Katharine Hepburn: síntesis de talento, belleza y carácter
El presidente George W. Bush dijo que la actriz, desaparecida anteayer, era "un tesoro" nacional; hoy, las luces de Broadway brillarán menos
Un profundo dolor causó en los Estados Unidos la noticia de la muerte de la legendaria actriz de Hollywood Katharine Hepburn, fallecida anteayer, a los 96 años, en su casa, en el Estado de Connecticut. Y una lluvia de elogios, desde el presidente George W. Bush, que la definió como "un tesoro nacional" hasta Elizabeth Taylor, que reconoció haber sentido "envidia" por la actriz, se hizo escuchar durante todo el día de ayer.
Las luces de Broadway se atenuarán hoy, a las 20, en honor de la actriz de "La reina africana", según declaró Patricia Armetta-Haubner, vocero de la Liga de Teatros y Productores de Estados Unidos.
Su estrella en una baldosa del Camino de la Fama de Hollywood amaneció ayer cubierta de flores, velas, cartas afectuosas y hasta un pequeño Oscar, de esos que se venden por pocos dólares en los negocios de la zona, que apareció con una tarjeta y la leyenda "best mom" (la mejor mamá).
Si bien a pedido de su familia el funeral de esta actriz que odiaba las entrevistas, las fotos y los autógrafos se realizó en privado, muchas personalidades del espectáculo hollywoodense le rindieron tributo a esta estrella que todavía hoy ostenta el récord de haber ganado cuatro Oscar.
El presidente Bush encabezó ayer los homenajes a la actriz diciendo: "Katharine Hepburn nos deleitó con su talento único durante seis décadas. Fue conocida por su inteligencia y será recordada como uno de los tesoros de esta nación".Pero la primera estrella de Hollywood en recordarla ante la prensa fue otra gran diva, Elizabeth Taylor, que compartió cartel en la película "De repente el último verano" (1959), y ayer reconoció: "Cada actriz en el mundo deseaba ser como Katharine Hepburn. Todas la mirábamos con reverencia. Hasta sentíamos cierta envidia".
Una de las declaraciones más conmovedoras fue la del actor Christopher Reeve, el famoso "Superman", que hace años que permanece postrado en una silla de ruedas tras su caída de un caballo. Reeve recordó la época en la que trabajó en Broadway con la "gran dama": ella lo tomó de la mano sin aires de diva y le dijo: "Muchacho, ahora vas a mostrar lo que tienes adentro".
"Katharine era un ser humano extraordinario, una gran actriz, una espectacular presencia en el cine estadounidense y una verdadera dama -dijo Sidney Poitier, que actuó con ella en "¿Sabes quién viene a cenar?" (1967)-. Trabajar con ella y con Spencer Tracy fue la más importante experiencia de mi carrera, ellos eran dos gigantes."
"Hepburn es la persona que puso pantalones a las mujeres, literal y figurativamente. Es la estrella más grandiosa, la actriz más grandiosa que Hollywood haya producido hasta ahora", dijo su biógrafo, Christopher Andersen.
Adiós a una leyenda
Había nacido en un hogar de clase media; su padre era médico urólogo; su madre, una militante feminista; tenía grandes dotes dramáticas: podía ser enérgica, pero también sutil
No sería exagerado afirmar que Katharine Hepburn nació en un acto de rebeldía, dispuesta a implantarse en un mundo donde a la mujer se le reservaban papeles secundarios.
Había nacido en Hartford, Connecticut, el 12 de mayo de 1907, en un hogar de clase media que alimentó su espíritu natural de libertad e independencia. Su padre, Thomas, médico urólogo, le había aconsejado desde su adolescencia que para manejarse en ambientes excesivamente masculinos no reaccionara, que simplemente se limitara a asentir y después hiciese lo que quisiese.
Ese estímulo y el ejemplo de su madre, Katharine Hughtton, vocero de un movimiento feminista que luchó para conseguir el derecho al voto y el control de la natalidad, fortalecieron su personalidad, que más tarde la joven Katharine llevaría al cine. Desde joven fue capaz de librar sus propias batallas.
Dentro del ambiente de Hollywood era considerada rara. Nada de lo que ella tenía correspondía al ideal de belleza, de fascinación o de capacidad dramática que imperaban en la Meca del Cine.
