Juan Minujín: charlas frente al espejo
Mañana llega a las salas Vaquero, la película con la que el actor debuta también como director
Cómo vive un actor la ansiedad por alcanzar mejores papeles y el éxito en un mundo tan competitivo como el de su profesión? Esa es la pregunta, clave, que se hizo Juan Minujin, actor de teatro y de cine, a la hora de dirigir su primer largometraje. Vaquero, que abrió el último Bafici, con el aplauso del público y el reconocimiento casi unánime de la crítica, se estrenará finalmente mañana, presentado por Mirácine y BD Cine.
Juan Lamar, interpretado por el mismo Minujín, es un actor que busca reconocimiento y acostumbra a intercambiar ideas consigo mismo en el espejo, desesperado por ser elegido para interpretar a un vaquero en un western que un director norteamericano dirigirá en la Argentina. Según el director debutante, Lamer es "comido por su propia cabeza".
Recordado por sus trabajos delante de cámara, junto con directores como Lucía Cedrón, Daniel Burman, Anahí Berneri y hasta con Mary Sweeney, frecuente productora de David Lynch para la que trabajó en su corto In the Eyes Abide the Heart (2006). En esta propuesta contó, además, con la participación de Leonardo Sbaraglia, Guillermo Arengo, Esmeralda Mitre, Pilar Gamboa y Alberto Suárez
-Es frecuente que quienes debutan como directores lo hagan con una película relacionada con algo personal. ¿Es tu caso?
-No es una cosa autobiográfica, pero está instalada en el mundo que conozco que es el del teatro, de los castings, las películas, la tele. No quería quedarme en la superficie, en cómo se ve eso de lejos, sino meterme más adentro, con situaciones como las de las esperas en los rodajes o que te encuentres con un productor no en una oficina, sino en un boliche, tomando un trago. Cosas que conozco.
-Con ciertas reglas propias?
-Y sí, porque para mí es un mundo del que si te alejás un poquito, ya se lo ve un poco patético, un poco gracioso, un poco miserable. Igual trato con cariño a todos los tipos de actores que aparecen representados en la historia. Hay algo de ese mundo que me interesaba para hacer una película, es decir escribirla, dirigirla y actuarla.
-Por el resultado es evidente que tenías bastante conocimiento?
-Hace mucho tiempo que la tenía en la cabeza. Trabajé mucho con el director de fotografía, y la verdad es que hace tres años que en nuestros ratos libres venimos sacando fotos en los lugares que suponíamos nos podían servir para filmar. En ese sentido, la película tiene mucho background . Estaba todo muy pensado.
-¿Y cómo nació el proyecto?
-Diego Dubcovsky, que había visto mi corto Guacho, me convocó para hacer algo. Coincidió con [Daniel] Burman y todos nos pusimos correr en el mismo sentido.
-¿Cómo fue hacer casting de otros actores?
-Al principio, me sentía incomodísimo. Conocía a la mayoría de los personajes y ya los había elegido, como a [Daniel] Fanego, a Leo [Sbaraglia], a Pilar Gamboa, pero a otros no. Trataba de encararlos como ensayos, hicimos un filtro grande. Para el personaje del representante, por ejemplo, para el de Esmeralda Mitre. Había algunos personajes que realmente no tenía a nadie y en este tema fue fundamental Luciana Piantania, la directora de casting, que me permitió tomar un poco de distancia y no sentir esta etapa como difícil. Cuando se hace una película que está interesante, está bueno ir a un casting, y uno se lleva sorpresas, porque conoce gente y se empiezan a poner a prueba las escenas. Uno las escribe, cree que funcionan y cuando ocurren, puede ser que el problema no sea ni el actor ni el casting, sino la escena. Fue muy enriquecedor.
-¿Alguna vez, en un casting, te sentiste mal?
-Una montón de veces [se ríe, y mucho]. Es una situación brava. No al punto de lo que le pasa al personaje de mi película que es como extremo. Pero sí, muchas veces, sobre todo en los que me interesaban. Me ponía nervioso queriendo mostrar demasiado y todo era muy breve: veinticinco segundos y gracias. Después tenés un mes para preguntarte si lo que hiciste estuvo bueno. Uno sobredimensiona todo y piensa «ésta es mi oportunidad». Me parecía interesante trabajar la noción de éxito que tenemos todos, esta vez con los actores, pero también me interesa lo que les ocurre a los periodistas, a los abogados, a todo aquel que necesita vidrieras, y cómo todo es relativo a otras cosas? Juan no es un loser sin trabajo, pero tiene una sensación de opresión, atrapado en lo que supone están pensando los otros de él, la soledad, la familia, su vínculo con lo sexual, las relaciones afectivas, que lo muestran algo derrotado. Está muy atrapado, en una neurosis que no puede parar, está totalmente paranoico, y hasta resulta divertido. En la representación del mundo de los actores, hay muchos clisés y yo quería correrme de eso. En verdad, es una película acerca de la neurosis.
-Trabajaste el tema de la voz interior?
-Inclusive cuando hay contraste social, que aparece una voz interior que dice «sos un boludo», «sos un idiota», un canal abierto donde tatatatata. Es un tipo que se maneja mucho por Internet, con su discurso sexual muy masturbatorio, donde después no pasa nada.
-El relato por momentos es personal de Juan y en otros saca partido de cierta mirada externa.
-En algunos momentos es él quien habla, en otros fue bueno tomar distancia. La idea era que con las puestas y la cámara debía estar muy cerca del personaje, y en otros completar qué es lo que está pasando fuera de campo. El personaje tenía que ser muy seco, alguien que no tiene trato con nadie. La idea era evitar el gag. Todo lo contrario. Una vez que le agarramos el ritmo, todo el equipo quedó atrapado en la historia, y fue bueno.
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