Jorge Polaco: un cineasta audaz que supo crear en los extremos
Cultor de un cine extremo, provocador, repulsivo, más atento al cuidado estético que a la consistencia narrativa de sus obras, Jorge Polaco deja un legado breve en títulos, pero lo suficientemente fuerte y controvertido como para marcar una huella que en su momento alentó un sinnúmero de polémicas.
Quien llegó a definir su cine en 2010, durante una charla con LA NACION, como "absolutamente social, que no decora, no trepa, no resiente de su anarquismo y para colmo tiene opinión propia" falleció ayer por la tarde en esta capital, a los 67 años, tras una larga enfermedad.
Polaco defendía sus ideas con énfasis, pero siempre tratando de evitar que escaparan del estricto campo del arte. Sin ir más lejos, en el tiempo de la película más discutida de toda su carrera (y una de las más judicializadas del cine argentino reciente) Polaco prefirió no cargar las tintas y, cuando finalmente su exhibición fue habilitada después de una larga prohibición, se refugió en lo que él mismo definió como un acto de "autocensura" y resolvió por voluntad propia no estrenarla comercialmente. El film en cuestión es Kindergarten , rodado en 1989, protagonizado por Graciela Borges, Luisa Vehil y Arturo Puig, y vedado por orden judicial cuando estaba por estrenarse en el cine Monumental a partir de cargos por "inmoralidad, corrupción de menores, exhibiciones obscenas y ultraje al pudor". En el momento de liberarse su exhibición, llamativamente también se extraviaron las copias disponibles y Polaco pudo hallar sólo una en el Festival de Granada para alguna proyección especial en el Festival de Mar del Plata.
A lo largo de toda su obra, que además del cine incluyó puestas teatrales y muestras fotográficas, Polaco se dedicó a buscar (en sus propias palabras) todo lo bello, intenso y expresivo que puede encontrarse en la fealdad. Esa repulsiva actitud llevó a que sus películas resultaran aceptadas y rechazadas de plano, sin términos medios. A fines de la década del 80, sus dos primeras películas ( Diapasón y En el nombre del hijo ) se convirtieron en obras de culto y marcaron, entre la curiosidad y el debate, la primera manifestación de ese arriesgado cruce entre erotismo y vejez que se expresaba en las apariciones de Margot Moreyra, su actriz predilecta.
Esa atracción por la repulsión, la marginalidad y los personajes apartados de las instituciones y forzados a vivir en condiciones de soledad física y estética jugadas al límite continuó en el resto de su obra, en la que se mezclaban todo el tiempo drama y grotesco. Adaptó en su película más llana el universo literario de Antonio Dal Masetto ( Siempre es difícil volver a casa ), propició la vuelta a puro kitsch de Isabel Sarli ( La dama regresa ) y llevó al extremo sus inquietudes y su estilo con su película más personal, Viaje por el cuerpo .
Con el tiempo, sus búsquedas literarias, sus viajes (la India dejó una gran influencia en su personalidad) y el deterioro progresivo de su salud hizo que el vínculo de Polaco con el cine se volviera cada vez más esporádico. Su despedida fue el año pasado con Prí ncipe azul, una historia de amor homosexual entre ancianos con dos de sus intérpretes predilectos, Ariel Bonomi y Harry Havilio. Fue el final de la carrera de un cineasta que hasta el final mantuvo su nombre en alto, siempre apostó a un cine personal y encontró más reconocimiento y premios en el exterior que en su propio país.
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