Pero esta mujer demasiado delgada, cubierta de pecas y que con los años llegó a tener el clásico tipo de anglosajona arrugada y huesuda, desplegó desde su primera película, "Doble sacrificio", un genio personal.
Revelaba una emoción a flor de piel que parecía conmoverla en escenas dramáticas, con una voz que se acercaba a lo imperioso, pero también sutil y envolvente para confidencias más íntimas.
Irradiaba un divismo encantador, apoyado en hermosos gestos de manos y posturas personales; demostró una gran capacidad para la comedia que coincidió con la era de mayor brillo de ese género y mostró sin esfuerzos un medido control para alcanzar el patetismo y sostenerlo con un rostro estremecido y una voz quebrada. "Lo vital para el artista es sentir vida dentro de sí. Si lo consigue podrá proyectar su acción a través de la pantalla, igual que a través de las candilejas", expresó la actriz.
Genio rebelde
Se inició en el teatro y logró integrar algunos elencos de los que fue despedida por expresar libremente sus ideas ante el director. Pero uno de los dirigentes de la RKO Radio Pictures la vio y la contrató inmediatamente.
Filmó "Doble sacrificio", junto a John Barrymore, dirigida por George Cukor, con quien llegó a realizar numerosas películas. Ese film le deparó laureles de triunfo. Su nombre y figura empezaron a llamar la atención del público.
En 1993, con "Gloria de un día", film de Lowell Sherman, obtiene el primer Oscar. Fueron numerosas las películas que mostraban a esta intérprete con una actitud diferente de las que empleaban las actrices de la época: "Mística y rebelde", "El pequeño ministro", "La muchacha que supo amar", "Una mujer sin importancia", "Pecadora equivocada" ("The Philadelphia History"), que años después Grace Kelly filmó con el título de "Alta sociedad".
Estos films le proporcionaron un papel heroico y romántico, pleno de influencias antagónicas. Lo que algunos definirían como altanería o mal genio no era sino la sencillez de carácter, la ausencia de afectación y un claro concepto de sí misma y de los demás. En 1942, el productor Joseph Mankiewicz la convocó para interpretar "La mujer del año". En esa oportunidad conoció a Spencer Tracy, que iba a ser su compañero de rubro. "Nunca me imaginé que él fuera tan bajo", expresó Katharine al conocerlo. "No te preocupes, él te va a poner a su altura", le contestó Mankiewicz. Y así fue como formaron una pareja cinematográfica y una relación sentimental que iba a durar 25 años, hasta la muerte de Tracy. La última película que filmaron juntos fue en 1967, "¿Sabes quién viene a cenar?", que le permitió a Katharine Hepburn obtener la segunda estatuilla de la Academia de Hollywood.
La lista de sus films es extensa, pero merecen señalarse, entre otros, "Pasión inmortal", donde interpretó a Clara Wieck, la esposa de Robert Schumann -"La costilla de Adán"-; "La reina africana", junto a Humphrey Bogart; "Locura de verano", con Rossano Brazzi; "De repente en el verano", basada sobre la obra de Tennessee Williams; "Delicado equilibrio", sobre la pieza de Edward Albee; "Viaje de un largo día hacia lo noche", de Eugene O´Neill, que le valió la Palma en el Festival de Cannes, y "Amor entre ruinas", telefilm que la reunió con otro grande, Laurence Olivier.
En 1968, la convocatoria de Anthony Harvey para filmar "El león de invierno" le permitió alcanzar el tercer Oscar, y, en 1982, "En la laguna dorada", de Mark Rydell, junto a Henry y Jane Fonda, la colocó nuevamente en el podio de los ganadores.
Fue la única actriz que alcanzó cuatro galardones. Dados su carácter y su temperamento, no llamó la atención que nunca se presentara a retirar los premios. Pero nadie se sintió molesto.
Hasta último momento, enigmáticamente, siguió siendo una de las preferidas del público norteamericano y un modelo para las jóvenes actrices.
Hasta los últimos tiempos, Katharine Hepburn siguió manejando su casa de Nueva York y de Connecticut, cuidando de su jardín. Fue una mujer que siempre encontró aliciente en el mañana y se mantuvo en permanente actividad.
"Nunca me consideré una vieja dama, como tampoco me sentí joven o entre dos edades. He visto todos los colores, pero nunca miro hacia atrás."