DETROIT, EE.UU.- Un ejército de nerviosos policías y guardias nacionales reptan por la ciudad aferrados a sus rifles, rodeados por un batallón blindado que parece más apropiado para Vietnam que para una autopista del Medio Oeste norteamericano. Pero los primeros días de la sublevación de vecinos negros, Detroit estaba en guerra. Así que las fuerzas de seguridad, integradas mayormente por blancos que se desplazaban por el hervidero de humo y de escombros, estaban decididas a restaurar el orden por cualquier medio. Por eso, cuando una niña echó un vistazo a través de las persianas de un departamento para ver qué pasaba, el lúgubre resultado era inevitable. "¡Un francotirador en la ventana!", grita un guardia nacional, casi al mismo tiempo en que sus disparos destruyen la ventana hasta hacerla desaparecer.
La cámara se aleja del desastre humeante en un momento estremecedor de Detroit: zona de conflicto, el último largometraje de la directora Kathryn Bigelow, que mañana se estrena en nuestro país. Sin embargo, lo que perdura es la sensación de la violencia racial que se desató en esa ciudad en 1967, durante uno de los episodios de revuelta social más tristemente famosos de Estados Unidos.
Bigelow, directora de La noche más oscura –única mujer en ganar un Oscar en esa categoría, a la que sólo han sido candidatas cinco cineastas, incluyendo a Greta Gerwig en este 2018– parece haber encontrado una perspectiva ideal para transformar la vida real en arte. Pero con Detroit se le presentó el problema de hasta dónde debía llevar la realidad, es decir, cómo expresar el horror del racismo de la vida real sin explotar el trauma de los negros. "En realidad, la cuestión es cómo humanizar y cómo dar vida a una situación –dice Bigelow–. Supongo que eso depende de la apreciación de cada uno.”
En el pasado, las apreciaciones de Bigelow en materia de no ficción ya le valieron el escarnio público: se la criticó, sobre todo, por haberle dado una importancia falsa y errónea al papel que jugó la tortura en la captura de Osama bin Laden .
Con Detroit, esta realizadora ganadora del Oscar quizás haya encarado su proyecto más ambicioso y polémico hasta el momento. Bigelow es una mujer blanca californiana que cuenta la experiencia de los ciudadanos negros de su país en las revueltas por los derechos civiles en Detroit, algo que la directora asegura no haber perdido de vista. Sin duda tampoco lo perdieron de vista los críticos, que alzaron sus cachiporras virtuales de desconfianza en las redes sociales para argumentar que Bigelow había borrado el papel de las mujeres negras durante la revuelta y que no contaba con el "linaje cultural" necesario para narrar la historia de la opresión racial.
La película se concentra en un horroroso episodio poco conocido incluso dentro de los Estados Unidos. Los cinco días de esa revuelta en la ciudad (sus residentes afirman que el término más adecuado para describir lo ocurrido es "rebelión") dejaron 43 muertos, casi 1200 heridos y una ciudad destrozada. En la tercera noche de los disturbios, la policía irrumpió en el motel Algiers, desde donde sospechaban que un francotirador les disparaba. Los policías intimidaron a varios adolescentes negros y a dos mujeres blancas que se alojaban allí, un episodio macabro que terminó con la muerte de tres hombres y la absolución de los policías acusados de asesinarlos, todos ellos blancos.
Bigelow llegó a la historia de la mano del guionista Mark Boal –con quien trabajó en Vivir al límite y La noche más oscura– justo en un momento que hizo imposible ignorar su potencia, su importancia y su necesidad: un jurado acababa de rechazar la imputación de un policía blanco por la muerte de Michael Brown, un adolescente afroamericano desarmado que en 2014 fue baleado por la policía en Ferguson, Missouri, un crimen que dio comienzo a una serie de protestas unificadas bajo la consigna Black Lives Matter ("Las vidas negras importan").
“Sentí dos cosas al mismo tiempo –dice Bigelow, de 65 años, sobre cuál fue su primera reacción al recibir el guion–. Pensé que siendo blanca, debía preguntarme si era la persona más indicada para hacer esta película. Y la otra fue una reacción visceral ante la repetición constante de ese tipo de hechos." Bigelow agrega que se dio cuenta de que tenía la "oportunidad de presentar esta historia con la esperanza de que comience a abrir un diálogo, y de alentar a la gente a denunciar crímenes similares. No hacer nada no era una opción".
La película fue estrenada el viernes 4 de agosto de 2017, un momento adecuado, pero también arriesgado. Los habitantes de Detroit –la ciudad más grande del estado de Michigan, lindante con Canadá– están saliendo de la peor quiebra de un municipio en la historia de los Estados Unidos, y están particularmente susceptibles ante relatos que ejemplifican la decadencia de esa región o, por el contrario, muestran su reconstrucción dejando de lado a su población negra. Y en términos más generales, estamos en una época de vigilancia rigurosa sobre el modo en que la policía trata a los negros estadounidenses y sobre la forma en que la comunidad afroamericana es retratada en el cine, la literatura y los medios.
