió en un ícono. Las Wachowski redondearon una trilogía multimillonaria que con cada entrega parecía rendirse más al espectáculo que a las ideas que enriquecieron el primer título.
El éxito fue masivo e internacional, pero la gran incógnita era si Keanu quedaría para siempre encasillado como Neo, la falla en la Matrix que venía a salvarnos del nihilismo kafkiano del agente Smith. El legado de las películas sobrevive hasta el día de hoy incluso en disputas por el poder simbólico político: los votantes de Donald Trump se apropiaron del concepto de la "píldora roja" como figura retórica de un despertar popular contra el establishment político encarnado por los demócratas.
Este año, Reeves fue la figura invitada sorpresa en la E3, la convención más importante del mundo de los videojuegos, donde presentó Cyberpunk 2077, título en el que será uno de los personajes principales en un mundo futurista que, por supuesto, se alimenta de la estética de la propia Matrix y de Blade Runner. Keanu admitió que lo sorprendió el entusiasmo y la respuesta voraz del público cuando salió al escenario. Las bromas no tardaron en llegar en forma de memes que mostraban el inexistente paso de los años en el físico del actor, como si fuera un vampiro que no envejece.
Cuando la carrera de Reeves amenazaba diluirse en películas que fueron fracasos críticos y comerciales como Dulce noviembre y la remake de El día que paralizaron la Tierra, llegó John Wick: una película de acción de mediano presupuesto que deconstruye, con un guiño cómplice, los clisés del cine de acción (su primera entrega está disponible en Netflix; la segunda, en Amazon Prime Video). Su John es un hombre al que una organización mafiosa le asesina al perro. Grave error: esta máquina de matar buscará vengar a su mascota hasta las últimas consecuencias. Cada entrega de la franquicia expandió la mitología de este mundo de asesinos y también las piruetas. John Wick 3 comienza con una referencia muy clara a Buster Keaton, una de las máximas estrellas del cine mudo, reconocido por ser el autor de sus propias escenas de riesgo. En Parabellum, aunque existe "ayuda" digital, hay tantas secuencias de proezas físicas y coreografías increíbles que algunos sitios especializados comenzaron a preguntarse si no es hora de que los Oscar premien a los dobles de riesgo. Tienen el aval del público: cada entrega de John Wick recaudó más que en la anterior y parece que no va a detenerse (la cuarta entrega está en marcha). Hasta el productor Kevin Feige admitió que están buscando incorporar al actor al Universo Cinematográfico de Marvel.
Tal vez este renacimiento de Keanu esté ayudado por el universal afecto que despierta en las redes sociales. No solo por su filantropía, que el actor prefiere mantener en secreto (desde compartir sus ganancias por Matrix con los técnicos hasta ir a comer con personas en situación de calle en Los Ángeles), sino también por los memes. En uno de los más recientes, se lo puede ver extasiado, declarando su amor por el cine: "Amo el cine. Dios, ¡amo-el-cine! Me gusta ver películas y me encanta hacerlas". Es el "novio de internet" que regresa triunfal con películas aclamadas por la crítica y el público. Cuando le mostraron aquella foto viralizada que lo muestra triste y cabizbajo dijo: "No recuerdo haber estado triste, pero todos tenemos esos momentos".
Acaso el momento más singular (y característico) de "el año de Keanu Reeves" ocurrió en una entrevista promocional para John Wick 3: Parabellum. En su late night show, Stephen Colbert le preguntó -en broma- si sabía qué sucedía después de la muerte. El momento, que pretendía ser sarcástico, devino genuino y conmovedor en manos del intérprete: "Sé que los que nos aman nos van a extrañar", explicó.
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