Juno, un personaje realmente inolvidable
El film acierta con el tono sardónico de su protagonista
La joven vida de Juno (Juno, EE.UU./2007, color; hablada en inglés). Dirección: Jason Reitman. Con Ellen Page, Michael Cera, Jennifer Garner, Jason Bateman, Allison Janney, J. K. Simmons, Olivia Thirlby. Guión: Diablo Cody. Fotografía: Eric Steelberg. Música: Mateo Messina. Edición: Dana E. Glauberman. Presentada por Alfa. 91 minutos. Sólo apta para mayores de 16 años.
Nuestra opinión: muy buena
La joven vida de Juno , ya se sabe, gira en torno al embarazo de una chica de 16 años y aborda los problemas derivados de esa situación, pero contra todo lo que pueda presumirse está lejos de querer echar leña al fuego de la polémica sobre el aborto. El tema, en realidad, es rápidamente despachado, y de una manera que no compromete convicciones morales o religiosas: sucede que a la singular protagonista, una chiquilina que bajo la máscara de su sarcasmo, su indeclinable humor y sus afectadas posturas adultas oculta la vulnerabilidad y las inseguridades de cualquier adolescente, abandona la idea de interrumpir su gravidez apenas cruza el umbral del burocrático servicio al que fue a pedir socorro. La indiferencia del personal, el desánimo de las demás pacientes y la sola idea de que a su sea monkey ya le deben de estar creciendo las uñas son suficientes para desalentarla.
Además, claro, el film está planteado en clave de comedia. Una comedia que desde el principio adopta el mismo tono sardónico de su inolvidable heroína y, como ella, en las acciones más que en las palabras, evidencia su confianza en los valores humanos, los afectos sinceros y el amor. En el fondo, no es tanto el retrato de Juno lo que la película propone entre risas y diálogos graciosos, disparados a todo ritmo por un elenco impecable y muy bien dirigido, sino su proceso de crecimiento, su imperceptible pero sólida maduración interior.
Tono sardónico
Al libro de Diablo Cody -muchos de cuyos hallazgos expresivos se pierden en la traducción-, le sobran ocurrencias, tanto en el planteo de las situaciones como en los diálogos, que son artificiales pero jugosos y tienen en la fresca desenvoltura de Ellen Page una aliada insustituible. La ligera socarronería está presente de entrada, con Juno evocando el momento "clave" (por tedio, porque no quería ver TV o porque el larguirucho Paulie, su mejor amigo, la enternecía un poco) o con sus reiterados tests de embarazo antes de decidirse a confiarle el secreto a su íntima Leah, tan incrédula que la hace jurar por su blog. Pero la escena que mejor ilustra el tono que imperará en el film es la confesión a los padres, que casi se tranquilizan al saber que no la han expulsado del colegio ni se ha metido en un asunto de drogas y termina con la madrastra planeándole una dieta vitamínica.
La solución ya está a la vista: Juno ha encontrado la pareja ideal a la que le cederá el bebe apenas nazca; es un matrimonio yuppie que parece perfecto: ella ha nacido para ser madre; con él, confrontan opiniones sobre rock, guitarras y cine de horror. Sólo falta atravesar el largo período en que Juno se convertirá en una ballena mientras algunos imprevistos tuercen el rumbo, abren alguna posibilidad a la emoción sincera (la escena del encuentro fortuito con la futura madre adoptiva) y proponen cierto giro en la conducta de la protagonista que tranquiliza al espectador malpensado y disipa el peligro del remate meloso y convencional.
Si hay alguna situación que amenaza con tomar ese rumbo (en el colegio, en la casa de la familia de adopción, en el reencuentro con Paulie), en seguida todo se reencamina. La joven vida de Juno puede no estar "a la altura de un Oscar" (siempre que la expresión signifique algo), pero constituye uno de esos casos raros de films en los que ninguna nota suena falsa. No es poco decir.