La existencia de "dos Estados Unidos" significa que una parte significativa de la población cree que la idea del racismo en el accionar policial es difícil de discernir o simplemente pura ficción. Por eso, según el académico y activista Michael Eric Dyson, es extremadamente importante que esa historia sea relatada por alguien como Bigelow. Dyson agrega que el amplio interés que suscita el cine de Bigelow quizás atraiga a espectadores blancos que de otra manera no irían a ver una película sobre el tema.
"Se trata de una mujer blanca que hace todo lo posible por contar en una película la verdad sobre la injusticia racial en los Estados Unidos –dice Dyson, originario de Detroit, y a que fue consultor de Bigelow en esta película– ¿Qué mejor manera de usar el privilegio de los blancos que socavarlo, cuestionarlo y aprovecharlo a favor de los negros y de los mestizos, que generalmente no tienen voz?"
Para ser fiel y auténtica respecto de la historia, Bigelow aplicó el concepto de “filmar como si fuese periodismo” que aprendió de Boal, que solía ser reportero gráfico, cuando trabajaron juntos por primera vez en Vivir al límite (2009).
Para crear Detroit, la cineasta puso en practica la discreción con la que deben lidiar los periodistas después de cada asesinato policial. Las imágenes del joven que se desangra detrás del volante de su auto, ¿son demasiado morbosas como ser emitidas por TV? ¿Qué decir del video de un hombre baleado por la espalda mientras huye de un policía? ¿Hay que revisar los antecedentes criminales de una víctima o los antecedentes de mala praxis de un policía? Bigelow también tuvo que aplicar otra práctica periodística: sumergirse en vidas y experiencias que le resultaban poco familiares e intentar darles un sentido.
Sin los derechos del libro The Algiers Motel Incident, de John Hersey –su agente se negó a venderlos–, Boal y Bigelow basaron su historia en una exhaustiva investigación. Analizaron noticias y documentos judiciales contemporáneos y entrevistaron a personas que estaban dentro y alrededor del motel en ese momento. Boal dice que lo conmovió especialmente el relato de Larry Reed, el cantante de un grupo llamado The Dramatics, que estaba en el motel durante el incidente y cuya vida dio un vuelco a partir de ese momento, y el testimonio de Melvin Dismukes, un guardia de seguridad privada negro que entró al motel con la policía y que se largó a llorar cuando le contó los hechos a Boal.
Boal dice que "como guionista, me interesaba la lucha por la supervivencia que se produjo esa noche y también el problema de reconstituir nuestra identidad después de semejante trauma", y agrega que consultó a historiadores y académicos negros para preservar la autenticidad y la integridad de la historia. "Todo lo que puedo hacer es intentar ser respetuoso y humilde y reconocer mis limitaciones y del mismo modo, utilizar la poca o mucha influencia que tengo en Hollywood para hacer cosas que considero significativas."
Si bien los realizadores insisten en que para realizar Detroit se aferraron a los hechos históricos, en algunas partes del relato debieron algunos ingredientes hollywoodenses, porque ciertos detalles de lo ocurrido todavía siguen siendo poco claros, medio siglo después.
Algunos criticaron que entre los personajes de la película no había mujeres negras en roles definidos. Otros cuestionaron la profundidad de los personajes y la efectividad de la película como herramienta política. Charles Ezra Ferrell, vicepresidente de programas públicos del Museo de Historia Afronorteamericana de Detroit, dijo que le hubiera gustado que la revuelta hubiera sido mejor enmarcada en un contexto. "En 1967 ya veníamos de una larga historia de violencia policial contra la comunidad negra –dice Ferrell–. Ni siquiera cuentan la historia correctamente al comienzo. Por lo tanto, si el espectador no conoce los fundamentos que causaron la revuelta, los negros aparecen como saqueadores. Eso desvirtúa los hechos." Pero Ferrell y muchos otros elogiaron la habilidad de Bigelow para hacer que la brutalidad racista infligida contra los negros se vuelva cercana y personal.
Para que sus actores lograran involucrarse con esos momentos caóticos de hace medio siglo, Bigelow entregó el guión a último momento a algunos de ellos, que debían interpretar sus escenas sin saber el desenlace de sus historias –como quién moriría en el motel– lo que los ayudó a suscitar una emoción y un temor verdaderos que la directora pudo plasmar en cámara.
"Sabemos lo buena que es Kathryn como narradora de historias –dice Algee Smith, que interpreta al personaje de Reed–. A la hora de contar la historia, no se guarda nada. Te hace sentir que estás ahí. Para lograr ese efecto hay que contar la historia de modo que la gente se conecte con ella. No importa el color de la piel del director, lo que importa es que sea el que mejor sepa contar la historia."
Traducción de Jaime Arrambide
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